El agua, el color, la brisa, las estaciones, el oleaje, la mirada, forman parte de la exposición “El Lago de las mil caras. Miradas al Lago de Sanabria” de Cristina Moral Turiel, artista plástica zamorana, doctora en Bellas Artes y profesora titular de la Universidad de Alcalá. Su colección de cuadros se ha prorrogado hasta mediados de octubre, tras abrir el calendario del mes de septiembre, en el Castillo de Puebla de Sanabria. Es una mirada diferente, la que vio Cristina Moral cuando entró en una sala de exposiciones que le recordó el armazón de la quilla de un barco, y donde iba a entrar el agua de colores brillantes y el ruido del oleaje del Lago sanabrés, e incluso el viento de “Brisa”.

“Que en un paraje de interior te encuentres una masa de agua tan inmensa, sus variaciones en días e incluso en horas” atrajo a sus 13 años la mirada de una niña a la que todo le parece enorme. El color del cielo, los reflejos, esas tonalidades de plata, la calma total asoman en su obra que comenzó a preparar a finales de 2021, con una premisa de partida, medir al milímetro el espacio de exposición para que el armazón de madera dejara respirar la obra, a través de contenido y tamaño. Es una obra en esencia multidisciplinar no solo técnica, sino también conceptual incorporando datos precisos y técnicos del Lago, como sus 51 metros, su formación glaciar, unida a la visión literaria y poética de San Manuel Bueno Mártir de Unamuno. Al pie de los cuadros “espejos” de soledades.

Su traslado a Madrid la alejó una larga temporada del Lago, pero volvió a él hace 35 años para realizar su primera serie de cuadros sobre este sugestivo paisaje. Hace tres años retomó esa relación que todo pintor tiene con su entorno paisajístico, interiorizado desde la infancia y que no se olvida. Esta segunda exposición refleja dos cosas. Por un lado la exteriorización del paisaje desde la visión más general de este “mar” hasta los más pequeños detalles de su vegetación y la línea del tiempo que marca las estaciones. Y por otro lado su férrea disciplina de trabajo, de 8 horas de trabajo diario.

Ese trabajo en el caballea a veces no es tanto dedicado al pincel sino a mirar hasta que el cuadro cierre las expectativas de su autora, incluso poniéndolo bocabajo “hasta que funcione”. Se considera “muy crítica y exigente” consigo misma, “si no lo soy yo lo van a ser los demás”. Hay plenitud pero también hay dudas en este largo proceso creativo que le hacen preguntarse “dónde voy y no sé si tiene sentido”.

Cristina Moral reconoce que si tiene que elegir una estación se decanta “por el invierno, es fuerza”, y “la primavera” generosa en cromatismo. Pero ha sido generosa en su creación con el otoño y un verano vibrante de bañistas y colores y su necesidad de que “los cuadros respirasen” y que tuvieran “dinamismo y unidad, ningún cuadro se despega del otro”.

En el mundo del arte “las cosas han evolucionado mucho con un mayor aporte conceptual. Cuando yo estudiaba Bellas Artes se trabajaba mucho la técnica y el taller”. En su labor como docente se decanta por “un término medio, técnica y aporte conceptual”.