En 1929 no se había inventado la soldadura metálica, pero eso no impidió a los zamoranos construir la presa y la central hidroeléctrica más grande de Europa hasta la fecha: la de Ricobayo. Con el tiempo, se han levantado centrales mucho mayores, pero esta en el río Esla sigue siendo estudiada como un hito en la historia de la ingeniería por todo lo que se consiguió con los medios de la época, y por haber resuelto de manera eficaz algunos problemas con invenciones que se siguen utilizando hoy en día en otras presas.

Lo más meritorio, es que casi cien años después esta “fábrica de la luz” de Iberdrola siga funcionando cada vez que se necesita para que todos podamos encender una bombilla en casa, poner el microondas o cargar la batería del móvil.

Fue la primera gran obra hidroeléctrica de la historia de España, y el primero escalón del proyecto de los “Saltos del Duero”, que convirtieron a la zona de Zamora y Salamanca fronteriza con Portugal en lo que sería durante muchos años uno de los principales polos de producción de electricidad de toda España. También fue la primera central a pie de presa de España.

Interior de la central eléctrica de Ricobayo. JOSE LUIS FERNANDEZ

La antigüedad de este “abuelo” de la ingeniería aún se respira en el interior de la central. En la cámara de llaves se pueden ver los roblones que llevan casi cien años sujetando las cuatro enormes tuberías verdes que llevan el flujo de agua hasta las cuatro turbinas de Ricobayo I. Como la soldadura metálica aún era inimaginable en la época de su construcción, estas conducciones de 3,60 metros de diámetro permanecen unidas gracias a miles de remaches de este tipo. Cada una de estas tuberías resiste el paso de 60 metros cúbicos de agua cada segundo.

En esta cámara de llaves se encuentran las “válvulas mariposa”, que sirven para cortar el agua que llega a los grupos de generación. “Son como las llaves del contador de casa, donde cortas el agua a toda la vivienda”, en palabras de Francisco Sánchez, responsable del Centro de Producción Esla de Iberdrola, el capitán al mando de esta icónica central hidroeléctrica.

Francisco Sánchez, director de la central, en la cámara de llaves. JOSE LUIS FERNANDEZ

Cada uno de los cuatro grupos generadores produce algo más de 33 MW. Cuando funcionan todos a la vez Ricobayo I produce 133 MW, pero también pueden funcionar de uno en uno, de dos en dos o estar parados, en función de la demanda. En los años 90 se unió una segunda central excavada bajo tierra en la margen derecha del embalse, con un único grupo generador, más moderno, para producir 157 MW más.

Un enorme mapa de España dibujado en una pared de la central muestra las escasas líneas eléctricas que existían en el momento de su puesta en marcha, en 1935, para distribuir toda la producción eléctrica de Ricobayo I hacia León, Vitoria, Pamplona o Madrid. Actualizar ese dibujo en una pared sería tarea imposible, ya que hoy día la red eléctrica es una malla interconectada que se extiende por todos los rincones de la península y de Europa. El electrón que llega hasta la lámpara de una casa de Zamora puede proceder de Ricobayo, de Albacete o de Francia, según la hora del día, la demanda de electricidad en ese momento o el tiempo que hace, entre otros factores.

Detalle de los roblones de las tuberías. JOSE LUIS FERNANDEZ

En este contexto, la importancia de contar con centrales hidroeléctricas como la de Ricobayo radica, sobre todo, en su “potencia en alerta”. Si hay un pico de demanda, en solo diez minutos la central se puede poner a producir, frente a otro tipo de energías que son más lentas de poner en marcha o que dependen de factores externos como que haga viento o sol. De la misma forma, si la demanda baja la central puede detenerse al instante para evitar que el sistema se desequilibre.

Esas órdenes se dan a distancia desde Madrid, y en cuestión de minutos las turbinas de Ricobayo arrancan o dejan de girar. A pesar de su “solera”, la central hidroeléctrica está completamente automatizada, y 14 empleados de Iberdrola trabajan físicamente en Muelas del Pan para mantenerla siempre disponible, realizando labores de control y mantenimiento, revisiones y actualizaciones para que todo el complejo engranaje funcione perfectamente.

“No se ha inventado otra forma de almacenar electricidad en grandes cantidades que acumular agua y gastarla a demanda cuando el mercado lo necesita”, explica Francisco Sánchez. Esa es la otra gran función de Ricobayo: es el embalse regulador que “llena” los Saltos del Duero en las épocas en que se necesita.

Parque eléctrico, donde la producción de Ricobayo I se prepara para ser distribuida elevando la tensión. JOSE LUIS FERNANDEZ

La construcción de los Saltos del Duero se inicia prácticamente con el nacimiento del siglo XX, con la estela de la euforia despertada por los descubrimientos técnicos en el transporte de la electricidad. Fue entonces cuando muchos industriales españoles, acompañados por los mejores ingenieros de la época, se lanzaron a recorrer las vertientes de los ríos ibéricos.

Fueron viajes sorprendentes, ya que las zonas más ricas en el aprovechamiento del agua para la generación eléctrica se encontraban en lugares complicados y muy alejados de las poblaciones. El caudaloso río Duero ocultaba, en su tramo inferior, un tesoro inimaginable en forma de energía.

Detalle de uno de los generadores. JOSE LUIS FERNANDEZ

Fue el ingeniero José Orbegozo quien, después de estudiar el río y vislumbrar la totalidad del cañón, se dio cuenta de las enormes posibilidades del tramo internacional y de la magnitud del proyecto, lo que exigía un tratamiento global del mismo, acorde con la importancia del aprovechamiento. Con el objetivo de desarrollar todas las concesiones bajo una única dirección, se creó, en julio de 1918, la Sociedad Hispanoportuguesa de Transportes Eléctricos que, en 1928, pasó a denominarse Saltos del Duero, una de las empresas germen de la actual Iberdrola.

El proyecto consistía en construir saltos poderosos que aprovecharan la fantástica caída del agua y crear grandes embalses en los ríos Esla (Ricobayo) y Tormes (Almendra). Estos embalses regularían el caudal y garantizarían la producción de las potentes centrales que se instalasen aguas abajo, bien en el tramo nacional o internacional del Duero, que, en la misma frontera entre España y Portugal y a lo largo de 160 kilómetros de curso, ofrecía un desnivel de 400 metros.

Presa de Ricobayo JOSE LUIS FERNANDEZ

Este planteamiento resultaba del todo innovador y también arriesgado, ya que creaba en el Esla una fuente de energía que quintuplicaba el consumo del conjunto de España y era base reguladora de un sistema integrado por los saltos de Ricobayo, Villalcampo, Castro, Saucelle y Aldeadávila, los dos últimos en el tramo internacional del Duero. Este ambicioso proyecto representaba, en su conjunto, más de 10.000 millones de kilovatios hora (kWh) de producción anual de energía eléctrica.

Su construcción con los medios de la época no fue nada fácil, y requirió la participación de los mejores ingenieros del país y de miles de obreros. Por eso Saltos del Duero tuvo que construir todo un poblado para sus trabajadores, viviendas que en 2022 Iberdrola ha reconvertido en casas rurales para el disfrute de sus empleados, jubilados y prejubilados.

Su importancia para el desarrollo industrial de España era tan grande que Saltos del Duero tampoco dudó en costear el traslado, piedra a piedra, de la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave a un lugar seguro, para evitar que quedara sumergida bajo el agua del embalse, iniciando el concepto de “responsabilidad social corporativa” que aún practica Iberdrola.

La puesta en marcha del aprovechamiento de Ricobayo fue en 1935 y continuaron los de Villacampo (1949), Castro (1952), Saucelle (1956) y Aldeadávila (1962), todos ellos en el río Duero, totalizando una potencia instalada de 3.560 MW.

Con el aprovechamiento de los saltos del Duero se inició la construcción de los grandes embalses reguladores, con centrales a pie de presa, que hasta ese momento no habían sido construidos ni en España ni en Europa

Este proyecto representa uno de los hitos más importantes de la historia ya más que centenaria de Iberdrola, una historia que es la suma de los esfuerzos de varias generaciones que han sabido aprovechar, en cada momento, las oportunidades del mercado eléctrico, con el objetivo último de dar respuesta a las demandas del desarrollo industrial y del bienestar de la sociedad española. También explica la vinculación de la empresa con Castilla y León, donde Iberdrola sigue siendo líder en el desarrollo de energías renovables, con la gestión de los 3.500 MW hidroeléctricos y otros 1.700 MW de otras fuentes “verdes” de energía.