Traspasados el millar de kilómetros y en mitad de Francia, Javier Bodego se convierte en la voz de la conciencia general del grupo de voluntarios de la ONG Acción Norte que partía el jueves desde Benavente.

El bombero de Santibáñez de Tera va soltando con suavidad y tranquilidad lo que les espera a los voluntarios que transportan la caravana humanitaria: “La mirada de un niño y un mayor no se te olvida en la vida y repites”. Las furgonetas no volverán vacías. Un total de 21 personas serán recogidas en Cracovia con destino a España para cambiar las miradas.

La mayor parte de estos voluntarios participan por primera vez en una expedición humanitaria ante el desastre que asola la vida de “gente como tú y como yo”. Han dejado todo y se embarcan a una zona de conflicto, familias preocupadas en Zamora, pero también en Salamanca. Los kilómetros caen tras cruzar buen parte de Francia a las puertas de Alemania.

Voluntarios, un primer camino hacia Ucrania

“Si mañana nos pasa a nosotros también pediríamos que nos ayudaran” afirma Javier Ramos, el salmantino que se ha sumado al grupo zamorano. Estaba en casa decidido “a venir solo y por su cuenta” hasta que contactó con la ONG zamorana que abría camino a Polonia. Cuando informó a su familia de su decisión la primera reacción fue la de “preocupación” luego sus hijos se lanzaron a la red y comenzó a recibir los ofrecimientos de amigos y conocidos.

Va cargado de ayuda material pero volverá con cuatro personas para una casa cedida de un amigo, 250 euros para los gastos.

En el camino no paran de llegar los ofrecimientos. Desde París ponen una casa a disposición para 8 personas y alojamiento en Múnich para que pernocten los voluntarios. Por una de las plataformas de pago están llegando donativos “pero hay un tope” al mes y se ha bloqueado. Este salmantino se dedicó durante la pandemia a distribuir altruistamente casi 7.000 pantallas de protección durante la pandemia de COVID a través de un grupo “Resistencia Salamanca” y de un foro de coches. Todos los medios son válidos para la movilización de la sociedad. La intención es “volver otra vez”.

Para el matrimonio afincado en Muga de Sayago, José Luis Martínez y Bárbara Vega, o de nombre artístico José Luis Donaldson y Bárbara Végmed, el viaje se programó en 24 horas. “Por teléfono no localizábamos a ninguna ONG, los emails estaban saturados”. Como última opción llamaron directamente a una periodista de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, quien les puso en contacto con Acción Norte. Cargaron todo el día antes, su preocupación era dejar a buen recaudo de una vecina a su gata.

Esta pareja de madrileño y canaria ponen su casa de Muga de Sayago a disposición de una madre y su hijo. En el viaje de regreso traerán dos madres y dos niños. En Muga hay disponible otra vivienda habilitada por el Ayuntamiento para otras cuatro personas. “Pero yo entiendo que en Muga, una mujer sola y su hijo podrían sentirse aislados”.

Lo deseable es que haya más personas. “Estamos abiertos a todo, hasta que prefieran irse a una ciudad más grande”. En su familia “están emocionados” desde que les comunicaron su decisión. No ha faltado el ánimo ni el apoyo desde Inglaterra de una profesora de Bárbara, con la que mantiene una buena amistad, y que dio clase de inglés a los niños extranjeros que se incorporaban al equipo de fútbol Southampton. También señala el apoyo de otra de sus amigas desde Méjico.

Apoyo fundamental en este grupo de voluntarios es la presencia de una intérprete que admite que conocer el idioma “da confianza a los ucranianos” que no desconfiarán de una ONG “pequeña” pero resolutiva y efectiva frente a la actuación de las mafias, que aparecen lamentablemente en esos casos.

Voluntarios, un primer camino hacia Ucrania

Germán Canetas Rodríguez, de Peñausende de Sayago y residente en Santibáñez, es de los pocos con “experiencia” ya que colaboró en la construcción de parques de bomberos en el Sahara. Con igual decisión se embarcó en esta caravana. Ha sido abuelo recientemente. Su compañero, el vigués Iago González Iglesias, criado en Andalucía y residente en Ferrol con la misma decisión, kilómetros para adelante y la familia pendiente.

Y los sanabreses cierran el pelotón. Javier Gallego tiene una espina clavada y una relación de gratitud con Ucrania y Kiev después de un viaje reciente, en febrero, y que por poco no le sorprendió en la capital. “Recoger ayuda me parecía poco y había que hacer más”. Por su trabajo ha tenido esta oportunidad “me ha cogido en una época en que sí podía desplazarme”. Esto dice a 1.590 kilómetros de casa, Vigo de Sanabria.

Jenny Sebastián es la más joven del grupo pero una de las más experimentadas en misiones humanitarias, de Villaralbo, y miembro de la ONG. En la crisis de refugiados en el Mediterráneo acompañó a Javier Bodego con su hijo “que cumplió cinco meses allí”. “Alquilamos una casa en Macedonia y desde ahí se movían a los puntos de refugiados. “Los niños se acercaban a pedir juguetes” y cuando ya tenían “volvían para dártelos a ti al ver al bebé que iba en el coche”. Pasar por esto “es durillo”.

El convoy hace piña, va pendiente de los kilómetros, de las gasolineras, de los peajes, de no descolgar a ningún vehículo y de recuperar la conexión con el camión que apuró las 19 horas máximas que pueden hacer los dos conductores que se han desplazado desde Benavente. A lo largo del recorrido pasan de largo algunas caravanas y furgonetas por libre con la bandera de las sociedad civil movilizada.

La segunda jornada de viaje se cierra atravesando Alemania y más cerca de la frontera.

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