Este año la solemnidad de la Purísima, que en Villalpando lo es a todos los efectos, estará visiblemente teñida de especial recuerdo por don Tomás Osorio. Quien fuera párroco de la villa durante casi cuarenta años por primera vez no celebrará en la Tierra esta fiesta de la Madre de Dios, sino que seguramente lo hará en la comunión de los santos con ella y su hijo, cara a cara, siendo ya uno con él.

Don Tomás estaba sumamente orgulloso de la tierra donde sirvió como presbítero. En el verano pasado, en uno de sus últimos correos, aún me decía: “Yo ya he recordado humildemente a los villalpandinos que tienen que celebrar los 600 años de la campana de la Queda en 2031. Y les recordaré que en 2022 van a celebrar las canonizaciones de Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Ávila, Isidro Labrador..., pero que un villalpandino, el VI conde de Monterrey, estuvo presente en esas canonizaciones representando al rey de España, a España y al Imperio Español. Este villalpandino fue el fundador del Convento de La Purísima - Agustinas de Salamanca y el que trajo el cuadro “Inmaculada Concepción” de Rivera a Salamanca desde Nápoles, donde él fue virrey. Bueno, Rafa, mueve esa iniciativa tuya y a celebrar... Con mis saludos y bendiciones. Tomás Osorio”. Nos dejó recado. Ojalá la Tierra de Villalpando recoja generosamente el guante que lanzó.

Dos años compartidos con don Tomás de Villalpando en mi etapa de formación pastoral, viviendo día a día con él –pues me acogió en su casa–, dieron para mucho. Tenía muchas manías; de hecho al principio llegó a exasperarme. Pero con el paso de los primeros meses y la mutua aceptación de nuestras respectivas formas de ser descubrí un hombre sabio y profundamente cariñoso conmigo, a pesar de la educación recibida e incluso las apariencias primeras. Sin aspavientos, castellano viejo, recio como el frío de Villalpando, y seguramente por ello profundamente respetuoso, cariñoso, leído y ejemplo de entrega sacerdotal. Serio, firme, con las ideas lo suficientemente claras como para ayudar en el proceso clave de discernimiento, hasta el punto de hacer decisivos mis dos años en Villalpando. Fue el referente sacerdotal donde reflejarse. Cuántas valoraciones compartidas sobre el ministerio, cuántas conversaciones sobre la condición humana, la vida de las gentes, nuestra cosmovisión... Fue también un sacerdote servicial y entregado, riguroso, decidido y emprendedor, verdadero apóstol de los jóvenes y de la cultura, respetable y respetado, buen conversador, culto y sobre todo padre. Amante de la Historia y, más aún, convencido de la trascendencia cultural de la fe católica. De ahí tantas iniciativas religiosas y culturales como promovió. Orgullosísimo devoto de la Inmaculada, se configuró con san Ignacio y ha muerto el día de san Francisco de Borja. Detrás del don Tomás aparentemente serio pronto apareció el don Tomás afectuoso –y jocoso incluso–, el don Tomás que animaba mis lecturas, mis investigaciones y las conversaciones compartidas frecuentemente durante todos estos años después. Y siempre transmitiéndome que la cultura es una vía estupenda a la que no podíamos renunciar desde la propuesta cristiana. Cuánto aprendí con y de don Tomás...

No queda más que alabar a Dios y dar las gracias por su vida y su ministerio. Ya en Villalpando y a partir de entonces siempre me recibía con un exagerado “¡Eres un fenómeno!”. Don Tomás Osorio sí que ha sido un fenómeno. Y, aún mejor, lo supo de primera mano, en tiempo y forma. Regó y plantó mucho en muchos. Y todo ello comenzó a fructificar en tantos, y aún seguirá dando fruto. Amó a su pueblo y a la parcela del Reino de Dios encomendada. Hoy la Queda de Villalpando tañerá en la solemnidad de la Purísima para don Tomás. No me cabe la menor duda.