La aldea de Zamora de veinte casas y tres calles que pide lo básico: agua potable

Los contados vecinos de la Dehesa de Valdemimbre, reconocida hace una década como anejo de Sanzoles, reclaman el abastecimiento en las casas

José Antonio García Martín, portavoz de los vecinos de la Dehesa de Valdemimbre. | LOZ

José Antonio García Martín, portavoz de los vecinos de la Dehesa de Valdemimbre. | LOZ

Hubo un tiempo en que ni siquiera se consideraba barrio. "Diseminados Rústicos" era el calificativo otorgado la Dehesa de Valdemimbre, donde se asientan unas veinte casas sobre tres calles, trabajan tres empresas y los vecinos establecidos se cuentan con los dedos de una mano.

Hasta que un acuerdo de Pleno, votado por toda la Corporación de Sanzoles en el año 2012, atendió la petición de los vecinos y la Dehesa de Valdemimbre fue reconocida como anejo de este Ayuntamiento de la Tierra del Vino. El fin del abandono administrativo secular fue una pequeña conquista entre las fatigosas batallas que arrastran los pobladores de este pequeño núcleo, con José Antonio García Martín a la cabeza. A sus 84 años, este maestro jubilado se resiste a marcharse del lugar donde nació y por el que pelea con uñas y dientes para mantener con dignidad la vida de la Dehesa de Valdemimbre.

No son pocas las carencias que sufren quienes allí viven y trabajan, pero por encima de todo reclaman abastecimiento de agua. "No tenemos agua potable ni desagües, a mis 84 años y con mi mujer enferma, tengo que acarrear el agua con un tractor viejo. Tenemos que ir a Zamora a ducharnos. Pagamos los impuestos como todo el mundo y nos tienen abandonados. No hay ninguna dehesa que esté en estas condiciones" se queja José Antonio García Martín.

Después de insistentes peticiones al Ayuntamiento de Sanzoles, los vecinos consiguieron el año pasado el compromiso de la actual alcaldesa, María Mulas, pero todo se fue al traste. "Cuando ya lo teníamos en la mano nos dijo que no había dinero porque se lo había comido las facturas del alumbrado público". Y vuelta a empezar. Harto de no conseguir nada, José Antonio se presentó no hace mucho en la Diputación Provincial con la intención de contarle el problema al presidente. Fue inútil, llegó casi a la misma puerta del despacho, pero la oficialidad requiere cita previa y protocolos que el hombre no alcanza a entender. De nuevo a casa con las manos vacías.

Un tractor tira de un vehículo atascado el camino a la dehesa. | Cedida

Un tractor tira de un vehículo atascado el camino a la dehesa. | Cedida / Irene Gómez

Hasta el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, tiene una carta de José Antonio. "Su abuelo fue uno de los propietarios de la Dehesa, seguro que no se resulta desconocida". Tampoco hay respuesta. "Ya no sé dónde tocar. Solo me queda la prensa, contar lo que nos pasa y a ver si nos hacen caso". Argumenta el poblador más mayor y veterano de la Dehesa de Valdemimbre que la obra de abastecimiento "no sería tan costosa porque un vecino pone el pozo gratuitamente".

No alcanzan a entender los habitantes de este núcleo, creado a principios del siglo XX por José Núñez Valencia y Escarpizo, y los hermanos Patricio y Ángel García Alonso, "cómo nos tienen así de abandonados si pagamos impuestos como todo el mundo. La Dehesa tiene vida, cuando crié a mis hijos éramos veinte familias, tenemos iglesia, hubo hasta escuela pública y ahora en estas condiciones quién se va a quedar aquí. La gente viene los fines de semana, pero sin agua cómo van a querer vivir".

Las conquistas en la Dehesa de Valdemimbre son auténticas proezas. Consiguieron la luz eléctrica, la pavimentación de dos de las tres calles, contenedores de basura, pero siguen con unos accesos decimonónicos y sin un servicio esencial como el agua en las casas.

Las demandas se cuentan por años. En 2017, José Antonio García ya solicitó una entrevista con la entonces presidenta de la Diputación para exponer el "lamentable estado de las infraestructuras de la Dehesa de Valdemimbre". Denunciaba la situación de los accesos al pueblo, un camino sin asfaltar y en continuo deterioro por el tránsito de vehículos de gran tonelaje que acuden a trabajar. "Seguimos igual" lamentan el representante vecinal seis años después.

"Estamos peor que en África. Con todo el respeto del mundo, que quiero mucho a los animales, los burros de Madridanos viven en mejores condiciones que nosotros. Por favor, es tan difícil que nos pongan el agua en las casas".

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