Abejera de Tábara tuvo en “El Casal” durante varios siglos el sueño eterno de sus moradores de poder poseerlo como suyo propio, tras una larga historia, sumidos en la opresión del los poderosos y un vasallaje brutal muchas veces al borde de lo inhumano, entre pleitos y barbaridades.

Sueño convertido en realidad el día 10 de diciembre de 1925 cuando sus vecinos, liderados por el “Tío Josesón”, rubricaban en Valladolid ante el notario Joaquín Martínez Iglesias su compra a los hermanos Agustina, Urbano y Victoriano Silva Román.

Un paraíso, sin embargo, disfrutado solamente 52 años, hasta que el 4 de febrero 1972 llegó la desgracia con su expropiación. La historia de “El Casal” daba un nuevo giro, total, llamado a convertirse en el corazón de la sierra de la Culebra, reconvertida en Reserva de Caza.

Si bien es verdad que se pagaron 77.500 pesetas, todo un capital para los vecinos de Abejera de la época que no lo tenían, la realidad es que los compradores de Abejera lograron “engañar” a los vendedores haciéndoles creer que el valor de los terrenos, por los que solo lograban cobrar unas rentas muy bajas, era menor del que en si era. El Casal era y es un vergel y si los vecinos de la zona no pagaban más de renta era porque no lo tenían.

La historia comienza en 1371 cuando el rey Enrique II donaba la villa de Alcañices con su “Tierras de Aliste” y la villa de Tábara con su “Tierra Vieja”, más Ayoó y Mombuey al noble Gómez Pérez de Valderrábano.

En el caso de la Tierra Vieja de Tábara la concesión era desde un principio un auténtico atropello: “Pechos e derechos que hayan y hubieren de aquí adelante, con la justicia civil e criminal e con todo mixto mero imperio”.

Abejera pasó a formar parte del Marquesado de Tábara en el año 1541, año del nombramiento de Bernardino Pimentel como primer marqués de Tábara, época en la que contaba con 16 vecinos (familias) y 5 viudas.

Aunque siempre se ha dado por hecho que ese año fue el de la fundación de Abejera, la realidad es que no es así, el pueblo nacería algo antes pues el foro de población lo otorgó “Ynés Enríquez de Guzmán, mi madre, que sea en gloria lo había aforado a los vecinos, que vinieron a poblar dicho lugar” el nuevo marqués.

Realidad o leyenda, la historia pasada de padres a hijos, generación tras generación, es que los pobladores eran carballeses y alistanos llegados de la zona de Peña Mira, de poblados como Santa Cruz de los Cuérragos y Villarino Manzanas.

Habrían de pasar 372 años hasta que sus vecinos consiguieran la Redención de Foros: “Fundación y Población” (cada 1 de noviembre 661 reales y 26 maravedíes: 3.306 pesetas), “Carneros” (un carnero regulado a 112 pesetas: 2.240 pesetas) y “Quesos y Perdices” (80 reales por 50 libras de quesos, regulado a real y libra, 24 perdices, a real y cuartillo la pieza: 400 pesetas).

Agustín Alfageme Pérez otorgaba la redención de foros, mediante escritura del 15 de noviembre de 1913, ante el notario Rafael Guallart Gassent, actuando como representantes del vecindario de Abejera Ignacio Antón González, Juan Santiago Lorenzo, José Mezquita Carbajo y Bernardo Martín Remesal. El acto oficial tenía lugar el 14 de marzo de 1914 al firmarse la escritura en el Registro de la Propiedad de Alcañices, pagando los los vecinos 8.000 pesetas.

Aspecto de El Casal en la actualidad, convertido en espacio natural. | Ch. S.

Los próximos seis años se fraguó la manera de conseguir la propiedad de “El Casal”. Ilusión toda: dinero casi ninguno.

Libres de las cargas señoriales que fueron un lastre durante cuatro siglos Abejera miraba a, “El Casal” aunque comprarlo se aventuraba imposible. Sin embargo, pusieron tanto empeño que se llegó a un acuerdo en 1920 aún no teniendo el dinero.

Se dieron un plazo de años para poder pagarlo y aunque no se pagó y escrituró hasta 1925 comenzó a disfrutarse ya desde 1921. Los nuevos propietarios establecieron una reglas ya que no se partió el terreno entre las 62 familias que pagaron 1.250 pesetas cada una, sino que se optó por la gestión a través de la Mancomunidad de Vecinos de Abejera.

El 1 de enero de 1932 se acordó en concejo que cada uno de los 62 propietarios podía introducir en “El Casal” hasta un máximo de 50 ovejas y 2 novillos.

El Casal se acotaba cada año, siempre en la misma fecha, el día 15 de marzo, y así estaba hasta san Miguel de mayo (día 8) en que entraba la vacada brava de novillos y vacas horras –que llegó hasta las 150 reses– alimentándose de sus pastos hasta san Pedro (29 de junio) en que le llegaba el turno de pastar a la vacada mansa, vacas y bueyes destinados a las labores agrícolas que en esa fechas descansaban, durante la faena de la siega, hasta llegar el acarreo y la trilla. Por “señor Santiago” salía la Vacada mansa y entraban las ovejas (alrededor de 1.500) y las cabras (en torno a 1.000) por ese orden. Nunca a la vez ni revueltas.

Las familias contrataban al pastor por un año, de san Pedro a san Pedro y, además de la soldada, cuidaba las ovejas de todos los asociados y recibía cada día tres libras de pan, un cuarterón de tocino curado y un litro de vino. La contribución se hacía por ovejas y el propio vecino cuando le tocaba la vez había de llevárselo hasta el monte Casal.

La leña fue otro de los grandes aprovechamientos de El Casal: “Durante la posguerra los pueblos estaban superpoblados y se araban hasta las barrancas y los peñascales, con lo cual casi no no había leña ni para la lumbre. En la sierra de Valer por el lado suyo nunca se aró, por el lado nuestro todo, no dejábamos salir ni una jara o urce. Se solía dar un carro de urces, otro de cepas (de urce) y otro de jaras por familia y año”.

Por este motivo se reguló el aprovechamiento de leña, rozas y urces. En 1947 una carro de ramas de urce para la cubierta de las corralas de pastores se cobraba a 2 pesetas y si el carro era de “estrumo” o “chaguazo” para las cama del ganado a 2. Por el carro de cepas de urces, con rama, o jaras se cobraban 25 pesetas.

El día 7 de febrero de 1956 se estableció el precio de 150 pesetas (de ellas 5 para el guarda y 5 para el presidente mancomunado) por cada carro de cepas explotado por pueblos forasteros. Las cepas, aparte de para elaborar carbón para las fraguas, eran, la única leña, la mejor y más consistente para la lumbre de la cocina: se podía dejar el pote al fuego de 2 o 3 cepas que dada su dureza podían aguantar varias horas dando poca llama pero constante y con mucho calor.

Las normas obviamente estaban para cumplirlas por los propios asociados y desde 1922 se estableció la “prendada” o “penada” con multas de 5 pesetas, más los llamados derechos de representación del consejo de administración, que equivalía a cuatro cuartillos de vino.

La de vigilante fue una de las figuras más relevantes de El Casal de Abejera, tan apetecido que no sólo no cobraba sino que pagaba por serlo. El 7 de marzo de 1967 Domingo Río Prieto pagó 3.725 pesetas al año.

En cuanto a los trabajos comunitarios que se habían de realizar en “El Casal” por la Mancomunidad de Vecinos de Abejera –al más puro estilo del Concejo– en 1956 se prohibía acudir “a personas menores, ni mujeres, siempre que éstas puedan ser sustituidas por hombres que vivan en la misma casa”.

La convocatoria del concejo correspondía al encargado: hacía las veces de “alcalde” de la Mancomunidad”.