Entrevista | María Pilar Panero García Directora de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid

"Con tantos zamoranos en la diáspora, las tradiciones son un medio para aglutinar"

"Hay que sacar los estudios etnográficos de la casilla de pasatiempo académico"

Pilar Panero en el Palacio de Santa Cruz, sede del Rectorado de la Universidad de Valladolid

Pilar Panero en el Palacio de Santa Cruz, sede del Rectorado de la Universidad de Valladolid / Isaac Macho

Pilar Panero García, sayaguesa de Almeida y Doctora en Antropología Social, es la nueva directora de la Cátedra de Estudios sobre la Tradición de la Universidad de Valladolid. Compagina su tarea docente con la investigación, publicación de artículos y participación en cursos y actividades de carácter divulgativo. Como responsable de la institución encargada de velar por el patrimonio cultural y etnográfico de Castilla y León, Pilar Panero se aferra a la referencia y devoción de sus maestros: su antecesor en el cargo José Luis Alonso Ponga y el músico y divulgador de la cultura tradicional Joaquín Díaz.

–Sucede al frente de la Cátedra a una persona con brillante trayectoria, carisma y conocimiento como es el profesor Alonso Ponga. Un desafío en esta etapa que inicia.

–Me supone un desafío pero, como llevo vinculada a la Cátedra desde el año 2005, tengo una perspectiva histórica de lo que han hecho José Luis Alonso Ponga y Joaquín Díaz. La Cátedra es la rama universitaria de la Fundación Joaquín Díaz. Aunque están jubilados, los dos siguen vinculados como directores honorarios y continúan haciendo cosas. No me han dejado sola en ningún momento.

–Una institución que vela por el patrimonio cultural de esta Comunidad, el campo es inmenso casi diría que inabarcable.

–La verdad es que se hacen muchísimas cosas. Esta Cátedra de la Universidad de Valladolid surgió porque en un momento dado un rector, Fernando Tejerina, tuvo una sensibilidad especial hacia este tema. El resto del rectores la han mantenido y con los vicerrectores siempre hay un buen trato. Se hace mucha divulgación y cooperación con otros grupos, y la Universidad canaliza algunas cuestiones que se plantean en torno a la tradición.

No creo demasiado en lo esencial, en lo ancestral; muchas veces estamos enfermos de historicismo

–¿Cómo se aborda un tema con un espectro tan amplio?

–Pues poco a poco. Evidentemente nosotros no sabemos de todo, aunque me atrevería a decir que Joaquín y José Luis sí. Pero se trata de una labor de gestión a través de actividades en las que participan especialistas de su tema, porque la tradición es tan amplia que de alguna manera hay que acotar. Joaquín Díaz todos los años organiza varios simposios. Ahora estamos con un ciclo de conferencias sobre ‘El acervo común’, que se celebran el tercer sábado de cada mes en Urueña y están abiertas a todo el mundo hasta completar el aforo. La última actividad grande organizada ha sido un congreso sobre máscaras y patrimonio en La Bañeza junto a otras instituciones. No todo lo hacemos nosotros solos pero sí que intentamos que tenga el sello de calidad de la Universidad.

–Incide mucho en la importancia de unir fuerzas para velar por el patrimonio y el resurgimiento de tradiciones.

–Sí. Hay grupos que son muy peleones, como la asociación ‘Amanecer de Aliste’. En marzo celebramos una exposición en el Museo Etnográfico sobre los Carochos y ahí estamos varias instituciones. Antes la habíamos llevado a Riofrío e hicimos un proyecto piloto con el Instituto de Alcañices. Teníamos previsto llevar la exposición a varios institutos de la provincia de Zamora, pero no hemos sido capaces de revivirlo después de la pandemia.

Una tradición o rito no tiene por que ser antiquísima para funcionar, ahí está el ejemplo de la procesión de las Capas Pardas de Zamora

–Hablando de los Carochos de Riofrío, Zamora es una de las referencias fundamentales en las mascaradas de invierno.

–No solo es uno de los puntos fundamentales en el momento del rito. En una tierra como la nuestra en la que estamos tantísimos zamoranos en la diáspora, la mascarada es el mejor medio para aglutinar a la comunidad a lo largo de todo el año. En otros sitios es la Semana Santa u otro tipo de actividad festiva relacionada con antiguos ritos, aunque la mayor parte de ellas son performance. A la tradición siempre le damos una idea de historicidad, pero realmente lo que hacemos sistemáticamente es coger lo que nos interesa de lo que nos han dejado los mayores y adaptarlo a nuestra conveniencia.

Pilar Panero en el Palacio de Santa Cruz de Valladolid

Pilar Panero en el Palacio de Santa Cruz de Valladolid / Isaac Macho

–¿No hay un riesgo de que en ese intento de supervivencia de la tradición se pueda perder la esencia de ese rito?

–Yo es que no creo mucho en las esencias. Creo que hay personas que tiran y tienen un apego especial o una actitud positiva hacia la cultura tradicional. En lo esencial o en lo ancestral no creo demasiado porque muchas veces estamos enfermos de historicismo. Eso de que todo tiene que tener un origen remoto, pues hay tradiciones que funcionan estupendamente sin perderse en la noche de los tiempos. Un ejemplo muy claro es la procesión de las capas pardas, el Miércoles Santo en Zamora. Es de los años 50 y funciona estupendamente; es una cofradía emblemática que en su momento se hizo con una estética arriesgada. No pegaba en lo que era la Semana Santa de Zamora y sin embargo funciona bien porque identifica. Es decir, no todo tiene que ser antíquisimo. Cuando dicen que las mascaradas vienen de la prehistoria, me pregunto si algún investigador puede sostener eso. Las mascaradas actuales, como mucho vienen de la reforma que se hizo en el siglo XIX y a partir de los años 70 son recuperaciones en la mayor parte de los casos.

Jornadas sobre "El acervo de lo común" en Urueña

Jornadas sobre "El acervo de lo común" en Urueña

–Algunas recuperaciones llegan hasta hoy, como el caso de Sesnández, ¿por qué ese afán de rescatar estas manifestaciones?

–Hay una sinergia. Siempre hemos funcionado por imitación o porque algo se difunde. Ahora los medios de comunicación, como La Opinión de Zamora, transmiten que una comunidad está recuperando su mascarada y hay un grupo de personas que quieren intentarlo también. Todo lo que sean actividades civiles, bien para el ocio o la promoción de la cultura, bienvenidas sean.

Hay buena materia prima para lanzar la propuesta de las mascaradas de la Raya como patrimonio de la Unesco

–Defiende una visión muy libre de la tradición, incluso compatible con la modernidad.

–Nosotros reflexionamos sobre la tradición, pero exenta de romanticismo y de esencialismo, con el que no estamos de acuerdo. Porque al final siempre que llegamos ahí terminamos en una utilización de la tradición, bien para nacionalismos o para discursos triunfalistas, o movimientos totalitarios que lo que hacen es sesgar la riqueza de la propia tradición. Porque la tradición es plural; de hecho, algo que ha condicionado a las culturas tradicionales en primer lugar ha sido el comunitarismo, pero eso se ha perdido. En general la tradición siempre se ha manifestado de forma muy sensata. Lo primero que ha regido ha sido el sentido común y buscar soluciones creativas para situaciones diferentes. Pero cuando se hace un uso sesgado, acabamos con algo que funciona estupendamente.

–¿Tiene posibilidades de prosperar la propuesta para reconocer las mascaradas de la Raya como patrimonio de la Unesco?

–Realmente se ha hecho un expediente para una candidatura Unesco de 51 mascaradas, 31 de Portugal, 19 de Zamora y una de Salamanca. Hay buena materia prima. Llegar a la Unesco es difícil, pero en este caso no ha sido un imposible, con el apoyo de otras instituciones.

Soy una devota de mis maestros, José Luis Alonso Ponga y Joaquín Díaz

–La cooperación con Portugal es un hecho cada vez más evidente más allá de la frontera.

–Tenemos una frontera líquida. Yo aquí apelo a una película que me gusta mucho, "La gran ilusión" de Renoir, que viene a decir que las fronteras son un invento de los hombres. Al final nos movemos por otras cuestiones que nos identifican más.

–Hasta qué punto la fiesta y las tradiciones contribuyen a recuperar la vida perdida en territorios envejecidos.

–En la evolución del cambio de la tradición no estamos hablando ahora mismo de culturas campesinas, que ya han desaparecido porque no hay campesinos. Podemos hablar de mundo rural que ahora es un mundo urbanizado que en momentos puntuales se desplaza al campo, ahí está la clave. En la Cátedra se hace una reflexión sobre la tradición exenta de romanticismo y de todos esos esencialismos. La idea es sacar los estudios etnográficos de la casilla del pasatiempo académico y eso se hace con rigor científico.

–¿Se abusando de esa tentación de apelar a la esencia cuando hablamos de tradiciones?

–Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor a nosotros no nos gusta nada. Aunque tengamos una actitud positiva y respetuosa con la cultura tradicional, también hace falta empatía con los actores de esas tradiciones, con la comunidad que hace una mascarada o cualquier otro tipo de rito. Y cuando hacemos un trabajo de una comunidad, nos gusta entregarlo. Que tú puedas devolver de alguna manera lo que el grupo te aporta para una investigación.

–¿Al final el patrimonio va a ser lo que nosotros queremos que sea?

–Sí. Cada grupo va a decidir lo que va a rescatar y lo que va a dejar. Pero si hay una etnohistoria hecha o estudios sobre cómo ha sido la vida en el pasado, también desde el punto de vista etnográfico, las comunidades siempre pueden en un momento dado recuperarlo. Se me ocurren recuperaciones después de 80 años como el caso de la mascarada de Triufé, en Sanabria. Evidentemente el grupo que la pone en marcha ya no es el mismo, pero sí que se mantienen algunos elementos que se consideran emblemáticos.

Pilar Panero García

Pilar Panero García / Isaac Macho

–¿Qué importancia tienen los actores en la perpetuidad de una tradición?

–Cada grupo hace de su capa un sayo. Desde nuestra Cátedra de Estudios sobre la Tradición lo que tenemos que hacer es investigar bien, pero también escuchar a la gente viva, que es lo que tiene sentido para nosotros. Ahora lo que tiene sentido es ver cómo la gente se asocia en torno a una fiesta. Y en este caso el tema de la tradición es completamente recurrente en un momento de regresión demográfica brutal, que concretamente en nuestra provincia es alarmante.

–Hay incluso mascaradas que se trasladan al verano.

–Sí, hay varias que se celebran en verano y algún caso incluso extraño como el de Almeida, que mantiene la mascarada en carnaval. En mi opinión ha sido un desplazamiento de otra mascarada de primeros de año. Y se celebra también en verano. Otras recuperaciones extemporáneas son las de Pobladura de Aliste, San Vicente de la Cabeza y sin continuidad en La Torre de Aliste.

Con Portugal tenemos una frontera líquida; como dice Renoir en 'La gran ilusión', las fronteras son un invento de los hombres

–¿Cómo se presenta el futuro del patrimonio cultural?

–El patrimonio, como el resto de las producciones culturales, es lo que nos ha hecho sobrevivir a la especie con respecto a otras especies. Podemos elegir el valor que le damos a todas estas culturas populares, que no solamente son rurales. Entonces será lo que cada grupo quiera hacer con lo suyo. Y muchas veces las tradiciones se mantienen con gente de fuera, eso hay que asumirlo. Al igual que hay ritos de varones que sobreviven por la participación de mujeres.

–Es tan sangrante el problema de la despoblación que a veces no hay personas para que las tradiciones puedan continuar.

–Sí. Pero esto ha sido una carrera de fondo, no algo que suceda de la noche a la mañana. Esto se ha visto venir, la dinámica que se ha dicho siempre es ‘estudia y vete’. En parte ha habido malas políticas y en parte ha habido un desapego, probablemente por esas malas políticas. Ahora mismo estamos en la ruina. Se puede revertir o no, habría que intentarlo al menos.

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