De lo más productivo del pasado se alimenta la raíz del presente y de sus miserias se aprende lo que no se debe repetir en el futuro. Enrique Ventura Crespo (Zamora, 1950) maneja a su antojo una máquina particular del tiempo, construida a base de legajos que huelen a humedad y al poso que deja el paso de la vida. Acaba de publicar “Bermillo de Alba, una aproximación a su historia” (editorial Jambrina) que resucita la vida de este pueblo zamorano, le pone nombre y apellidos y pinta de color los grises, abocados al negro.

No es solo el libro de un pueblo señalado en rojo porque allí nació Tomás Crespo Terrón (1829-1869), tatarabuelo de Enrique Ventura Crespo, quien gusta de sondear en la genealogía y linaje que conforma su familia con el ánimo de encontrar secretos, inconfesables o no. No es una hagiografía de una localidad pérdida en medio de la nada; es la historia sincopada del Condado de Alba de Aliste (1459-1892) y del devenir durante siglos de unas gentes que nacieron y se murieron, marcadas por un régimen señorial y una forma de vida primaria, pero intensa y sentida.

Bermillo de Alba ha encontrado en Enrique Ventura su mejor hacedor, quien le ha dado color en el mapa y ha descubierto los apellidos de sus gentes, esas que se bañaron desnudas en la existencia y no dejaron rastro de sus vidas porque no escribieron ni un renglón del papiro de los elegidos; gentes anónimas pero que amaron, sufrieron (sobre todo eso) y sintieron como los reyes.

De la teocracia a la plutocracia

El libro, que ya ha sido presentado en Bermillo y se dará a conocer por todo lo alto en Zamora el próximo 13 de septiembre en el salón de actos del Museo Etnográfico, hace aflorar pleitos y actos sociales de toda índole, recreando la vida administrativa de una colectividad marcada por una sociedad teocrática, que se apoyaba en la iglesia y las capellanías, víctima de la desamortizaciones de Mendizábal y posteriores, y se afanaba en prometer la vida eterna a quien no se saliera del redil. A quienes rompían la baraja marcada se les castigaba sin redención, que nunca fue bueno salirse de los caminos trillados.

“Es difícil encontrar puntos de inflexión entre la vida de ahora y la de hace siglos, cuando la existencia la medían no los relojes sino el propio espíritu de supervivencia”, aclara Ventura Crespo, quien apunta que “hemos pasado del sacerdote que curaba almas al psiquiatra y de la teocracia a la plutocracia, el gobierno de la riqueza. En el camino nos hemos dejado muchos valores básicos y hemos ganado derechos”.

“Bermillo de Alba, una aproximación a su historia” escenifica con documentos y reflexiones autorizadas el paso del régimen señorial al capitalista en una zona fronteriza, que libró mil y una batallas contra los vecinos portugueses, saqueada por las huestes enemigas y por un rosario de impuestos especiales, diezmos y “novenos” que sirvieron para dar lustre a los poderosos y financiar las continuas guerras de la Corona.

Enrique Ventura con su libro “Bermillo de Alba. Una aproximación a su historia”. | | CEDIDA Celedonio Pérez

Rosario de libros

No es Ventura Crespo, entre otras muchas cosas maestro de Primera Enseñanza y licenciado en Filosofía y Letras, sección de Geografía e Historia por la Universidad de Córdoba, nuevo en las lides de hacer aflorar documentos y escritos dormidos para hacer vivir a gentes anónimas. Es autor de un rosario de libros que tienen el gran valor de sumar ramas al gran árbol de la historia. Entre ellos: “La política administrativa y la hacienda municipal de la villa de Monturque durante el reinado de don Fernando VI (1746-1759), “Los gitanos de Zamora, siglos XVI-XVIII), “Menorca en el corazón y en el ADN” y “Pino y el linaje Cancelo. Siglos XIV-XX”.

Manuel Gómez Ríos, zamorano de Manzanal del Barco, sacerdote redentorista, doctor y profesor de Historia, ha sido el espejo de Enrique Ventura. Sus ensayos sobre Alba de Aliste son una charca de montaña en la que mirar para ver el tránsito del condado zamorano del régimen señorial al capitalismo. No ha estado solo Ventura Crespo en su empeño de sacar a la luz las tripas de Bermillo de Alba. Las acuarelas de Eduardo Peña y Francisco Somoza han dado color y profundidad al libro. Y enjundia los documentos aportados por Encarnación González, lo mismo que la ayuda de Fernando Ruiz González, presbítero y párroco de varias iglesias de Alba y Aliste.

Gana el libro con el estudio sobre el lugar de Serafín Monterrubio, catedrático de Geología de la Universidad de Salamanca, con las fotografías de Pedro Machado, la sabia aportación de Francisco Ramos Pichel, Justo Lira, Heraclio Borbujo, Ignacio Martín Lira y María de la Concepción Laso Esteban. El empuje coral hace a la publicación más poliédrica e interesante, sirviendo de catón para toda la zona.

El “tirón de orejas” de Isabel I de Castilla

Los seis primeros condes de Alba de Aliste con todo su poder quedan retratados en planos cortos y la fotografía es de color sepia y huele a alcanfor. El manantial brota cuando Enrique IV de Castilla, buscando reforzar su estatus ante la nobleza levantisca, concede títulos y honores a sus súbditos más adinerados. Enrique Enríquez de Mendoza y su esposa María de Guzmán son nombrados por el rey condes de Alba de Aliste, previo el trueque de la villa de Escamilla por el castillo de Alba, propiedad de don Álvaro de Luna, condestable de Castilla y dueño de dicho mayorazgo.

El libro, muy bien escrito y ameno por su evidente afán explicativo, recoge un rosario de documentos de gran interés. Sorprenden, por ejemplo, las dos cédulas reales enviadas por Isabel I de Castilla a Alonso Enríquez, segundo conde de Alba de Aliste, conminándole sin omitir amenazas por tratar mal a la condesa. Está muy bien contada la historia de Doroteo Pichel Fernández, natural de Bermillo, que se convirtió en “un importante comerciante entre la vieja Europa y los Estados Unidos de América.

Navega el ensayo de Ventura Crespo por la extensa –en el tiempo- vida de Bermillo y su entorno, por todo lo que de ella ha quedado escrito. Y así aparecen las cuentas del pan de “Mermillo”, así se cita el pueblo durante muchas décadas, numerosos pleitos, que definen usos y costumbres del lugar, y hasta hay uno por amancebamiento, muy ilustrativo sobre las relaciones de hombres y mujeres en la época. También se incluye un amplio estudio sobre contrabando y contrabandistas y un Memorial de Quejas por las continuas guerras con Portugal.

La redención del censo enfitéutico

Pero seguramente el documento rescatado del polvo más importante es el que refiere la redención del censo enfitéutico (1892) que puso fin al noveno y otros derechos del Antiguo Régimen, que campearon durante varios siglos de abusos y explotación sobre los vecinos de Bermillo de Alba. Los vecinos se liberaron de las cargas con la aportación de 36.394 pesetas y 28 céntimos. Solo entonces empezaron a ser propietarios de los bienes que siempre habían cuidado con el sudor de su frente.

Completa y enriquece la publicación el Vocabulario Tradicional de Bermillo de Alba del que es autor Justo Lira Lorenzo, que recoge la “peculiar manera de expresarse de las gentes de nuestro pueblo” y que busca congelar una serie de palabras, algunas bellísimas, “que están condenadas a desaparecer del léxico español”.

Enrique Ventura firma un excelente trabajo de casi 450 páginas que da vida propia a un pueblo que no llega en la actualidad a 120 habitantes. Mérito tiene y muchas horas de trabajo y esfuerzo solitario, que las gentes de esta localidad, seguro, ahora más orgullosas que nunca, sabrán recompensar. Ya han empezado a hacerlo.