“Queda inaugurado este pantano” fue una de las frases más emblemáticas durante los años del franquismo. Tiempo atrás, en una pequeña huerta aragonesa llamada Cauvaca, los niños rezaban porque el embalse no llegara a su pueblo. En 1967, el pueblo fue arrollado por la presa de Mequinenza.
“Detendrán mi río” cuenta la historia de Mercedes, una mujer que recuerda con nostalgia su infancia en Cauvaca rodeada de agua y silencios. Unos silencios que se han perpetuado con el tiempo, y que Virginia Mendoza, autora del libro, trata de desmenuzar entre realismo mágico e investigación periodística.
La construcción de grandes presas ha constituido uno de los mayores desarraigos en el mundo rural. Mendoza, periodista y antropóloga, hilvana con precisión, y literatura, la historia de una mujer que, aun siendo ciega quiere ver el mar, y la de un conocido y famoso ingeniero norteamericano que naufraga en el Lusitania. El agua como motor, y la memoria como testigo, son los protagonistas del libro.
–Hay 1200 presas en España ¿Por qué concretamente Cauvaca?
–Más que Cauvaca, porqué Mercedes, Mercedes vivía en Cauvaca. Yo empecé trabajando en un libro sobre embalses a nivel nacional, en la línea de un libro que había escrito antes sobre personas que viven solas en los pueblos, donde iba recorriendo distintos pueblos en los que me paraba para escribir la historia de esas personas. Quería hacer algo así sobre el desarraigo que había provocado la construcción de presas en España. Mercedes me fascinó tanto que me acabé centrando en ella, su familia y Cauvaca.
–¿Qué tiene la historia de Mercedes para que le cautivara tanto?
–Más allá de ella, que tenía una forma de contar su historia que me parecía fascinante. El lugar en el que ella vivió, era como Macondo -pueblo ficticio descrito por Gabriel García Márquez en Cien años de soledad-. Cada vez que hablaba con ellos tenía la sensación de que, más allá de la historia de Mercedes, era un lugar con mucho potencial literario, a pesar de que lo que yo he escrito es un reportaje, pero yo quería que tuviese las herramientas de una novela. Tanto en relación con la gente, como con su forma de vida e incluso su localización.
–Esta investigación es, también, una denuncia sobre el desarraigo al que se ve sometido el mundo rural tras la construcción de las presas, ¿Cuál es la repercusión social que tiene la inundación de pueblos hoy en día?
–A mí, lo que realmente me interesaban eran las consecuencias sociales. Por un lado, porque se ha silenciado y por otro, porque a día de hoy, de un modo u otro, ha seguido repercutiendo.
–¿Hablamos de un trauma a nivel colectivo?
–En uno de mis viajes por Castilla y León fui a un pueblo, que en su momento fue expropiado, para saber si vivía alguien. Lo que me encontré fue a personas que han conseguido pagar su casa por segunda vez. Es algo que no debemos dejar que quede en el olvido, son injusticias que siguen ahí. Y no solo eso, nosotros, mientras se ha tratado fatal a la gente, lo que hemos hecho ha sido mirar para otro lado. A esto Pedro Arrojo lo llama “Hidrocausto”. La sociedad se creyó que allí se generaba riqueza, que a los afectados se les daban casas increíbles e indemnizaciones, y nosotros nos quedamos con ese discurso. Mientras que lo que se provocó fue un trauma brutal y colectivo que, al ser silenciado, se ha ido heredando. Muchos de ellos no recibieron ni indemnización.
–Además de a la gente de Cauvaca, ¿a quién más afectó su hundimiento?
–A las personas que vivían en los pueblos cercanos. Esa gente tenía sus relaciones sociales y económicas en Cauvaca, desaparece el pueblo y, de pronto, los dejan al lado de una masa de agua y ya está. Se rompe su medio de vida. Muchos tuvieron que aceptar el irse a la ciudad y ser mano de obra como tantos otros. Es una repetición constante que te mantiene desarraigado y que está muy lejos del discurso que se vendió en su día.
–Entre la gente joven a no ser que les afecte directamente, suele ser un tema bastante desconocido.
–Sí, en parte por eso pienso que es necesario que se cuente ahora, que es tarde, pero que no han desaparecido aun esas voces para hacer un poco de justicia, y saber gracias a qué y a costa de quién tenemos servicios básicos en casa. Muchas veces no nos paramos a pensar lo que ha supuesto: el desarraigo de decenas de millones de personas en todo el mundo, donde ni siquiera hay una cifra, ni la va a haber nunca. Es incalculable, la Comisión Mundial de Presas (avalada por la ONU) concluyó, a la baja, que puede que sean entre 40 y 80 millones de personas afectadas en todo el mundo.
–En España, durante el franquismo, se construyeron 1.064 presas como “grandes obras hidráulicas nacionales”.
–Aquí lo que ocurre es que encontramos el típico discurso que ensalza lo bueno de los embalses, que te cuentan que fue un invento de Franco. Los planes y proyectos hidráulicos que se sacaron adelante durante el franquismo, que es cuando se da el boom de la construcción de grandes presas, eran previos. En muchos casos, no solo estaban planeadas esas presas, sino en obras, pero fueron paralizadas por la guerra civil. Muchas de ellas o estaban proyectadas desde la República o, incluso, desde antes. Es decir, desde que se planea construir una presa, hasta que se proyecta y lo que tarda en construirse, puede pasar más de medio siglo.
–¿Sucedió eso en Cauvaca?
–Para hacernos una idea, los vecinos de Cauvaca me contaron que los más mayores, ya antes de la guerra, rezaban en clase con la profesora para que no viniese el embalse porque ya había un proyecto en 1902. Transcurridos unos años, hubo otro intento de proyecto de Fred Pearson -fue el ingeniero que trajo la luz a Barcelona, en 1913- que se quedó paralizado por quedarse sin financiación. Entre medias, Pearson murió en el RMS Lusitania (un suceso histórico donde un submarino alemán derribó el transatlántico estadounidense, e impulsó la entrada en la Primera Guerra Mundial de EEUU). Sin esos acontecimientos, las obras del embalse podrían haber empezado en 1915.
–¿Cómo afecta el hundimiento del Lusitania a su libro?
–A mí me gustan mucho las paradojas del destino. Y una vez escuché, a modo de leyenda, que los habitantes de Fayón (Zaragoza) contaban que, si el Titanic no se hubiese hundido, Fayón no estaría actualmente inundado. Yo quería saber que había de verdad en eso, y me puse a investigar. Resultó que, no solo no era una leyenda, sino que ni siquiera era el Titanic, era el Lusitania, lo cual me impresionó más aún.
–¿Cuál fue la idea de entrelazar las historias?
–De igual manera que en Cauvaca busco a los olvidados dentro de los olvidados, me pareció muy curioso que supieran del Titanic, pero no del Lusitania, que cambió el rumbo de la I Guerra Mundial. Dándole vueltas, me pareció cautivador como se cruza la historia de una señora, que se ha quedado ciega en Cauvaca, pero que quiere conocer el mar, aunque no pueda verlo, y el de un hombre (Fred Pearson) que al otro lado del mundo está viajando en un transatlántico. La idea de entrelazar la historia del Lusitania viene de que yo tenía la fe en que, si esto de Fayón hubiese sido cierto, ¿qué habría pasado con Cauvaca? Y efectivamente sí es cierto que Fayón no se habría inundado, pero tristemente Cauvaca no se habría salvado.
–¿Cuánto tiempo le ha llevado esta investigación?
–El libro me llevó seis años porque lo publiqué a finales del 2021, pero sigo trabajando en este tema. En el libro hay un código QR por el que accedes a un mapa donde se recopilan gran parte de las presas en España, aunque todavía me quedan muchas que añadir. Aunque he bajado un poco el ritmo, sigo entrevistando a afectados y escribiendo sobre ello. Es un proyecto que sigue vivo.
–Es curioso porque, cuando miras el mapa, hay un gran contraste entre las presas construidas en el norte y en el sur.
–Sí, fue lo que más me llamó la atención visualmente cuando estaba trabajando en el mapa. Aunque, como ya he dicho, no he terminado de volcar todo el contenido, pero puedo asegurar que ese reparto norte-sur se va a ver prácticamente igual. Es una realidad que la mayoría de pueblos inundados están, sobre todo, en el norte.
–Pero esto tiene cierta relación a nivel geográfico, ¿no?
–Tiene sentido, por la cantidad de agua que llevan los ríos, pero también hay que tener en cuenta que España comenzó a industrializarse en el norte, al igual que Italia. La geografía condiciona, pero la industria también.
–¿Cómo condiciona la industria?
–Por ejemplo, el embalse de Mequinenza (protagonista del hundimiento de Cauvaca) se construyó, principalmente, para llevar energía a la industria de Barcelona que durante días enteros se quedaban sin luz.
–Durante el mes de julio ha estado presentando su libro por varias ciudades de Castilla y León ¿Cuáles han sido sus sensaciones?
–Muy buenas, he hecho varias presentaciones por Castilla y León y, en general, estoy bastante contenta. Además, lo bueno es que, entre las personas que me acompañaban presentando y los asistentes, había personas afectadas por este tema. En Zamora estuvo María Jesús Otero, autora del libro “El bramido del Tera. Tragedia de Ribadelago. Testimonios”. O en León que estaba Julio Llamazares y gente afectada por el embalse de Vegamián.