Juan Francisco Blanco González, natural de Riofrío de Aliste, desde niño ha vivido con verdadero fervor los aconteceres de su pueblo, así como las costumbres comunitarias, hasta convertirse en un auténtico erudito de la cultura tradicional alistana, con la publicación de varios estudios. Actualmente dirige el museo “Casa de los Carochos” de Riofrío.

–¿Cómo, cuándo y dónde nace la tradición de las mascaradas que se mantienen vivas en la Raya de España y Portugal?

–Dentro de las ceremonias de las mascaradas de invierno que en Europa se celebran entorno al solsticio de invierno: el 21 de diciembre. Por solsticio entendemos sol inmóvil, dado que en estas fechas suele cambiar muy poco su inclinación de un día para otro y da la impresión de que permanece en un lugar fijo del ecuador celeste. En las antiguas culturas en el solsticio invernal se celebraba el resurgir de la luz, el declive de la oscuridad y la renovación de los ciclos de la naturaleza. En este tipo de rituales de carácter agrario se suceden un serie de ritos dirigidos a propiciar la renovación de la vida, acrecentar la fertilidad y a la vez proteger a la comunidad de las siniestras fuerzas que la amenazan.

–¿Por qué su celebración coincidente con el Año Nuevo?

–Porque es una fecha dentro del ciclo que a nivel popular se denominaba de los doce días rigurosos del 25 de diciembre (Navidad) al 6 de enero (Reyes), un tiempo en que se comunican entre si los muertos y los vivos para griegos, celtas, indios vedicos y germanos. Para Epton se trata de unos tiempos polémicos y caóticos donde luchan entre sí las tinieblas y el sol, frío y calor, bien y mal, muerte y vida; y nuestros ancestros europeos lo veían como el próximo retorno del renacimiento de la vida y el retorno del sol, que no mueren bajos los fríos de la inverniza.

–¿Por qué los alistanos las conocemos como Obisparras?

–Quizás tenga su origen en la inocentada consuetudinaria que tenía lugar la víspera del 28 de diciembre, Santos Inocentes, en la Edad Media en las catedrales de España donde se nombraba al niño menor del coro como Obispillo para liderar rituales burlescos.

–¿De dónde viene la denominación de Carochos?

–De las máscaras que portan el Diablo Grande y el Diablo Chiquito. Sin lugar a dudas. Carocho en si es un término de origen portugués cuyo significado es precisamente ese: diablos. Dentro del viejo dialecto leonés carocho es utilizado en la Maragatería leonesa para designar al cordero que tiene una mancha o cerco en la cara. En Riofrío y otras localidades de tierras alistanas se denomina Obisparra a las mascaradas invernales: colectividad numerosa y bullanguera. En un lenguaje coloquial se denomina Carocho a aquella persona más o menos extravagante, sucia o mal vestida y carochada a cualquier barahunda de gente bulliciosa. La carocha es parte vital de todos los enmascaradaos zamoranos como los Carochos de Riofrío, Cencerrón de Abejera, Diablos de Sarracín, Zangarrón de Montamarta, Tafarrón de Pozuelo, Zamarrón de Villarino tras la Sierra y Zangarrón de Sanzoles.

–En el caso de Los Carochos es una mascarada muy numerosa. ¿Cómo deberíamos posicionar a sus personajes?

–La celebración en si cuenta con 11 personajes, 12 si contamos el niño de la Madama que aparece como una efigie de madera. Se dividirían en tres grupos: Los Carochos con el Diablo Grande y el Diablo Chiquito; “Los Guapos” con el Galán, Madama, el del Cerrón y el del Tamboril; y “Los Ciegos” con el Molacillo, Gitano, Filandorra y Ciego de Atrás. El del Lino va por libre sin que pueda atribuirse claramente a ninguno de los grupos, por mucho que al salir vaya detrás de los guapos, aunque la condición de pobre que va pidiendo limosna podría favorecer su integración en los limosneros, ciegos o gitanos.

–Es Aliste tierra de profundas raíces religiosas y a la vez de supersticiones y mil demonios.

–Los Carochos de Aliste en su configuración actual como unos demonios horribles y de aspecto feroz, más o menos enlutados, provistos de cuernos y grandes colmillos, con comportamientos malignos, se acercan al demonio cristiano, como encarnación del espíritu maligno que aparece en la Biblia, que a su vez deriva del figuras como el dios Pan, un dios arcádico de los pastores, los Satiroi griegos y sus derivados romanos Silvano y Fauno, que al fin y al cabo no eran otra cosa que dioses de la naturaleza, de aspecto caprino. Ni siquiera en la cultura y la tradición hebrea la evolución del concepto demonio fue uniforme o lineal. Azael pierde su aspecto rústico para convertirse en un civilizador que enseña a los hombres el arte de la guerra y a las mujeres el de la seducción mediante el hechizo.

–El Año Nuevo es día de aguinaldos en tierras de Aliste.

–Sí. En Aliste, antaño más que ahora, hablar de Año Nuevo para los niños era hablar de aguinaldos. Helara, lloviera o nevara en la mañana del 1 de enero íbamos a casa de padrino, madrina y abuelos a buscar el aguinaldo que incluía una cayata de longaniza. Los Carochos inician la cuestación del aguinaldo en la calle “Los Molinos” manteniendo la ancestral tradición de felicitar el año nuevo a todas las familias y vecinos: Buenos días de años nuevos, en salida de años viejos, en vida de todos los miembros de la familia y de todos los que usted bien quiera. En el baile del Sagrao los diablos incluso le dan a morder a los presentes chorizo del recibido como aguinaldo.

–¿Qué significados tiene la acción de la Fillandorra de echar cernada adiestro y siniestro?

–La ceniza se identifica con la muerte y la disolución de los cuerpos, con la germinación que tiene como principio la putrefacción de las semillas para dar luego lugar a una nueva vida. En Aliste desde tiempo inmemorial la ceniza que produce la lumbre de la cocina casera en invierno se utiliza en la primavera para abonar hortalizas y cereales. Cuando se hacían las rozadas de terrenos comunales las jaras y escobas secas se quemaban antes de la siembra y sus cenizas se esparcían por el campo de cultivo para fertilizar la tierra. Entre los alistanos existía una antigua costumbre utilizando las virtudes mágicas de la cenia. Durante la Vigilia Pascual de Sábado Santo se enciende una lumbre con las ramas de romero utilizadas para la “cama del Señor”, sobre la que Cristo es colocado para proceder a la adoración de la Santa Cruz en Viernes Santo. Muy singular era la hoguera de labradores donde sumergían la cavija del arado para evitar que luego le picara la mosca a las vacas durante las labores agrícolas.

–Háblenos de la flagelación en los rituales de las mascaradas. ¿Tiene algún sentido?

–Si. Claro. La flagelación, golpes o azotes no aparecen como un castigo en el sentido que entendemos como un escarmiento o una venganza, más bien se da como estímulo o purificación. En los Carochos el ritual lo encontramos cuando el Molacillo envuelve a los niños y jóvenes con ramas de parra o el Gitano “golpea” con una vejiga de cerdo que lleva colgada a la espalda y con la pelota de madera cubierta de trapo.

–Usted siendo un niño vivió el resurgir de los Carochos.

–Así es. Inolvidable. Veníamos entonces de unos años 60 donde se produjo una convulsión sociológica de valores y creencias cuyas olas recalaron en Aliste y sobre todo en los más jóvenes. Incluso la gaita de fole a punto estuvo de desaparecer. Si alguien vivió aquel renacer con ilusión fuimos los rapaces. Una tradición de oídas que vimos hecha realidad. La vieja cultura agraria alistana languidecía por aquellos años y al fin ellos, un puñado de mozos, salvaron su identidad y la nuestra. Los pioneros, porque aquello fue una aventura que salió bien pero pudo salir mal, encontraron su horizonte en su propia casa, la cultivaron y nos la enseñaron a los demás.

–Riofrío ha sido un claro ejemplo a seguir en recuperación y supervivencia de tradiciones. ¿Cual es el camino a seguir?

–La vida nos llama a progresar y eso es bueno, siempre que nunca olvidemos nuestros orígenes, de de donde venimos, para saber a donde vamos. Es vital que los niños y niñas conozcan y vean como algo muy suyo, se sientan orgullosos, de sus pueblos, de las costumbres y tradiciones heredadas de sus padres y abuelos. Sólo así garantizaremos la preservación de nuestra cultura y su transmisión a las nuevas generaciones. Las mascaradas, gaita de fole, baile llano e indumentaria alistana son mucho más que una reliquia, son parte imprescindible de nuestra ancestral historia, unos valores endógenos de patrimonio material e inmaterial que nunca debemos de perder.