Villanueva del Campo, el pueblo zamorano de las fincas geométricas

Vista de Villanueva del Campo.

Vista de Villanueva del Campo. / Javier Sáinz

Javier Sáinz

La esquina noroeste de la provincia de Zamora, lindante con tierras de León y Valladolid, está ocupada por el término municipal de Villanueva del Campo. Todos sus espacios se presentan despejados, animados levemente por lomas y vaguadas, pero dominando la llanura. Forman un complejo mosaico de fincas con formas geométricas, dedicadas al cultivo de cereales, entre las que no tienen cabida ni los montes ni los baldíos. Los pocos árboles existentes, chopos y álamos mayormente, se refugian a orillas del principal curso acuático local, el modesto arroyo de Valdehúnco, afluente del río Valderaduey por su margen derecha.

Villanueva del Campo (Tierra de Campos)

Villanueva del Campo (Tierra de Campos) / Javier Sáinz

Rememorando la historia local, se tienen noticias, fechadas en el 970 y 973, sobre la existencia de una aldea denominada "Villa Nova qui est in Campos Gotorum, aderente rivulo Aratoi", que se ha identificado con la actual población, pese a distar unos seis kilómetros del propio cauce del Valderaduey. Esos datos se encuentran en documentos relacionados con el desaparecido monasterio de Santiago de León. En el 1043 aparece designada como Villa Nova de Erramel Doniz. Ya en 1189, en códices de la poderosa abadía de Sahagún, mencionan el Concilio de Villanuova del Campo. A partir de esas fechas las citas son cada vez más frecuentes.

Villanueva del Campo (Tierra de Campos)

Villanueva del Campo (Tierra de Campos) / Javier Sáinz

Durante gran parte de la Edad Media los obispos leoneses fueron los dueños feudales del lugar. No obstante, en 1402 una religiosa del monasterio de Santo Domingo, situado en los arrabales de Madrid, llamada Sor Leonor Fernández, vendió todos sus bienes en Villanueva, en los que se incluían rentas, casas, tierras y vasallos, por 35.000 maravedíes, a Juan Fernández de Velasco, señor de Villalpando. A esa venta se unieron otras adquisiciones posteriores. Una de las trasferencias más importantes fue la compra, en 1486, del patrimonio que aquí poseía Pedro Álvarez de Osorio, Marqués de Astorga. Al fin los Velasco consiguieron hacerse con el señorío de la localidad, incluyéndola en su feudo de la Tierra de Villalpando. Debido a ello los representantes locales participaron en el famoso Voto de la Inmaculada proclamado en el año 1466. El rey Felipe IV, en el año 1654, otorgó al pueblo el título de villa que aún mantiene.

Villanueva del Campo (Tierra de Campos)

Villanueva del Campo (Tierra de Campos) / Javier Sáinz

Llegados al siglo XIX, gran importancia para el desarrollo local tuvo don Lorenzo Arrázola, que aunque nacido en Checa, Guadalajara, se casó con Ana Micaela Guerrero, natural de Villanueva. Este personaje desempeñó el cargo de Ministro de Gracia y Justicia con la reina Isabel II y también presidente del propio Consejo de Ministros. Desde su influyente posición benefició en lo que pudo a la localidad. Entre las obras que promocionó, una fue la reconstrucción de la iglesia de El Salvador, la cual había quedado destruida por un incendio.

Villanueva del Campo (Tierra de Campos)

Villanueva del Campo (Tierra de Campos) / Javier Sáinz

El lugar fue, y sigue siendo, uno de los más populosos de la provincia. Contó con cerca de 3000 habitantes alrededor del año 1900, de los cuales todavía conserva unos 800. Debido a tan alto censo y a la limitación de sus tierras, no demasiado extensas, sus habitantes destacaron por activos y diligentes, buscándose la vida con la instalación de talleres e industrias que fueron antaño bastante pujantes. Existieron fundiciones de hierro, tejeras, fábricas de harinas…, desaparecidas todas ellas en nuestros días. Parte de ese pretérito florecimiento se debió a la presencia de una estación en el ferrocarril de Medina de Rioseco a Palanquinos, cerrado en 1969, por donde se transportaban los productos que elaboraban.

El casco urbano local ocupa amplios espacios. Está formado por un conjunto de calles bastante complejo, que tienen como núcleo central la Plaza de España. Es éste un generoso recinto rectangular, con árboles y jardines en su centro. Lo preside el ayuntamiento, un notable edificio de dos plantas, de las cuales la inferior está ocupada por un soportal de siete vanos y con balcones en la superior. Una casona inmediata fue la residencia de los Condes de Villapadierna, engalanada con un par de blasones. En ella nació, en 1832, don Felipe Padierna, primer conde de ese título. Sobre otra vetusta vivienda afirman que en una de sus alcobas pernoctó el rey Pedro I, allá por el año 1356.

La iglesia parroquial de El Salvador se divisa desde la propia plaza, pese no abrirse directamente a ella. Es un edificio monumental de estilo neoclásico, cuyas formas actuales proceden de la mencionada reconstrucción financiada por Arrázola, realizada entre 1850 y 1860. Su fachada principal se abre hacia el este, por lo cual la orientación general del templo es la inversa a la habitual. Se combinan en ella con notable armonía, la piedra con ladrillo, contando con una generosa puerta rectangular, ventana en media luna por encima y sobrias pilastras laterales. Como coronamiento posee un frontón triangular en cuyo centro se muestra el reloj público. Pero lo más atractivo de esta parte es el par de torres gemelas, rematadas en agudos chapiteles piramidales. El interior resulta austero en cuanto a su riqueza artística, pues las imágenes y retablos se perdieron en su totalidad en el mencionado incendio.

Distante más de 300 metros hacia el oriente, asomando con energía por encima de las casas circundantes, se alza la iglesia de Santo Tomás, antaño consagrada a San Martín, Bien de Interés Cultural desde el 2021. Es un templo gótico, que ya existía en el siglo XIII, aunque la obra que vemos ha de ser posterior. Posee una cabecera poligonal, provista de contrafuertes en las esquinas. A ella se une una larga nave a la que se adosa un soleado pórtico en el lateral de mediodía, dentro del cual se abre la puerta. Pero el atractivo externo es más destacado es sin duda su esbelta torre. Posee cinco cuerpos, de los cuales los dos inferiores son de piedra, siendo los demás de ladrillo. Destaca el superior, con tres ventanales en cada cara, enmarcados por pilastras muy delgadas y con un friso de esquinillas por encima. Como coronamiento dispone de una cúpula sobre la que carga una estatua del Sagrado Corazón.

El interior aparece techado con bóvedas de crucería, contando con arcos fajones apuntados. La atención se concentra enseguida sobre el gran retablo principal, pieza muy notable del mejor estilo renacentista. Data de 1542, esculpido por el artista francés Jacques Bernard con quien colaboraron diversos discípulos. Transcurridos unos veinte años, lo policromaron los Carracejas, pintores de León. Se forma con una magnífica marquetería de columnas abalaustradas y pilastrillas cuajadas de grutescos, encuadrando numerosas escenas en relieve a las que se agregan tallas independientes de santos. En su centro se halla la imagen del titular, tenido como Santo Tomás, pero que al parecer en origen representó a San Martín.

No se agota con lo señalado la dotación monumental de la localidad. Singular importancia posee la ermita del Cristo, situada a la salida del casco urbano hacia el norte. Aunque en sus orígenes fue un sencillo humilladero, del que se tienen noticias desde el siglo XIV, vemos ahora un templo recio y voluminoso, de planta de cruz latina, con espadaña de tres vanos en el costado de poniente y pórtico al sur. Queda rodeado por un atrio, acotado por una corta pared sobre la que cargan las cruces pétreas de un viacrucis. La escultura del Crucificado venerada desde antiguo adquirió a partir de 1620 una gran fama como propiciadora de milagros. Relatan que estando una criada cuidado a un niño en los alrededores del santuario, en un descuido se le cayó el muchachuelo a un pozo allí existente. Al carecer de medios para salvarlo, en su desesperación, la mujerzuela acudió a los pies de Cristo para implorar auxilio. Escuchada su súplica, las aguas del pozo ascendieron milagrosamente, devolviendo sano y salvo al tierno infante. Desde entonces la fama de aquella efigie se propagó por la zona, incrementado en gran medida las devociones. Debido a los favores recibidos, los pueblos de la Tierra de Villalpando organizaron procesiones de acción de gracias en sucesivas ocasiones. Ahora es en el 14 de septiembre cuando le honran con las fiestas mayores locales.

Si el santuario admira por su exterior, destaca mucho más por dentro. Bajo una cúpula ornada con dibujos geométricos se alza el retablo mayor. Éste viene a ser una minuciosa y compleja obra barroca, muy fina en su talla, con suntuosas columnas salomónicas y dorados relucientes. En su centro se halla la talla titular del Santo Cristo, quedando a los lados un Ecce Homo y Jesús atado a la columna, aparte de los relieves de la Santa Faz y de la última Cena por arriba. Curioso es uno de los exvotos, con formas de antigua fragata.

Notable importancia tiene también la ermita de la Virgen de Valdehúnco, ubicada tres kilómetros hacia el sur. Viene a ser el recinto de cultos de una secular población que quedó yerma con el discurrir de los tiempos. Fue lugar importante, pues en 1468 poseía tres parroquias. De su historia se sabe que el rey Alfonso V se lo donó al conde Munio en el año 1002. Allí se venera a una imagen de la Reina de los Cielos que dicen la halló un perro escarbando en una junquera. El dueño del animal la llevó al pueblo, pero ella retornó sola al lugar de su hallazgo. El oratorio llegó muy decrépito a nuestros días, habiéndose beneficiado no hace mucho de una profunda restauración. En esas obras se sustituyeron las pilastras primitivas de los soportales por columnas nuevas y levantaron una espadaña de un solo vano. Dentro preside los espacios un modesto retablillo, con numerosas y graciosas cabezas de angelitos. Dos jubilosas romerías se celebran aquí a lo largo del ciclo anual. Una tiene lugar el día 1 de mayor, con carácter de rogativa. La otra, más masiva, se realiza por Pascua de Pentecostés. Hermosa es la procesión por los campos verdes circundantes.

A occidente de la ermita se alza el Teso Casares, posible ubicación del viejo castillo del desolado. Tiene unas formas llamativamente redondas, con cumbre plana, cual si fuera una gigantesca tarta. Existe una tradición que afirma que si una moza desea casarse y no le sale novio, sólo tiene que subirse a la cima del cerro y permanecer allí toda una noche. Tras esa acción conseguirá celebrar el matrimonio anhelado antes de que se pase un año.

El pueblo aún mantiene una pujanza destacada. Posee sucursales bancarias, tiendas, bares, restaurantes, farmacia, peluquerías, talleres, gasolinera, plaza de toros…, con lo que denota una notable vitalidad, sobre la que ha de basarse la prosperidad del futuro.