Entrevista | Julio Antonio Camarero Palao Científico e investigador en EE UU

«La inmunoterapia ha sido uno de los saltos más sobresalientes para la cura del cáncer»

«Hemos avanzado mucho, pero todavía hay tumores que no se pueden curar. En poco tiempo habrá sorpresas y, por cierto, muy buenas»

El doctor Camarero Palao en su laboratorio de la USC |Cedida

El doctor Camarero Palao en su laboratorio de la USC |Cedida / Santiago Samaniego

Santiago Samaniego

Decía el médico y músico uruguayo Jorge Drexler que «hablar con un científico es como hacerlo con un poeta: viven en éxtasis contemplando la realidad». El doctor Camarero Palao (Barcelona, 1967) trasciende esta reflexión. Es un gran investigador no exento de humildad y sencillez cualidades que suelen tener los «grandes».

Se doctoró en Ciencias Químicas con Premio Extraordinario en la Universidad Central de Barcelona en 1995 y ejerce esta profesión desde 1996 en tierras americanas. Su ascendencia saucana le viene por su madre Vicenta, hija del veterinario Juan Palao y María Nieto, y catalana por su padre Julio, hijo de Julio Camarero Martín sargento de la Guardia Civil en el Puesto de Fuentesaúco (1957) y de Rosa Subirats.

-¿Qué influencia tuvo su padre químico en la elección de carrera?

-Mi padre actuó como un germen, fue semilla que tienes que plantar para que prospere. Mis hermanas, Marta y Nuria, hicieron Farmacia en variante médica, y yo me decanté por la Química. En mi casa se daba un ambiente proclive, con selecta biblioteca e interesantes conversaciones; de haber nacido en otra familia, esto no hubiera sucedido. Tanto la tesina como la tesis doctoral las realicé con el profesor David Andreu sobre vacunas sintéticas, producidas químicamente contra la fiebre aftosa que es endémica en España con efectos destructivos en la ganadería y la economía. Durante este tiempo, la ayuda económica de mis padres fue fundamental además de una beca que me dio el Ministerio por mis buenas calificaciones para poder seguir con mi carrera investigadora.

En mi casa se daba un ambiente proclive, con selecta biblioteca e interesantes conversaciones

–¿Cómo comienza su trayectoria profesional en los Estados Unidos?

–Al terminar mi doctorado, me voy a hacer un postdoctoral de tres años financiado por el Estado español a la Rockefeller University de Nueva York. Allí aprendí a trabajar en un laboratorio con sus técnicas, y lo hice sobre síntesis de proteínas. Comencé a ser más independiente, a tener ideas propias y desarrollarlas. Trabajé mucho y duro, tenías que dar lo mejor de ti, en un ambiente muy competitivo que si no dabas lo máximo no prosperabas, pero fue una experiencia muy enriquecedora.

–¿Y después?

–En el año 2000 me voy a San Francisco, al Laboratorio Livermore y empiezo a moverme hacia sistemas biológicos (antes era más químico). Aquí me formé todavía más en aspectos científicos y humanos porque no sólo estás haciendo ciencia sino que tienes que desarrollarte en un entorno social complejo por envidias y zancadillas, y mejoro mi «training» para poder desarrollarme socialmente e interactuar con otros científicos. En USA para hacer ciencia tienes que conseguir dinero, es muy cara, y la consigues a través de un “sponsor” que puede ser interno o externo (la propia Universidad, fundaciones científicas o de tipo gubernamental, normalmente las más generosas). Habitualmente escribes un proyecto y el «sponsor» valora cuál es el mejor, el más apropiado y meritorio entre cientos de ellos: es una gran competición. La jerarquía científica en Estados Unidos va por Laboratorios. Cada uno de ellos trabaja para un investigador principal, que es el cabeza del laboratorio y tiene gente trabajando para él (estudiantes, doctorandos, personal técnico, etc.). Aquí comienzo a ser mi propio jefe y esto me permitió trabajar en la Universidad de California (USC) donde estoy actualmente desde el año 2008.

Tengo una doble función: docente e investigadora. Ahora trabajo en hacer evolución molecular

–En esta Universidad, ¿en qué consiste su trabajo?

–Tengo una doble función: docente e investigadora. Ahora trabajo en hacer evolución molecular. Partimos de una molécula que es inactiva pero muy estable y la «entrenamos» para que reconozca algo que nosotros queremos que reconozca. Luego utilizamos estas moléculas para interaccionar con las proteínas que no funcionan de manera adecuada en las células cancerosas. Ahora estamos haciendo «terapia target», cotejamos una célula normal con una cancerosa para atacar lo diferente. La estrategia es que selectivamente sólo vamos a la célula cancerosa utilizando algo que destruya esa anormalidad. Precisamente, esta es la diferencia con los anteriores tratamientos que eran más agresivos y destructores. Esto lo hemos hecho a nivel preclínico en colón rectal y ahora lo estamos aplicando al pulmón y al pancreas.

–¿Qué opinión te merece la terapia de CART-T para combatir tumores cancerosos?

Las CART-T son células del paciente que han sido extraídas, se le ha hecho una especie de ingeniería para que aprendan a reconocer las células de cáncer, cuando son reintroducidas en el paciente, van y buscan las células cancerosas y las destruyen. Funcionan muy bien en tumores líquidos, cánceres de sangre (linfomas, leucemias, etc.); no responde adecuadamente para tumores sólidos. Por eso se está investigando más en esta rama ya que estos cánceres son más complicados, porque tienen su propio mundo.

La inmunoterapia consiste básicamente en manipular un tipo de células de tu propio sistema inmunitario para que lo ayude a combatir el cáncer atacando dirigidamente al tumor maligno.

Nuestro laboratorio está intentando acceder al cerebro no sólo para curar cáncer sino también para atacar enfermedades neurovegetativas

–¿Puede ser la inmunoterapia una de las soluciones para su cura?

–Sí, sí, por supuesto. Ha sido uno de los saltos más increíbles y sobresalientes. Antes, gente que estaba deshauciada se ha podido curar con este tipo de tratamiento. Está funcionando muy bien en melanoma, cáncer rectal y de pulmón. Hemos avanzado mucho pero todavía hay cánceres que no se pueden curar. En poco tiempo habrá sorpresas y, por cierto, muy buenas. Hoy, uno de los problemas es el de los tumores del cerebro ya que para acceder a él hay que cruzar la barrera cerebroespinal, es un desafío que tenemos ahora. De hecho, nuestro laboratorio está intentando acceder al cerebro no sólo para curar cáncer sino también para atacar otro tipo de enfermedades neurovegetativas como Alzheimer, Parkinson, Esclerosis Múltiple, etc.

–¿Qué solución a corto plazo tienen estas enfermedades?

–El Alzheimer todavía no tiene solución. Los medicamentos que hay no son del todo efectivos; hace falta más investigación. El Parkinson es diferente, es complicado, se está investigando más. Todavía no hay un tratamiento efectivo; hay alguno que empieza a mostrar alguna efectividad, pero es parcial. Para lo que sí hay buenos tratamientos es para la Esclerosis Múltiple. Es autoinmune: tu propio sistema inmune atacando los nervios y destruyéndolos. Es justamente lo contrario del cáncer. Se está investigando en profundidad otras enfermedades autoinmunes como la diabetes, tipos de anemias hemolíticas que atacan a los glóbulos rojos, la enfermedad de Hashimoto que ataca al tiroides, el lupus que afecta a la piel, a los riñones y tejidos y se da mayoritariamente en mujeres, de entre 50 y 60 años y la artritis reumatoide. El único tratamiento es inhibir el sistema inmune utilizando inmunosupresores, medicamentos que paralizan el sistema inmune.

Recuerdo a mis abuelos Juan y María y los veranos que pasábamos allí cuando íbamos en carro a la huerta del Cuaiz

–¿Qué importancia puede tener la ingeniería genética en la solución del cáncer?

–Es complejo y costoso. Si tú tienes una enfermedad, cáncer por ejemplo, con una proteína mala que está mutada, pues quitemos esa proteína, evitar el genoma y poner una copia de la proteína buena. Pero, claro, lo tienes que hacer en todas las cancerosas (habrá miles de millones); basta que te saltes una, para que esta vuelva a colonizar. En definitiva, el sistema de editaje no es perfecto y, por eso, la ingeniería genética está en pañales. Probablemente en un futuro tendrá un buen rol si tuviéramos la posibilidad de editar el genoma de manera perfecta sin efectos secundarios. Se ha intentado a nivel de embriones con pocas células, pero es complicado. Ahora estamos en la infancia en estos procesos. Tenemos que aprender e investigar más. La terapia contra el cáncer ha cambiado mucho, ahora hay muchas enfermedades y tipos de cánceres que se curan. Esto cuando yo era niño era sentencia de muerte.

–¿Qué recuerdos le quedan de Fuentesaúco?

–Recuerdo a mis abuelos Juan y María y los veranos que pasábamos allí cuando íbamos en carro a la huerta del Cuaiz y llevábamos botellitas de vino y gaseosa con riquísimos bocadillos de membrillo que hacía mi abuela.

(El deseo es que vuelva alguna vez a estas tierras con su familia con su mujer Yolanda, también doctora en químicas, y su hija Sara, estudiante de medicina en la Davis University. Le deseo que prosiga tus exitosas investigaciones para el bien de la Humanidad).

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