El Baile del Niño cautiva en Venialbo
La procesión bailada toma las calles del municipio, que este año reconoce los 30 años de participación del danzante Marcos Almeida
I. Barahona
Los danzantes han regresado a Venialbo y con ellos, el tradicional Baile del Niño, en el que las parejas de danzantes han recorrido el trecho que separa la iglesia de la ermita, de espaldas, como mandan las normas de esta procesión bailada que ha ido evolucionando desde sus orígenes.
Una fiesta que ha juntado a los hijos de Venialbo y que sigue en su particular lucha por conseguir que se le declare como de Interés Turístico Regional, una manera de asegurar que no vuelva a perderse, como ocurrió tras la guerra.
Tras su recuperación en los ochenta, ya son algunas las décadas que Venialbo celebra esta fiesta navideña, que destaca en tiempo de mascaradas y diablos. Y aunque los nuevos aires inundan la tradición del Baile del Niño, también hay indispensables, como en el caso del danzante Marcos Almeida, que cumple 30 años bailando en honor al Niño y que ha tenido un pequeño reconocimiento por su espíritu de luchar por la tradición. De igual manera también ha participado Alberto Jambrina, a cargo de la melodía que ha guiado los pasos de los danzantes.
El pueblo ha vuelto ha empaparse de una tradición viva que está en el camino de crear cantera gracias a las nuevas generaciones. Un relevo fundamentalmente femenino, pues la mujer ha pasado de no tener cabida en la antigua celebración, un baile duro, a incorporarse hasta el punto de ser la mayoría de los danzantes. Y es que el tiempo en el que solo los quintos varones danzaban de espaldas ya quedó atrás.
Los demás acompañan, bien sea luciendo capa o trajes regionales, siempre al paso de los participantes, pues el baile es de todos y la fiesta que atrapa tanto a los que quedaron en Venialbo, como a los que se fueron, pero que siguen acudiendo cada año a la festividad del Niño.
En época de mascaradas, la procesión se revela como un acto único de las fiestas de invierno que mantiene al pueblo vivo y demuestra que es el mundo rural el que enriquece la sociedad, un pequeño grano de arena que Venialbo se empeña en proteger para que perdure. El tiempo acompañó a las celebraciones, que retoman toda su normalidad perdida por la pandemia y que demuestra que la tradición puede adaptarse a los nuevos tiempos.
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