La Opinión de Zamora

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Alfonsa, la joven refugiada zamorana que cumple un siglo de vida

Ildefonsa Hernández cumple hoy el centenario de una vida en la que la guerra la llevó a huir a Francia cuando solo era una niña

Ildefonsa Hernández García en el salón de su casa durante la entrevista. | | J.L. FERNÁNDEZ

Ildefonsa Hernández García (por todos conocida como Alfonsa) celebra hoy una vida centenaria: ha visto como el 17 de abril se repetía en el calendario cien veces, tiempo que la ha llevado a ver un mundo que ha cambiado a la velocidad de la luz.

Con tan solo dos años, Alfonsa tuvo que abandonar su Arcenillas natal tras el fallecimiento de su madre. Fue entonces cuando una tía religiosa se hizo cargo de su educación en Baeza, donde era madre superiora.

Con claridad, Alfonsa imita el sonido de los proyectiles al tocar tierra

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Junto a su hermana Gliceria, con la que estaría profundamente unida toda la vida, se encaminó lejos de Arcenillas, y durante años ambas niñas siguieron a su tía. Alfonsa y Gliceria vivieron su más tierna infancia educadas en colegios. A Baeza le siguió Cádiz, donde Alfonsa estuvo desde los 6 a los 13 años, hasta que su tía se trasladó a Madrid.

Allí les pilló la guerra. Con 14 años e internadas en un colegio de doscientas niñas, las hermanas vieron como España retumbaba en una guerra. En su cabeza aún guarda el silbar de las bombas cayendo sobre la ciudad y la urgencia por buscar cobijo. Con claridad, Alfonsa imita el sonido de los proyectiles al tocar tierra, recuerdo que permanece en su memoria a pesar de los años.

Las niñas perdieron muchas cosas en la guerra, con 14 años vieron como registraron su colegio y se llevaron rosarios y biblias, relata la centenaria.

Nombra el hambre que las persiguió en su huida de la guerra

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Los recuerdos de Madrid son oscuros. En su relato se mezclan imágenes de gente escondiéndose en sótanos y estaciones de metro abarrotadas por los bombardeos. También nombra el hambre que las persiguió en su huida de la guerra, porque como Alfonsa cuenta, no fue mucho el tiempo que duraron en Madrid.

En total eran quince las niñas que sacaron del colegio y enviaron al norte. Solas, llegaron a Barcelona, de donde también huyeron. Junto a las mareas de refugiados, poco a poco las niñas se alejaban más, y de pueblo en pueblo, llegaron a la frontera con Francia.

Una frontera que cruzaron “con lo puesto”, porque sus maletas iban en un convoy que debería haber llegado al día siguiente al país vecino. “Tú volviste a ver la ropa?” Pregunta irónicamente sobre como con 14 años llegó con las manos vacías a un campamento de refugiados en Francia.

Con 14 años llegó con las manos vacías a un campamento de refugiados en Francia

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Parte de aquellos días se han borrado, así como la percepción del tiempo que pasó en el país, la familia de Alfonsa comenta que fueron unos meses, pero desconocen cuántos. Las quince niñas vivieron en refugios junto a otros españoles, construcciones sencillas con el suelo de paja, sobre el que dormían, cuenta Alfonsa.

A pesar de las condiciones y la soledad de ser niñas solas en una guerra, Alfonsa recuerda que en Francia las acogieron bien, y narra ese episodio de su vida con entereza y sin muchas quejas, solo habla con pena cuando aparece la palabra hambre.

La centenaria muestra un retrato de cuando era una niña. | | J. L. FERNÁNDEZ

Las jóvenes pasaron por dos ciudades al sur de Francia: Fontpédrouse y Dax, de donde recuerdan las fuentes de la que salía agua termal. Desde allí regresaron a España en tren: “Franco dijo que pagarían el viaje de quien quisiera volver”, recuerda sobre un anuncio que las quince niñas aprovecharon y subidas en un vagón, llegaron a San Sebastián.

Allí, sin padre ni madre, las quince quedaron bajo la custodia de unas monjas “pero era temporal, el colegio no era para internas”, tras pedir voluntarios para acompañar a las niñas de vuelta a sus casas de origen, una enfermera “vestida de gala y muy simpática” de Cruz Roja, apareció para recoger a Alfonsa y su hermana, que viajaron de regreso a Zamora y luego a casa de su padre, en Arcenillas, que había dejado con solo dos años. A su regreso, Alfonsa tenía 16 y no reconocía el pueblo.

A su regreso a Arcenillas, Alfonsa tenía 16 y no reconocía el pueblo

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La centenaria termina su relato hablando de Arcenillas y de su vida allí “los mejores años de mi vida”, admite. De las matanzas en casa de su padre, de su marido Ángel, socio fundador de Cobadu, de los trajes regionales y las vacaciones en Cádiz. La vida que siguió a una guerra de la que hace más de 80 años, cuando Alfonsa fue una niña refugiada.

Llegado su centenario y a pesar de que no le gusta hablar de política, Alfonsa es consciente de que Europa vive una nueva guerra, y que Zamora, de nuevo, se ha visto afectada, aunque esta vez, del otro lado.

Estas semanas decenas de jóvenes han llegado a lospueblos desde Ucrania, refugiados como lo fue un día Alfonsa, que hoy rehacen su vida en Villaralbo, Fuenrespreadas o Venialbo, pueblos en los que se enlazan generaciones y personas que huyen de la guerra.

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