Los condenados antruejos de 1907: prohibido disfrazarse de cura o militar

Hace 116 años Alcañices reguló los carnavales: prohibido arrojar ceniza, agua, harina, o disfrazarse de cura y militar

Carnaval de Sao Martinho de Angueira, pueblo vecino de Alcañices, al otro lado de la frontera hispanolusa.

Carnaval de Sao Martinho de Angueira, pueblo vecino de Alcañices, al otro lado de la frontera hispanolusa. / Chany Sebastián

Los pueblos de la Raya entre Aliste y Tras os Montes vivieron durante siglos unos de los rituales festivos más ancestrales y estrafalarios, picaresca e imaginación pura, coincidiendo con las «carnestolendas», período que comprende los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza en que comienza la Cuaresma.

La Vicaría de Aliste y Alba, perteneciente a la Archidiócesis de Compostela desde el siglo XIII hasta 1888, llegó a prohibir las mascaradas dentro de las iglesias y ermitas e incluso fuera, en los «sagraos», lugar donde se recibe a los finados en los funerales y a los novios en las bodas. Durante el reinado de Alfonso XIII también los ayuntamientos y concelhos restringieron parte de los carnavales.

Las ordenanzas municipales de la villa de Alcañices del 14 de septiembre de 1907 –Código Local confeccionado bajo los auspicios de los concejales Santiago Prieto y Rafael García– fueron las primeras y únicas en intentar regular la celebración de los carnavales rayanos. Sin embargo, la picaresca alistana y trasmontana buscó los resquicios para sobrevivir.

La normativa controlaba incluso la manera de disfrazarse: «Las máscaras sólo se permitirán el Domingo, Lunes y Martes de carnaval, quedando prohibido usar por disfraz trajes de ministros de la Iglesia (curas), de los cultos tolerados, de militares y demás funcionarios del Estado» y «no se permitirán comparsas que ofendan la religión del Estado, a los demás cultos tolerados, a las autoridades o a las buenas costumbres». Ninguna persona disfrazada podía, con o sin careta, «llevar armas o palos, aunque lo requiera el traje que vista».

Los condenados antruejos de 1907

Los quintos de este año en Alcañices preparan la hoguera para el carnaval. / Chany Sebastián

«No te pases que te aplico el Artículo 100». Este dicho, aparece en manuscritos, era habitual durante la monarquía de Alfonso XIII y durante la Guerra Civil, lo que muchos no sabían era que se refería a las ordenanzas alcañizanas y muy en concreto a su disposición cien: «Sólo la autoridad o sus delegados podrán mandar quitar la careta a la persona disfrazada que con insultos o modo indecoroso altere el orden o cometa alguna falta, en contravención a las prescripciones».

En la villa de Alcañices se prohibía entonces «que en los días de carnaval se arroje agua, harina, ceniza u otros objetos que puedan ensuciar, hacer daño y malestar al público». La alistana cernada (ceniza) es esparcida a las mozas por la Filandorra de mascaradas de Los Diablos (Sarracín), El Atenazador (San Vicente), Los Carochos (Riofrío) y Los Cencerrones (Abejera).

La sentencia final era demoledora: «Los enmascarados que faltaren a estas prescripciones serán detenidos y puestos a disposición de la autoridad para los efectos que haya lugar».

Llegados al apartado del «sosiego público» se prohibían «las cencerradas u otras manifestaciones tumultuosas, así como disparar armas de fuego en el interior de la población y a 500 metros de lo urbanizado». Las Cencerradas tenían entonces dos vertientes, una propia de las mascaradas y antruejos donde los diablos portan las cencerras (machos y hembras) de vacas y ovejas. La otra solían hacerla no los mozos, sino los casados, en la víspera del «casamiento» (Domingo de Pregones), cuando quienes iban a contraer matrimonio, los dos o uno de ellos, eran viudos.

Representaciones en el auditorio «Tratado de Alcañices» con motivo del carnaval. | Ch. S.

Carnaval de Sao Martinho de Angueira. / Chany Sebastián

Se prohibía «producir ruidos, dar gritos y proferir expresiones que pierdan ofender la decencia y alterar el buen orden». Por estos motivos las autoridades durante los tres días de carnestolendas aplicaban con el máximo rigor el apartado de «moralidad pública» donde se dejaba muy claro que «los que dieren escándalo con actos o palabras; entonaran canciones obscenas o inmorales; profirieren palabras de la misma índole a cualquier hora del día o de la noche en estado de embriaguez y pretendieren que los animales de que sean dueños ejecuten actos indecorosos en la vía pública que ofendan el pudor y buenas costumbres, serán multados con la multa de 5 a 25 pesetas».

Prohibiciones en Semana Santa en Alcañices

La Cuaresma daba paso a la Semana Santa, también con restricciones especiales para la vecindad: «Quedará expedita la circulación por las calles y plazas del tránsito que lleven las procesiones y durante estas no se promoverán disputas, ni se proferirán denuestos que perturben el libre ejercicio del culto descubriéndose todos al paso del Santísimo Sacramentos y de las Santas Imágenes».

Cumplidos 116 años de las históricas prohibiciones los tiempos han cambiado y hoy ya, en plenas democracias en España y Portugal, alistanos y trasmontanos están viviendo las carnestolendas dando rienda suelta a sus ocurrencias y picarescas antes de la Cuaresma.

En la villa el Auditorio Municipal «Tratado de Alcañices» volvía a registrar un lleno para disfrutar de un carnaval donde los propios alcañizanos y alcañizanas fueron los grandes protagonistas con sus disfraces, chanzas, comedias y picarescas.

Representación de carnaval en el Auditorio Tratado de Alcañices.

Representación de carnaval en el Auditorio Tratado de Alcañices. / Ch. S.

Al otro lado de la frontera, en la aldea de Sao Martinho de Angueira, los trasmontanos salían a la calle y, cosas de la vida, al son de la gaita de fole los curas, obispos y guardinhas fueron el alma, corazón y vida del antruejo, algo que allá por 1907 les hubiera levada entre rejas. Incluso simularon una procesión portando en andas a un tranquilo gallo pedrés.

Hoy, Martes de Carnaval, es en Aliste el Día del Antruejo, una fecha muy señalada y sin escuela donde los rapaces y rapazas celebraban la mascarada pidiendo casa por casa (Diablo, Fillandorra, Gitano y Huevero) compartiendo luego una convidada con las viandas recibidas preparadas al pote alistano.

Un histórico ritual que agonizó y murió víctima de la despoblación galopante originada por el éxodo rural de los años 60 y 70 que dejó a los pueblo sin rapaciadas, sin escuelas y sin antruejos.

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