Si el puente de diciembre es matancero por excelencia en los pueblos de Zamora donde aún se sostiene la tradición culinaria, en Fermoselle es el momento más vital para la recogida de la aceituna. La villa de los Arribes recupera el dinamismo perdido con el final del verano y los hogares vuelven a poblarse para sumar fuerzas y recolectar el fruto de los olivos.

GALERÍA | Las mejores imágenes de la recogida de la aceituna en Fermoselle.

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GALERÍA | Recogida de la aceituna en Fermoselle José Luis Fernández

Horacio y Ana Belén cuentan con el apoyo de sus hijos, Iván y Rubén, uno trabajando en Zamora y otro estudiando Ingeniería, para recoger la cosecha de aceituna. Porque si algo caracteriza esta producción en Fermoselle es su carácter familiar. Hijos, nietos, tíos, sobrinos y también amigos se suman a esta “fiesta” donde se aprovecha el largo puente de la Constitución y la Inmaculada para dar un empuje al trabajo.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

“En general son producciones familiares, pequeños olivares que se van heredando de padres a hijos y, aunque se han perdido muchos, el olivo es un cultivo muy de Fermoselle” explica Ana Belén Baz mientras realiza la recolección con su marido y sus hijos. Unos con la máquina, otros recogiendo fruto, colocando las mallas. No falta trabajo, aunque la mecanización ha facilitado mucho las labores.

La valoración sobre la cosecha es coincidente: buena. “Ha llovido a tiempo, sobre todo el mes de septiembre y se está sacando cantidad”. Las aceitunas terminarán en la cooperativa de Fermoselle, donde ya se moltura a tiempo completo. Con semejantes minifundios, casi toda la cosecha es para autoconsumo, aunque hay excepciones que permiten situar el producto en el mercado, con notable éxito. “El aceite de Fermoselle es de lo mejorcito, es virgen extra” defienden con orgullo los fermosellanos.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

A pocos metros de esta familia, otro pequeño grupo se afana en el “ordeño” de los árboles. Manuel Guerra con los suyos aprovecha la espléndida mañana de diciembre para llenar los sacos de olivas. “Este año da gusto. Ha habido humedad el olivo requiere agua y ha caído a tiempo” apunta el fermosellano.

Y aunque es un cultivo que no requiere mucho laboreo, Manuel Guerra asegura que no hay que descuidarlo. “Requiere una buena poda y un buen tratamiento para que siempre esté frondoso y no se meta la araña”. El cultivador ha conocido este trabajo desde niño, por eso la querencia de los fermosellano por los olivos, que cuidan con mimo. “Esto viene de nuestros abuelos, que sepamos, y de mucho antes”. El microclima de este hermoso rincón del arribanzo, en el corazón del Parque Natural de los Arribes del Duero, favorece cultivos mediterráneos.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

En el caso del olivo, los estudiosos sitúan su origen en el siglo XVIII cuando la Sociedad de Amigos del País, “un grupo de emprendedores de la época vieron el potencial de la zona cuyo clima favorecía el cultivo de estos árboles tan típicos en zonas más cálidas y decidieron invertir plantando 50.000 olivos sobre los bancales para crear aceite de oliva en los Arribes del Duero y empezar a producir aceite de Fermoselle”.

Los cultivadores que llevan el fruto a Bemposta, pasan la frontera sin problemas

En las fincas a ambos lados de la carretera de Bemposta los coches y furgonetas aparcados, carretillas y pequeños tractores de arriba para abajo dan fe de la actividad incesante en los olivares.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

Pedro Garrido y su familia aprovechan también el largo puente festivo para hacer la campaña que ni su hijo Pedro se ha querido perder. “Entre la familia y los amigos recogemos la aceituna. Es una tradición, yo lo conozco desde niño y lo mantienes porque viene de familia, pero esto no es rentable. Para el gasto y ya” cuenta Pedro Garrido mientras pega a los árboles con una vareadora mecánica que permite agilizar la tarea. Y si queda alguna aceituna, la vara manual termina por desnudar el árbol. “A parte de muchos kilos es muy buena aceituna” cuenta el recolector mientras espachurra un fruto con los dedos. “Si la mano queda fina es que hay aceite. Yo creo que va a ser buena”.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

El pequeño Pedro ya hace sus pinitos encantado, mientras su madre, Lorena, y su abuelo retiran las ramas y van metiendo el fruto en los sacos. “La aceituna es muy querida en este pueblo. Antaño se arrancaron las viñas y los olivos aquí quedaron; aunque se van perdiendo muchos, aquí se sigue trabajando”.

El campo en general padece los males de la falta de relevo y el olivo no es ajeno. Lo sabe muy bien José Fernández, que afronta en solitario la recogida de la aceituna en una complicada finca situada en la carretera de La Cicutina, hacia Salamanca. “Es buena aceituna, está sana y cae bien, que es lo principal. Ha llovido a su tiempo, sobre todo en septiembre, y la aceituna ha engordado. Tampoco podemos hablar del mejor año, pero no está mal la campaña” apunta José mientras hace malabares para colocar la red salvando un arroyo y aprovechar al máximo el fruto. “Cuando se coge la garrafa de aceite no se sabe el trabajo que cuesta”.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

No todas las fincas son iguales. No es lo mismo acceder con el vehículo por un camino despejado, que trabajar en los bancales o en un olivar casi comido por la maleza. Es otro problema del despoblamiento y la falta de nuevas manos en el campo. “La gente se hace mayor y no hay quien recoja todo esto. No vienen nuevas generaciones que se hagan con los cultivos, esto se pierde. Y son olivos centenarios” expone José Fernández con tono apesadumbrado.

"Ha llovido a su tiempo; la aceituna está sana y cae bien, que es lo principal"

Después de limpiar en casa las aceitunas, retirando la hoja con una máquina de viento, este fermosellano es de lo que lleva la aceituna a la cooperativa del pueblo, Virgen de la Bandera. Otros optan por almazaras de la provincia de Salamanca o la de Bemposta, en Portugal, donde las restricciones del COVID no están suponiendo ningún problema para los cultivadores. “Tenemos el certificad, pero no nos lo han pedido” cuentan. “El año pasado sí que estaban las cosas peor, pero ahora no”.

La aceituna despierta el campo fermosellano José Luis Fernández

En plena campaña, la almazara de Fermoselle moltura a pleno rendimiento, unos 8.000 kilos diarios, cuenta Javier, el operario que hace el turno de mañana. Con unos 500 socios activos, que llevan aceituna, esperan transformar sobre 400.000 kilos. “El año pasado se metieron unos 380.000 y este año por ahí andará o un poco más”.

Dependerá de la evolución de la campaña que, como mínimo, dura todo el mes de diciembre. Los cultivadores descargan el fruto en un silo y a través del sinfín pasa a otro silo, para llegar a la molienda. A través de un tubo pasa a la batidora que mueve la masa durante al menos una a una temperatura aproximada de 27 grados. Llega después el decante que separa el agua del aceite. A juzgar por el resultado la cosecha se presenta buena.

Deberá pasar un tiempo para que el aceite de oliva repose en las cubas y finalmente se envase las garrafas con toda su pureza. Preparado para servir en la mesa y deleitarse con el sabor de un producto que es santo y seña de Fermoselle.