Sesnández de Tábara, localidad perteneciente al municipio de Ferreruela, ha dedicado su nuevo parque a joven tabaresa Leticia Rosino Andrés asesinada el día 3 de mayo de 2018 en Castrogonzalo, muy unida al pueblo sesnándino pues de allí es originaria su familia materna.

La inauguración oficial, que congregó a todos los vecinos, ha tenido lugar coincidiendo con la Semana Cultural de Verano que se desarrolla estos días camino ya de las fiestas de septiembre.

Los organizadores resaltaron además el valor y el coraje de la madre de Leticia, Inmaculada Andrés Pascual, sesnandina es también ella, ofreciéndole el cariño de todo el pueblo.

Allí, a la vera de las míticas sierras de La Culebra, Sesnández y Las Carbas, un paraíso natural reconvertido en cenizas por el incendio de Losacio, renacieron las palabras que Leticia pronunciaba en 2007 dedicadas a Sesnández: “Estamos orgullosos de pertenecer a un pueblo cuya gente te anima y te apoya. Como la semilla de trigo que tantas veces vi germinar en los campos de Tábara y Sesnández, quiero convertirme en alimento de esperanza para mi familia, mis amigos y desconocidos”

En los corazones y memorias de sus vecinos su recuerdo será eterno: “Leti, tu sonrisa es nuestra fuerza. Nunca te olvidaremos” dedicándole un sentido poema de José Hierro: “Llegué por el dolor de la alegría. Supe por el dolor que el alma existe. Por el dolor, allá en mi reino triste, un misterioso sol amanecía”.

Recogida de firmas drante e homenaje. | Ch. S.

La iniciativa surgió por parte de un grupo de jóvenes allá por el año 2019 para inmortalizar y tener siempre presente en la memoria el nombre y espíritu de Leticia, aquella niña, adolescente y joven que gustaba de pasar parte de su tiempo en Sesnández. La pandemia retrasó el homenaje.

La idea se oficializó a través de la asociación cultural “Sierra de Sesnández” que fue la encargada de tramitar la solicitud ante el Ayuntamiento de Ferreruela, siendo aprobada en pleno por unanimidad de la Corporación Municipal que preside el alcalde Ángel Román Rodríguez.

Antonio Rodríguez Fínez, representante de Sierra Sesnández puso voz a los vecinos del pueblo: “La tarde del 3 de mayo de 2018, un execrable acontecimiento nos conmovía a todos. La sinrazón se cebó sobre una persona que todos conocíamos y cuya humanidad era el soporte de un futuro esperanzador. Hablar de conmoción es insuficiente para expresar el sentir de todos los que conocíamos a Leticia. Aún recuerdo el rostro pálido de Mario cuando le dimos la noticia. Curiosamente se habían encontrado en Copenhague. Ella había ido a ver a una amiga y Mario estaba allí de Erasmus”.

Cariño, admiración, respeto y recuerdo eterno mostraron las emotivas palabras de las amigas de Leticia: “Salió a pasear y no volvió, porque alguien decidió tener derecho a hacer que ese fuera su último día entre nosotros. Ella, como nosotras, tiene aquí sus raíces y parte de su familia. Era una persona muy entusiasta y luchadora y por ello queremos que su huella permanezca en este pueblo al que también pertenece”, a la vez que recordaron a aquellas otras víctimas y sus familias: “Para que esos actos y ese dolor no queden en el olvido y debemos luchar para que matar o abusar no salga tan barato”. Ángel Ferrero le homenajeo desde Colmenar Viejo en Madrid con su romance: “Y mientras el río Esla, / va desgranando su llanto, / nosotros, joven Leticia, / estamos por ti rezando”.

La madre de Leticia Rosino junto a las amigas de la joven. | Ch. S.

El recuerdo de una joven "inquieta, observadora"

La madre, Inmaculada Andrés Pascual, nacida en Sesnández, volvió a su tierra para participar en el homenaje a su hija.

Sesnández “era su segundo pueblo y desde que era pequeñita era visita obligada venir todos los domingos a ver a la familia. Disfrutaba con una lata, con ir a quitar los huevos a las gallinas, ver a su abuela u ordeñar las vacas aprendiendo todas esas tareas propias de una casa de campo. Era inquieta, observadora, siempre estaba abierta a aprender todo lo relacionado con el pueblo, sus tradiciones, su folclore. De hecho aquí desde muy pequeña aprendió a bailar la jota con su abuela Obdulia y su tía Carmen, que le cantaban canciones que a ella tanto le gustaba”.

Contundente la reflexión de la emocionada madre de Leticia: “Estamos en una sociedad donde se están perdiendo los valores, no hay humanidad, no hay respeto, nos dejamos llevar por nuestro egoísmo y no nos importa causar daño o sufrimiento a los demás, una vida no tiene recambio, no se puede comprar y no podemos quitarla a nuestro antojo”.

Quienes la conocían la definen cono “cultivadora de sueños, de convicciones profundas, luchadora. Zamora y su futuro formaban parte de sus preocupaciones, de todo aprendía, con todo ampliaba su formación. La cultura y el progreso habitaban en su mente”. Así era Leticia. Única.