El descenso de las aguas del embalse de Nuestra Señora de Agavanzal ha dejado al descubierto decenas de bivalvos muertos, náyades o mejillones de río (Anodonta anatina), en el tramo de Puente Tera, entre los términos de Rionegro del Puente, Villardeciervos y Val de Santa María.
Algunos ejemplares trataron de sobrevivir enterrándose en las arenas. Depredadores, como las garzas, han dejado impresa su huella en el barro y en los cadáveres de otros animales, como los cangrejos americanos, cuyo exoesqueleto es visible en esta zona.
Parte de los ejemplares de náyade podrían llevar muertos algún tiempo en el lecho del río y haber quedado al descubierto al bajar las aguas, según otras fuentes consultadas por el diario.
Sin la concentración de náyades de otras veces, tras la retirada de la masa de agua por los desembalses estas últimas semanas, se rastrean los ejemplares dispersos por toda la zona donde convergen las aguas del arroyo Ciervas con las aguas del río Tera.
La Anodonta anatina que suele vivir en aguas embalsadas no es la especie protegida que vive en los afluentes del río Tera, Margaritifera margaritifera, que vive en aguas limpias. Está calificada, a diferencia de su prima de río, de «preocupación menor». Su ciclo reproductor es similar, en estado larvario infecta las branquias en un pez donde se desarrolla.
El régimen de explotación de las aguas de Agavanzal suele mantener un nivel constante con escasa oscilación, salvo cuando hay previsión de grandes lluvias o deshielos, en otoño y primavera, ya que el embalse de Cernadilla es el de regulación.
El agua embalsada hasta el pasado martes era de 18 hectómetros cúbicos, el 50% de su capacidad, frente a los 27 hectómetros cúbitos y el 75% de su capacidad respecto al mismo periodo del pasado año. En la última semana el descenso ha sido de tres hectómetros cúbicos.