La Opinión de Zamora

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Tradición de la Virgen de la Carballeda

El santuario zamorano albergaba antiguos y valiosos exvotos que tras su recuperación y conservación ya pueden encontrarse expuestos en el templo

Exvoto del barquero de Santa Cristina en el año 2009, muy deteriorado. | Julio S. Badenes

En el año 2009 me percaté de la existencia de antiguos y valiosos exvotos en el Santuario de la Virgen de la Carballeda e insistí en su recuperación y conservación.

Hoy en día están expuestos en el pequeño, pero completo, museo situado en el interior del templo, preparado con el impagable esfuerzo de los cofrades. Mas, diré que me impresionó una pintura que describía una ofrenda votiva que se conservaba, de manera especial, en la sacristía, en un avanzado estado de deterioro.

Daba la sensación de que se colocó sobre el armario de dicha estancia, junto a un Cristo, para que el párroco lo contemplase cada vez que entraba o iba a oficiar una misa, de tal manera que recordase el potencial milagroso de la Madre de Dios. Sin embargo, el lienzo ya había perdido parte de la tela pintada y la película pictórica estaba comenzando a cuartearse.

Realicé un estudio-diagnóstico del exvoto que entregué a la cofradía y gracias a la inestimable colaboración del Museo Etnográfico de Castilla y León se consiguió su restauración.

Un exvoto consiste en una promesa cumplida por dos partes, el ser sobrenatural y el ser humano

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Un exvoto consiste en una promesa cumplida por dos partes, el ser sobrenatural y el ser humano, expresada por un objeto simbólico de naturaleza material que fija explícitamente los términos del favor solicitado y da pública fe del favor recibido y del poder de la imagen sagrada a la que se le hizo la petición.

El exvoto que nos ocupa va dirigido a la Virgen de los Falifos, cuyo santuario se remonta al siglo XI y se encuentra en la población de Rionegro del Puente. Por tanto, durante ocho siglos ha sido visitado por innumerables peregrinos y devotos para depositar sus fervorosos exvotos y plegarias a la patrona de Carballeda, Sanabria, Vidriales y Cabrera.

La fama del Santuario de la Carballeda, como lugar sagrado por haberse aparecido en él la Virgen mostrando su gran poder sobrenatural, obrando milagros cuyo testimonio permaneció, entre otros motivos, gracias a los exvotos ofrecidos por los beneficiarios, se fue expandiendo en el espacio y el tiempo gracias a los sermones de los capellanes y a la labor de los cabilderos, andadores y peticionarios, que recorrían el territorio, o debido a los mismos fieles que conocían y difundían los hechos milagrosos acaecidos.

En 1914 D. Ismael Calvo Madroño, en la página 226 de su Descripción geográfica, histórica y estadística de la Provincia de Zamora, llegó a afirmar que el “santuario de la Virgen de la Carballeda es tal vez el de más importancia, antigüedad y renombre de cuantos existen en la provincia”, constatando la gran categoría que llegó a tener la Cofradía de los Falifos hasta el siglo XX.

La Virgen de la Carballeda el día de su festividad. | Eusebio Rodríguez

DESCRIPCIÓN DEL CUADRO PICTÓRICO QUE RELATA EL EXVOTO DEL BARQUERO

Los efluvios curativos que le envía la Virgen de la Carballeda, representados por unos halos de luz que han traspasado el techo de la habitación

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Estamos ante un óleo sobre lienzo, rectangular, cuyas dimensiones son 59 cm de ancho por 41 cm de alto. Está dividido en dos partes: por un lado tenemos una cartela en la que se describen los detalles esenciales del suceso milagroso, situada en la parte inferior y, por otro lado, nos encontramos con la representación pintada que consta de dos niveles o dimensiones de la realidad: el terrenal en el que se muestra al devoto, sentado en su cama, cubriéndole la sábana medio cuerpo, en actitud de plegaria que, a modo de puente espiritual, conecta con el nivel superior o celestial, expresado por los efluvios curativos que le envía la Virgen de la Carballeda, representados por unos halos de luz que han traspasado el techo de la habitación y se dirigen al enfermo para restablecer su precaria salud.

Desafortunadamente hemos perdido parte del texto de la cartela, pero podemos leerla y entender sin dificultad el acontecimiento milagroso que se narra. Así, dice:

“(E)stando Joaquín Rodríg(ue)z vezino de Benav(ent)e Varquero en S(an)ta. christina,/ (por u)na grave enfermedad, desauziado de Medicos y Zirujanos, y no allando una / [cura](of)reció mui dev(ota)s a N(uestra) S(eñora) de los falifos, traer su mortaja i andar la procesión (….) / Logro su total salud. Año de 1806. Y dos blandones de a II v(e)las cada uno”.

Detalle de la cartela en donde se describe la historia del exvoto. | J. S.

EL SUCESO MILAGROSO Y SU CONTEXTUALIZACIÓN

La cartela nos ofrece una suculenta información, la suficiente para contextualizar todo lo ocurrido. En primer lugar se especifica que la persona que realiza la ofrenda votiva es Joaquín Rodríguez, vecino de Benavente, que trabajaba de barquero en la población de Santa Cristina de la Polvorosa, situada a unos cinco km de Benavente.

Para cruzar el cauce de los ríos en los Valles de Benavente, nos comenta el historiador José Ignacio Martín Benito, se construyeron puentes o se recurrió a los pasos flotantes: las barcas, que en algunas localidades se han mantenido hasta las últimas décadas del siglo XX. La finalidad de las barcas, capitaneadas por los barqueros, era ayudar a cruzar los ríos a gentes, mercancías, ganados, etc. Joaquín Rodríguez guiaba la barca de Santa Cristina de la Polvorosa que navegaba sobre el cauce del río Órbigo.

La finalidad de las barcas, capitaneadas por los barqueros, era ayudar a cruzar los ríos a gentes, mercancías, ganados, etc. Joaquín Rodríguez guiaba la barca de Santa Cristina de la Polvorosa que navegaba sobre el cauce del río Órbigo.

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Era una de las barcas propiedad del concejo de Benavente y resultaba una de las más rentables, dado el tránsito hacia las tierras occidentales del condado, en el camino de Sanabria y de Galicia. Y tenemos noticias de su funcionamiento desde el inicio del siglo XVIII.

El ofrecimiento del exvoto se debe a una “grave enfermedad, desauziado de Medicos y Zirujanos”. La cartela nos sigue narrando que el barquero de Benavente “no allando una [cura] ofreció muy dev(ota)s a N(uestra) S(eñora) de los falifos, traer su mortaja i andar la procesión”. Este tipo de ofrecimiento, la mortaja y andar con ella en procesión, se ha perdido en Rionegro del Puente en las procesiones de la Carballeda, pero se conserva, actualmente, en la población leonesa de Quintana de Fuseros.

Finalmente, la leyenda explicativa concluye que Joaquín Rodríguez “logro su total salud. Año de 1806” y, en agradecimiento, se comprometió a depositar en el santuario de la Virgen de los Falifos “dos blandones de a II velas cada uno”, cumpliendo así la promesa que debió realizar, en el momento de la petición de curación, a la Virgen de la Carballeda.

El blandón es un candelero que se utiliza para sostener los cirios o velas. En concreto el barquero de Santa Cristina ofreció dos blandones de dos velas cada uno, pues las velas, desde los albores del cristianismo, representan el compromiso del fiel devoto a iluminar el templo y de ese modo honrar a Dios, y en nuestro caso a la Virgen carballesa.

Nos hallamos ante un exvoto propiciatorio porque su promesa (traer la mortaja, andar la procesión y donar los dos blandones) se formula a priori, es decir, antes de que se obre el milagro. Y podemos considerar que este tipo de cuadros, bien como exvotos propiamente dichos o como ofrendas que recuerdan un acontecimiento sobrenatural, constituyen la narración más completa de un acontecimiento votivo, puesto que suponen no sólo el ofrecimiento de un objeto físico sino la detallada descripción, por duplicado pero de forma complementaria, escrita y pintada, de en qué consistió la promesa realizada.

La pintura del exvoto de Joaquín Rodríguez tras la restauración llevada a término por Donelis Almeida. | Museo Etnográfico de Castilla y León

LOS EXVOTOS ZAMORANOS: UN LEGADO QUE DEBE SER CONOCIDO, ADMIRADO Y CONSERVADO

La naturaleza material de los exvotos y, por ello, la posibilidad de permanencia en el tiempo, les permite cumplir una función de nexo entre generaciones. Así, el primer exvoto que realizaron los romeros al querer cruzar el Rio Negro en la Edad Media, que consistió en construir la misma ermita de la Virgen de la Carballeda, el exvoto de 1806 del barquero de Santa Cristina, y la devoción a la Virgen de la Carballeda que seguimos comprobando en la actualidad, están unidos, sin solución de continuidad, y responden al mismo deseo: el de establecer relación con la realidad sagrada para pedirle que mejore la realidad individual o social.

Han transcurrido diez siglos que muestran la ininterrumpida relación que se establece entre el creyente y el ser sobrenatural en el santuario zamorano de la Virgen de la Carballeda, descubriéndonos esa esencial naturaleza metafísico-religiosa del ser humano.

Y la lección es clarísima: en nuestra sociedad debemos saber convivir creyentes, ateos y agnósticos, pero no se puede negar una realidad social porque otro no la comparta a nivel intelectual y social. Por tanto, debemos estudiar, dar a conocer, poner en valor y restaurar estos objetos votivos por su valor documental, artístico, histórico y etnográfico, pero sobre todo porque forman parte de nuestro cuerpo histórico, el que sigue impulsando nuestra historia social zamorana, la de nuestros pueblos y ciudades, aunque a veces no seamos conscientes de ello.

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