Aliste ha recuperado una de sus más peculiares y ancestrales tradiciones, los hilandares o filandeiros, gracias a la iniciativa Al Serano promovida el Ayuntamiento de Riofrío en colaboración con la Diputación de Zamora y la asociación cultural Amanecer de Aliste, bajo la dirección de la especialista alistana Esmeralda Folgado, quién ha tachado la jornada de éxito. “Seguiremos trabajando para recuperar nuestra historia”, ha confesado la experta del oficio.

Usos, cardas y ruecas resurgieron de las cenizas del olvido reivindicando su parte imprescindible, vital, de la historia alistana en elaboración de capas, mandiles, manteos, mantones, gabachas, polainas y monteras. Escarmenado, cardado, fieltrado e hilado se hicieron realidad como si en vez del siglo XXI estuviéramos en los avatares del siglo XVII.

Un éxito que congregó aparte de a gentes de Riofrío y Abejera a otras llegadas de San Juan del Rebollar, Alcañices (Andrés Castaño presidente de la asociación para la Promoción y Estudio de la Capa Parad Alistana de Honras y Respeto), San Vitero (la artesana de Capas Parda Rafaela Fernández Ramos), Moraleja de Vino, Zamora y León. Allí estuvieron Tomasa de Abejera, Consuelo de Riofrío y Engracia de San Juan antiguas hilanderas enseñando sus saberes a niños como Gabriel y Amelia. El filandar se repetirá los días 11 y 18 de diciembre en el mismo lugar: centro social de Riofrío.

Hilandares, los reinos de las mujeres Chany Sebastián

Los hilandares eran unas reuniones públicas y callejeras al sereno donde, tras la cena, se juntaban las mujeres del pueblo para hilar la lana. Culminadas las duras tareas de la recogida de la cosecha veraniega con la siega, acarreo y trilla que antaño se iniciaban por San Juan (24 de junio) y llegaba hasta la Natividad (8 de septiembre) llegaba también el alivio a las familias para dedicar su tiempo a otras cosas y tareas, pues ya no había que madrugar tanto.

En septiembre y octubre, aprovechando la aún bonanza climatológica, era la época ideal para los hilandares de la lana. Llegaba la abuela con un piorno, la hija con las jaras y la nieta con un brazado de tronchos de berzas secos, se encendía una lumbre y ya estaba armada la mecha que prendía el hilandar a su alrededor. Eran otros tiempos donde no había luz eléctrica por lo cual el fuego callejero aparte de dar calor, alumbraba la labor.

Podía haber uno o varios hilandares dependiendo del pueblo. Si era pequeño, pocas vecinas, se juntaban todas en el mismo. Si era grande a veces los hacían por barrios o por separado mozas, casadas y viudas. En pueblos como Nuez de Aliste funcionaron hasta cuatro.

Hilandares, los reinos de las mujeres Chany Sebastián

Aparte de hilar la lana se cantaban coplas y tonadas, se recitaban poesías y romances, pero sobre todo se daba un buen repaso a la actualidad del pueblo, de lo bueno y de lo malo: “cada una contaba su exclusiva y allí no quedaba títere con cabeza, allí no teníamos censura”.

Obviamente no todas hilaban y también se hacían otras tareas como elaborar medias, remendar calcetines o pantalones o estitar fréjoles, es decir, separar las judías tabaresas de las vainas ya secas.

Mujeres e hilandares fueron el alma, corazón y vida de Aliste y para Aliste desde la noche de los tiempos, de su arte y su saber, salieron durante siglos las prendas de la indumentaria tradicional alistana.

Hilandares, los reinos de las mujeres Chany Sebastián

Los hilandares, además de cumplir con su cometido de hilar la lana y el lino, fueron también una especie de concejo social done ellas, juez y parte, eran reinas y reinaron. Entre las ruecas contaban sus verdades, como templos, sin censura, y dictaban sus sentencias, concisas y claras, a la luz de la lumbre bajo un mundo y una noche negra que por un fin de semana Riofrío ha recuperado.

Los usos, cardas y ruecas seguirán dando vueltas entre las manos de las alistanas y alistanos, a pesar del curso de los años, está claro que la supervivencia de la tradición y todo su simbolismo está asegurada, nuevas generaciones que como Gabriel y Amalia hacen que los hilandares tengan aún mucha lana que hilar.

Hilandares, los reinos de las mujeres