Medio siglo de un restaurante emblemático de Puebla de Sanabria
En 1973, Pedro Vara Sanza y Amada de la Iglesia Suáñez abrieron en la plaza del Arrabal el restaurante "Peamar", que 50 años después sigue regentando su hijo menor
La familia Vara de Puebla de Sanabria conmemoraba recientemente el 50 aniversario de la apertura de uno de los restaurantes más emblemáticos de la concurrida Plaza del Arrabal de la villa, el "Peamar". Cinco décadas de historia donde los cambios se han superpuesto desde el propio edificio, la nueva generación que dirige el establecimiento, hasta clientes y gustos. En estos momentos es difícil contratar personal pero en el caso de este restaurante mantiene la plantilla desde hace años. "Somos como una familia", reconoce Pedro Vara de la Iglesia, el actual gerente del establecimiento.
Los fundadores del establecimiento de hostelería fueron el matrimonio Pedro Vara Sanz y Amada de la Iglesia Suáñez. El patriarca de la familia entró con 18 años a trabajar en el hotel María Cristina de San Sebastián en los años 50. Natural de Tábara, regresó a la capital para trabajar cuando le propusieron –Justo Pichel y Pepe Somoza– hacerse cargo de Los Perales. Era agosto de 1961 y permaneció 12 años de encargado en el establecimiento. Pedro, de 90 años, y Amada, de 88 ,disfrutan de su jubilación en un clima menos frío.
"Mi padre venía para trabajar un verano y han pasado 50 años", dice su hijo con ese guiño de las casualidades de la vida. El 1 de mayo de 1973 aparecía la oportunidad de hacerse cargo de la conocida y longeva Fonda de la Rosario. Amada fue decisiva: "Fue mi madre, más decidida, la que empujó a mi padre a quedarse con la fonda". En esos años se ejecutaban los accesos a la carretera de Galicia.
Pedro "hijo" recuerda aquellos inicios cuando en el edificio había un patio trasero donde se almacenaban las cajas de botellas, que en esa época eran retornables, y comer sobre las cajas.
Los tres hijos del matrimonio Yolanda –la mayor, que llegó con solo 8 meses– Alberto y Pedro –que nacieron afincado el matrimonio en Puebla– ayudaban en el negocio cuando volvían del colegio de las monjas. En la fonda no faltaba trabajo, "desde hacer camas, planchar la ropa, limpieza...". Pedro reconoce que "a mí me gustaba el trato con el público. Antes era diferente, era un trato más cercano con los clientes".
Ni qué decir tiene que por esa época había más clientes que se desplazaban desde los pueblos, en días señalados como las ferias y las fiestas, que turistas, y también había menos comodidades. El desayuno era "pan de molde, mermelada y mantequilla". Su madre, Amada, se encargaba de toda la cocina, de todos los platos desde el marisco a los platos típicos de la comarca, porque "lo aprendió y lo hacía todo aquí. Mi madre no aprendió en escuela de cocina, sabía lo que sabe una ama de casa".
En aquellos primeros años "corría el marisco como corre ahora la croqueta o la tortilla", había otras preferencias en las consumiciones. El cliente es ahora más selecto y más exigente, pero "el 90% son muy agradecidos" y el hecho es que repiten cuando visitan la villa, entre un 70% y un 80%. Hay clientes que llevan más de 35 años y que ya venían cuando su padre dirigía el negocio familiar, que Pedro "hijo" comenzó a dirigir en 1996.
Pedro cuenta una anécdota reciente cuando un cliente le pidió un determinado plato que no está en su carta y le remitió al establecimiento de otro compañero. Al cabo del tiempo el cliente volvió satisfecho y con un "hoy como aquí por lo bien que me trataste mandándome a otro restaurante". Nombres propios como Mario Conde, Sancho Gracia, Emilio Estévez, El Juli, Sara Montiel, Carlos Herrera, entrenadores de fútbol, y profesionales del ciclismo como Lale Cubillo son algunos de los destacados visitantes al establecimiento.
La falta de respeto por el trabajo de quien está detrás de un mostrador es algo negativo en los últimos tiempos para esta profesión en la que el dueño hace 12 ó 14 horas de trabajo y los dolores de cabeza que se lleva a casa al terminar la jornada. Otro problema es la falta de personal.
En el Peamar trabajan 4 personas todo el año y el matrimonio Pedro y su mujer Cristina Gonçalves Carvalho, que entró de ayudante de cocina. Algunos de los trabajadores llevan 25 años en la casa. Un día la titular de la cocina no acudió a su trabajo tras las vacaciones y Cristina se puso al frente de las comandas. Subraya que el personal es tratado como una gran familia.
En general hay buena relación entre los hosteleros del Arrabal y "cuando descansa uno o cierra unos días procuramos quedar alguno para no dejar sin servicio a los clientes de la plaza".
El gerente actual reconoce que le gusta dar un buen trato a los clientes, pero no es partidario de lo que sucede con las redes sociales "con comentarios de personas que no han pisado tu local y te ponen una mala crítica".
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