Entrevista | Fermín Faúndez Bollo Coautor del libro "La construcción de la presa de Ricobayo"

"La presa de Ricobayo fue una de las obras de ingeniería más importantes de Europa"

"Se necesitaron 360.000 metros cúbicos de hormigón, toda una proeza"

"El volumen de roca excavada en la cazuela ocuparía una línea de camiones cargados desde Estaca de Bares hasta Tarifa"

"La mayor punta de obreros fue de 2.600 personas en el verano de 1930"

"Creo que no se tiene consciencia del alcance real y lo que supuso el gran desafío del aprovechamiento hidroeléctrico en la Cuenca del Duero"

"Si no es por la obra de Ricobayo, la iglesia de San Pedro de la Nave se hubiera perdido"

Fermín Faúndez con el trabajo sobre la construcción de la presa de Ricobayo

Fermín Faúndez con el trabajo sobre la construcción de la presa de Ricobayo / I. G.

La trayectoria profesional de Fermín Faúndez Bollo ha estado ligada a la empresa Iberdrola, los últimos 15 años (antes de jubilarse) como responsable del Laboratorio de Hidráulica, por donde han pasado legiones de ingenieros, geólogos, estudiantes y curiosos para conocer la solución al problema de erosión que sufría el Salto de Ricobayo.

El conocimiento adquirido a lo largo del tiempo y la posibilidad de consultar el Archivo de Iberdrola alimentaron la idea de escribir un libro sobre la construcción de la presa de Ricobayo, una impresionante obra de ingeniera que marcó un hito en la producción eléctrica en Europa y en la ingeniería de presas en España.

Fermín Faúndez Bollo y David Faúndez Barroso reconstruyen aquella proeza con unas 600 fotografías históricas, además de documentos, mapas, esquemas y dibujos. Un trabajo ya cocinado y a la espera de ver la luz, más pronto que tarde.

–¿Cómo nació la idea de escribir este libro?

–Fue en el año 2009, yo estaba trabajando en el Laboratorio de Hidráulica de Iberdrola y llegó una becaria al Archivo Histórico que me sugirió la idea. Dije, pues es verdad, conozco un poco el tema por mi trabajo y tengo la posibilidad de consultar la documentación. Han sido 15 años de trabajo que no veía nunca acabar porque hasta ahora, haciendo repasos, sigo incluyendo cosas nuevas. Soy consciente de que no es una historia completa de la presa de Ricobayo, quedan muchos detalles, pero he intentado recopilar la trayectoria de una obra emblemática para Zamora y en su momento una de las más importantes de España.

"Las expropiaciones generan grandes daños morales y psicológicos para todos, y sobre todo para los pobladores de esas aldeas que fueron totalmente anegadas"

–Una obra muy documentada, tanto por la propia empresa, en su momento Saltos del Duero, como la prensa. ¿De qué fuentes ha bebido?

–La documentación histórica ciertamente es abundante. En el Archivo de Iberdrola en Ricobayo existen metros y metros de estanterías, no solo de Ricobayo sino de los demás aprovechamientos. También he visitado otros archivos, como el de la Confederación Hidrográfica del Duero, el de Braganza, el Histórico Provincial de Zamora, el de Oport; y ha sido muy enriquecedora la documentación de las bibliotecas y archivos digitales donde se puede encontrar cantidad de información.

–Aunque se ha escrito bastante sobre la construcción de presas y el aprovechamiento de energía hidroeléctrica en Arribes, ¿se conoce realmente el impacto y la trascendencia del embalse de Ricobayo?

–Creo que no se tiene consciencia del alcance real y lo que supuso el gran desafío del aprovechamiento hidroeléctrico en la Cuenca del Duero. Porque Ricobayo no se inició hasta que se firmó el convenio con Portugal. Al tratarse de un embalse regulador, era imprescindible negociar el reparto del Duero internacional. El primer proyecto se remonta a 1919, pero no era posible dar pasos hasta tener bien atado el aprovechamiento, pues, en estos momentos, si Ricobayo turbina agua, repercute directamente en Villalcampo, Castro, Miranda, Picote, Bemposta, Aldeadávila, Saucelle, Pocinho, Valeira, Régua, Carrapatelo y Crestuma-Lever. En 1919, cuando ya se puso sobre el tapete la famosa Solución Ugarte, los portugueses accedieron a negociar, y en 1927 se firmó el acuerdo definitivo con Portugal por el que se regula el aprovechamiento hidroeléctrico del Duero internacional. Ese acuerdo dio luz verde al salto de Ricobayo, el primero que comenzó a construirse, tal como contemplaba el articulo 11 del mencionado convenio.

–Fue una obra de ingeniería novedosa, pionera y que en su momento marcó un hito.

–Absolutamente. En aquella época era uno de los mayores embalses de Europa y así se reconoció en la Exposición Mundial de Barcelona de 1929. Una presa con 360.000 metros cúbicos de hormigón, toda una proeza. Es cierto que los primeros proyectos contemplaban presas mucho más bajas, pero adelantándose a los tiempos y los conocimientos, Saltos del Duero apostó por la construcción de un embalse muchísimo más grande. La previsión inicial era de unos 374 hectómetros cúbicos y terminó por construirse un embalse con 1.200 millones de metros cúbicos; triplicó la capacidad. Incluso en un principio se pensó hacer dos presas, una en Ricobayo y otra, aguas arriba entre Bretó y Bretocino, la presa del Hoyo. Al final, como ya tenían todas las concesiones acordadas, decidieron construir una sola, con una capacidad y unas dimensiones descomunales.

–Desde el punto de vista social también fue una obra de muchísimo impacto, teniendo en cuenta el desgarro que conllevan las expropiaciones y pueblos anegados por las aguas.

–Es cierto que las expropiaciones generan unos grandes daños morales y psicológicos para todos, y sobre todo para los pobladores de esas aldeas que fueron totalmente anegadas y sus vecinos trasladados como Losacino, San Pedro de la Nave, La Pueblica y Palacios. Otras se ven afectadas parcialmente, como Vide de Alba, Vegalatrave, Andavías, Montamarta y San Vicente del Barco. En el libro detallo todas las construcciones y fincas que se vieron involucradas en esas expropiaciones, con fotografías de 1920, antes de que empezara todo. En muchos de los casos los vecinos tuvieron que ser reubicados, unos a La Pueblica, otros a Villaflor, Villanueva de los Corchos, El Campillo, a la Dehesa de Mázares. Realmente fueron innumerables las fincas expropiadas.

Hubo pueblos muy beligerantes, como Vegalatrave y Montamarta; las pataletas eran normales y más de vecinos despojados totalmente de sus posesiones

–A principios del siglo pasado se pueden imaginar las escasas posibilidades de actos resistencia ¿hubo muchos problemas?

–Hubo pueblos muy beligerantes, como Vegalatrave y Montamarta. Hay anécdotas y cosas curiosas, como cuando la empresa habilitó en Vegalatrave una máquina de limpiar el grano, una cribadora, y los agricultores y ganaderos la rechazaban porque decían que las vacas se morían si comían de esa paja. Las pataletas fueron normales y no digamos para los vecinos a los que despojaron totalmente de sus posesiones. En Losacino se llegó a temer incluso por el nuevo pueblo creado tras ser anegado el original, porque cuando quisieron hacer la sobre elevación del embalse, en 1956, el proyecto volvía a afectarle de nuevo. O sea que el dramatismo no acabó con el primer proyecto, sino que continuó con la ampliación del embalse.

Fermín Faúndez Bollo

Fermín Faúndez Bollo / I. G.

–Pese al desgarro social, la obra de la presa generó empleos que aprovecharon muchos vecinos de la zona ¿cuántas personas llegaron a trabajar?

–La revista de Obras Públicas precisa que la mayor punta de obreros fue de 2.600 personas en el verano de 1930. Es cierto que no solo se trataba de la presa sino de los trabajos auxiliares que generaba, como la trituración de la piedra, fabricación del hormigón, la central eléctrica, la cantera… Había un montón de tajos abiertos desperdigados por todo el entorno. La zona sí se benefició en parte de esa obra, pero realmente era la mano de obra básica porque la gente más especializada venía de fuera, aquí no había. Muchos de esos obreros, cuando llegaba el verano, se iban a hacer las labores del campo y luego volvían de nuevo. Pero con 2.600 personas trabajando en la presa de Ricobayo, posiblemente sea la obra o una de las que mayor personal ha ocupado en la provincia. También estaba el ferrocarril, pero el campo de actuación es mucho más extenso. En Ricobayo se concentraban en un espacio mucho más reducido.

–¿Cuántos años duró?

–En cuando al inicio se dice que el primer azadonazo fue el 15 de mayo de 1929, aunque ya llevaban trabajando desde 1919, incluso antes, en el planteamiento y las posibilidades del proyecto. Pero el inicio es en la fiesta de San Isidro de 1929 y acabar se puede decir que en 1962, cuando se solucionaron los problemas de la cazuela. Luego proseguían con pequeñas obras y más tarde con la ampliación, a finales del siglo pasado.

–La cazuela, ese inmenso cráter formado por el descalabro erosivo de la roca, ha despertado la atención, y aún lo sigue haciendo, de ingenieros, geólogos e investigadores de todo el mundo que han pasado por Ricobayo para observarlo ¿Por qué su importancia?

–La relevancia viene dada por la velocidad de regresión tan rápida que sufrió el canal del aliviadero. Por ejemplo, el volumen de rocas excavadas en la cazuela ocuparía una línea de camiones cargados desde el punto más meridional de Estaca de Bares, en La Coruña, hasta el más septentrional de la Península Ibérica, en Tarifa (Cádiz). Y además el proceso erosivo en tan poco tiempo.

La velocidad de la erosión, que en las cataratas del Niágara se lleva produciendo durante miles de años, en Ricobayo se fraguó en 599 días

–En el libro llega a comparar la gran velocidad de la erosión del macizo con la evolución en las cataratas del Niágara.

–Ese retroceso que en las cataratas del Niágara se lleva produciendo durante miles de años, en Ricobayo se fraguó en 599 días, desde diciembre de 1933 hasta finales de junio de 1936. Un desafío que trajo de cabeza a muchísimos ingenieros. En sus inicios, cuando empezaron a verse los problemas, se contó con una eminencia mundial, Theodor Rehbock, miembro del Laboratorio de Ensayos de Hidráulica de Karlsruhe (Alemania), uno de los primeros técnicos que empezó a estudiar seriamente el problema de la cazuela. Pero realmente fue la propia naturaleza la que lo resolvió, el agua creó el gran colchón amortiguador que se encargó de anular la enorme cantidad de energía. Después, los ingenieros la optimizaron.

–Esa es una de las razones de que esta obra fuera una historia de dificultades y contratiempos, como titula el libro.

–Realmente ya lo dijo el ingeniero Walter Weyermann, quien describió Ricobayo como la historia de una lucha constante con dificultades y contratiempos. Me pareció una descripción muy adecuada.

–Una de las medidas más impactantes fue el traslado de la iglesia de San Pedro de la Nave, declarada Monumento Nacional, piedra a piedra.

–Yo siempre digo, y hay gente que puede pensar lo contrario, que si no es por la obra de Ricobayo, la iglesia de San Pedro de la Nave se hubiera perdido. Porque ya en 1903, con motivo de la publicación del Catálogo Monumental de Zamora, Manuel Gómez Moreno decía que el templo era irreparable y apelaba a la generosidad que algún potentado para restituirlo de nuevo. En ese caso hay que agradecer que construyeran el embalse porque de lo contrario me temo que San Pedro de la Nave se hubiera perdido.

–La construcción del salto de Ricobayo desencadenó una portentosa actividad e infraestructuras innovadoras para la época y el lugar.

–Por allí aparecieron vehículos hasta ese momento desconocidos para las gentes. Cantidad de camiones y coches, mejoró la carretera, se dotó de teléfono. Para abastecer la ingente cantidad de material que requería la obra, se llegó a un acuerdo con la Compañía Nacional de Ferrocarriles del Oeste de España para la construcción de un muelle de descarga en la estación de Zamora. Y desde luego fue obligada, tal como dictaba el Real Decreto de concesión, la construcción de innumerables puentes en el río Aliste y el Esla. En Manzanal del Barco ocurrió que, a sabiendas que se iba a hacer el embalse, se empeñaron en construir el “Puente Chiquito”, que apenas estuvo en servicio cinco años.

En los barracones que se construyeron para dar cobijo a los obreros había un espacio lúdico para teatro y veladas de boxeo

–¿Cómo fue el trato que recibieron los trabajadores?

–Se construyó el poblado para dar cobijo a esa cantidad de obreros. Eran barracones de madera con la finalidad de aprovecharlo en las siguientes obras, con comodidades casi desconocidas entonces, como escuelas, hospital, casino, tienda, carnicería, hospedería, cuartel de la guardia civil, frontón, gallineros y un espacio lúdico de teatro donde se representaban obras e incluso veladas de boxeo. En 1950 empieza a levantarse el poblado definitivo con 76 viviendas para los empleados de plantilla. El enclave mereció en el año 1959 el premio a la Previsión Social que otorgaba el Estado.

–Una obra tan prodigiosa en los inicios del siglo XX no estuvo exenta de un desgraciado historial de muertes por accidentes.

–Sí, algunas constan en los propios archivos de la empresa o en la hemeroteca de El Heraldo de Zamora. He podido sacar una relación de muertes entre 1921 a 1942. Sobresalen 9 decesos en el año 1934 por la rotura de la tubería forzada o la ocurrida el 10 de junio de 1942 que fallecieron 23 obreros en el horadado del túnel-canal, y a lo largo de la obra fue un constante goteo de accidentes. La cifra real supera a la oficial porque no todos los muertos aparecen en las esquelas. Hay muchos que no están registrados y que fallecieron. Conozco a una persona que a su padre le pilló una vagoneta y murió de gangrena, pero no aparece en ninguna esquela, y otros que murieron de silicosis provocada por las perforaciones de los túneles.

El accidente de 1934, en el que murieron 9 obreros, afectó al ánimo y al espíritu de lucha que siempre caracterizó a José Orbegozo

–El accidente de 1934 en el que murieron 9 obreros marcó hasta el final de sus días al ingeniero José Orbegozo, alma y mentor de todo el proyecto de Saltos del Duero.

–Sí, falleció en un sanatorio de Suiza el 1 de enero de 1939, donde permanecía internado por una larga enfermedad. Efectivamente, según la documentación que he consultado, desde aquel gravísimo accidente, Orbegozo no levantó cabeza, afectó a su ánimo y al espíritu de lucha que siempre le caracterizó.

Multitud de ingenieros tuvieron relación, de una forma u otra con tan magna obra. ¿Quién fue el más determinante?

–Sin duda Ricardo Rubio Sacristán que llevaba la dirección de toda la obra y era zamorano. Después fue director general de Iberduero, desde 1944 a 1964.

–También hubo un rosario de visitas de personalidades, atraídas por la magnitud de la obra.

–Así es. Desde Primo de Rivera, Alfonso XIII, Azaña o Unamuno, cuyas firmas quedaron estampadas en el libro de firmas del Hotel. Era una de las mayores obras de la época en España, rellenó muchas páginas de periódicos y publicaciones especializadas, y lógicamente, suscitaba mucho interés y curiosidad por visitarla.

–Detalla también cómo la construcción de Ricobayo trascendió el propio hecho de una majestuosa obra de ingeniería.

–Sí, incluso se escribió una novela, "Central Eléctrica", de Jesús López Pacheco, que fue finalista en el Premio Planeta y está inspirada en la idiosincrasia del proyecto. A la sombra de Ricobayo nació uno de los trofeos más importantes de ciclismo del país y alimentó una afición a los pedales que se mantiene hasta nuestros días.

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