Zamarrones y Caballicos trotan en Villarino tras la Sierra

La localidad alistana recuperó la esencia de su mascarada: el último adolescente que pagó la media y entró de mozo, Santiago Morales Díez, portó el Pajarico

Arriba, una vecina recibe un zurriagazo durante el transcurso de la mascarada. A la izquierda, una de las mozas participantes disfruta del refresco ofrecido por un vecino. | Emilio Fraile

Arriba, una vecina recibe un zurriagazo durante el transcurso de la mascarada. A la izquierda, una de las mozas participantes disfruta del refresco ofrecido por un vecino. | Emilio Fraile / Chany Sebastián

La Raya recuperó ayer la esencia más pura de las ancestrales mascaradas de invierno con el regreso de los mítico Zamarrones, los Caballicos y el Pajarico celebrados por última vez el día 26 de diciembre de 2019.

Entre los mayores se recuerdan vecinos que antaño le dieron vida contribuyendo a perpetuar la tradición, como fue el caso de Prudencio Díez Fernández, Santiago Pérez Calvo y José Antonio Álvarez Fernández, actual alcalde pedáneo del pueblo.

La Caballicos cobraron vida este año de la mano de Daniel Río Díez y Andrés Álvarez Ratón. Ellos fueron los encargados de fustigar con sus rabos de trapo embarrados a los presentes, algo que ayer facilitó la lluvia y las encharcadas calles. En el Museo de Mogadouro (Portugal) hay dos caballos tallados en roca que se cree proceden de algún antiguo santuario de la Raya.

En una tradición campesina donde todos los personajes eran representados por los mozos, ante la escasez de jóvenes, en Villarino tras la Sierra se han unido las mozas. Lara Manías Lozano, Susana Martín Santos y Álex Manías Lozano encarnaron a los Zamarrones.

Los tiempos cambian y de unos mozos que en la posguerra a duras penas llegaban si acaso los más altos a los 160 centímetros de estatura, se ha pasado a unos jóvenes que se van por encima de los 180 centímetros. Ello ha obligado a la confección de nuevos trajes, más grandes, que ayer estrenaron los Zamarrones. La indumentaria esta elaborada a base de la conocida antaño como “pana portuguesa”.

Santiago Morales Díez fue este año “El Pajarico”, personaje que tradicionalmente corresponde al último adolescente del pueblo que dio el paso a mozo tras cumplir el ritual de “pagar la media”. Antaño esto sucedía al salir de la escuela, con 14 años, por lo cual solía cebrebrarse en san Juan Bautista (24 de junio), cuando los mozos ponían el ramo en las casas de las mozas. La entrada consistía en pagar un cántaro de vino (16 litros de morapio) que degustaban todos en una cena de convivencia y hermandad a base de lo que había en cada: escabeche o una oveja machorra.

El Pajarico portó en su mano derecha la vara de fresno con estaca en su parte final de la que colgaba el “pardal” (gorrión), una longaniza de la última matanza y el fardel portugués donde fue guardando “la voluntad”. Antaño se recibía el aguinaldo a base de productos de la tierra como chorizo, tocino o huevos, había poco, pero cada uno ponía lo que podía. Con ello los mozos hacían su cena. Luego se dio paso a la voluntad en reales, pesetas, “duros” y euros.

Campanadas en la frontera

La misa y eucaristía en honor a San Esteban Protomártir fue el ritual religioso donde participan muy en particular las personas mayores que mantienen la devoción a un santo que en los mejores tiempos de Villarino tuvo hasta cofradía.

Aunque muchos ven en las mascaradas una tradición reciente, la realidad es que su existencia es extiende a varios siglos atrás. Valga como ejemplo el que hace ya ahora 195 años, más concretamente el día 8 de junio de 1827, Pedro Tiburcio Gutiérrez, entonces chantre de la Catedral de Zamora, rubricaba una circular cuyo original de encuentra en el Archivo Diocesano donde prohibía terminantemente la celebración de obisparras (mascaradas), bailes y danzas, tanto en el interior de las iglesias, como en las procesiones y “el Sagrao”, recinto situado en la parte delantera de las iglesias, frente a la puerta, donde se recibe a los novios en el día de su boda y a los fenecidos en en sus funerales.

Las campanas de la iglesia rompieron los sonidos del silencia allá en plena frontera anunciando el regreso de la tradición para disfrute de los vecinos, inmigrantes y forasteros.

Zamarrones, Caballicos y Pajarico, manteniendo la ancestral costumbre heredada de los ancestros, –trasmitida de padres a hijos y de abuelos a nietos, generación tras generación–, se dieron cita en la puerta de la casa de aquel cuyo cabeza de familia le correspondía este año 2022 la “Mayordomía” de San Esteban: Jesús Peña Díez. Él fue le encargado de portar la “Vara” del protomártir y la fardela donde cada núcleo familiar fue depositando el donativo para San Esteban.

Sin pandemia, sin confinamientos ni mascarillas los “festajeros” fueron conociendo una tras otra a las acogedoras familias de Villarino tras la Sierra que les agasajaron con la hospitalidad que se caracteriza y, como no, su sus licores, café de puchero, entremozos, nueces, castañas, cacahuetes, dulces y caramelos.

La agrupación “Peña Agüe” es la encargada de mantener vía la mascarada y este año ha recibido para ello una ayuda de 1.999 euros del Patronato de Turismo de la Diputación de Zamora.

Llegada la “Anochecida” los mozos encendieron el lumbrón donde fuero asados a la brasas los chorizos, costillas, panceta y churrasco de Ternera de Aliste.

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