Fermoselle ha celebrado la segunda edición de la Fiesta de la Vendimia en agosto con gran animación y múltiples citas: catas de la añada de 2021, asado típico y rondas por bodegas el viernes 26; mercado tradicional de vinos, artesanía y gastronomía, pregón a cargo de la periodista sanabresa Lucía Méndez, desfile de charangas y grupos tradicionales de la comarca y de Portugal y pisada de uvas el sábado 27 y actividades similares el domingo.

En la introducción al pregón el alcalde de la localidad, José Manuel Pilo, reclamó a las instituciones que la legislación vuelva a la de antes de los años 80 del siglo pasado para permitir el incremento de cepas en los pagos para que renazca la industria vitivinícola local.

Escribe Miguel Delibes que el castellano vive “mirando al cielo” por ver si la climatología es propicia para una subsistencia ligada al campo, a la agricultura y a la ganadería. “Mal año para la uva”, comenta Manolo ‘El Chato’ en su finca de Las Llaneras, en Fermoselle, mientras por las calles ya desfilaban, jaleados por público local y visitante, grupos floclóricos de la comarca y del Portugal del Douro para la segunda edición de la Fiesta de la Vendimia. Un repentino y fugaz chaparrón vino a desmentir momentáneamente a ‘El Chato’ y a refugiar en arcadas y soportales a los espectadores. Mal año para la principal industria local, el vino, pero también para la sed de personas y animales: cero agua, pantanos vacíos.

Pero desde hace dos años los fermosellanos, en lugar de mirar al cielo, prefieren mirar al suelo cuando agosto da sus últimos bufidos: miran al suelo, miran abrazados en danza monocorde cómo la uva, la poca que se recoja este año, se muda en mosto espirituoso, cómo baja el volumen de los racimos bajo sus pisadas, cómo se tintan sus pies y piernas con el divino líquido del que llevan viviendo por generaciones desde hace siglos: esta es su manera de conjurar el clima adverso, estas son sus rogativas: bailar sobre uvas.

Los niños de Fermosellen participan en la pisada de la uva. | Cedida Carlos Funcia

Son tres días de báquicas celebraciones en honor al ciclo del vino; es verdad que prematuramente, pues la vendimia no se da hasta finales de septiembre, pero también lo es que se junta, por segundo año consecutivo, con la apoteosis anual de Fermoselle, sus Fiestas de San Agustín, conformando un inigualable mes de agosto donde la villa en la que resistieron los últimos comuneros triplica su población y alcanza más de 3.000 transeúntes que disfrutan de fiestas y tradiciones, pero también de actos culturales de nivel, como conciertos, conferencias, presentaciones u homenajes.

La Fiesta de la Vendimia de Fermoselle se celebra por iniciativa de la Agrupación Europea de Cooperación Territorial Duero-Douro, ente transfronterizo donde participan decenas de poblaciones de las dos orillas: de ahí que en esta celebración de nuevo cuño participen grupos foclóricos portugueses, como las Mulheres de Mascho Calheiro, de Bemposta; las jóvenes Palouteiras de Miranda do Douro, y los Gaiteiros Vale Salgueiro de Mirandela. Junto a ellas y ellos animaron la villa el grupo local de flauta y tamboril Juan del Enzina, así como sus colegas salmantinos del Mariquelo y El Gallito.

Actuación de las “pauliteiras” de Miranda do Douro. | Cedida Carlos Funcia

Ángel Rufino, el actual Mariquelo, es un célebre personaje de la capital charra que hereda una tradición tricentenaria: cada año, el 1 de noviembre, aniversario del terremoto de Lisboa de 1755 –que afectó también a la torre de la seo salmantina y al campanil de la de Zamora–, un miembro de la familia Mariquelo subía a la torre a redoblar las campanas en agradecimiento porque el dessastre no hubiera causado víctimas; el actual prefiere tañer dulzaina y tamboril, y con esos instrumentos cosechó el sábado grandes ovaciones en Fermoselle, entre El Terradillo, las Fontanicas y el mirador de la Rumia.

El Mariquelo y El Gallito bailando en Fermoselle. | Cedida Carlos Funcia