Cuando Adolfo Pascual García leyó hace unos días en las páginas de este periódico que Monte la Reina está en riesgo de sufrir inundaciones por las crecidas del Duero, no pudo por menos que retrotraer su memoria a aquellas Navidades de 1961, cuando las riadas transformaron el campamento militar en un mar. “Aquello metía miedo verlo, llegaba el agua casi hasta la puerta principal” evoca este vecino de Guarrate que a sus “82 años cumplidos” recuerda aquel episodio con envidiable precisión. “Ya lo creo que se inunda aquello, que me lo digan a mí”.

Un diploma guardado “como oro en paño” inmortaliza el reconocimiento al soldado zamorano por su “buena conducta y trabajo desarrollado con motivo de las inundaciones en el Campamento de Monte la Reina”. La prensa de la época se hacía eco también de la distinción a varios soldados por su meritorio trabajo “en la contención de la furia de las aguas” que no solo azotó al enclave militar sino la propia ciudad de Zamora y varios pueblos de la provincia.

Adolfo Pascual tenía 22 años cuando fue llamado a filas. “Primero estuve en Zamora, luego a El Ferral, de allí a León donde juré bandera y después me mandaron a Monte la Reina”. El miliciano formaba parte de la tropa auxiliar de Infantería e hizo el servicio militar en el campamento de Monte la Reina, cuando todavía estaba en plena actividad y llegaba recibir “a dos o tres mil cadetes.

"Aquello metía miedo, había que vigilar porque llegaba el agua casi hasta la puerta principal"

Cuando estaban haciendo la instrucción aquello era impresionante” recuerda Adolfo. Eran unos dos meses de formación y los militares se marchaban pero en el campamento, situado a medio camino de Toro y Zamora, quedaban un grupo de soldados con un teniente al mando para cuidar y mantener las instalaciones. Tal era el cometido del joven soldado de Guarrate, para quien la recuperación de Monte la Reina supone todo un ejercicio de recuerdos y vivencias.

“No he vuelto por allí, cuando paso me da pena verlo todo abandonado, pero te aseguro de que si volviera sabría lo que era cada cosa”. A buen seguro que hubiera sido un envidiable guía en la reciente visita de la ministra de Defensa a las instalaciones. “Recuerdo todo, los comedores, la capilla, la piscina, el botiquín... Cómo estará todo ahora. Una pena” evoca sobre el campamento donde el zamorano hizo el servicio militar. Estaba cerca de casa, por eso eran memorables las idas y venidas a Guarrate en una bicicleta BH que había comprado el padre. “Muchas veces no tardaba ni tres cuartos de hora. ¡Tenía unas piernas....!”

Y en esa recopilación de recuerdos y vivencias de hace sesenta años cobra especial sentido la espectacular riada que pilló a Adolfo y a los aproximadamente 15 militares que se encontraban en ese momento en el campamento.

"El agua se metió hasta la capilla, con una barca de madera pudimos salvar a los santos"

“Ya se habían marchado los cadetes y allí nos quedábamos unos pocos viviendo en un barracón de madera. Éramos militares destinados a vigilar aquello y, si hacía falta, nos poníamos a lo que fuera”.

Fue en los últimos días de diciembre de 1961 cuando las intensas lluvias que afectaron a buena parte del país provocaron una espectacular crecida del río Duero que pilló de lleno a buena parte del campamento zamorano.

“Era día y noche sin dejar de caer agua. No podíamos dormir, había que estar vigilando a ver si eso subía o bajaba” cuenta Adolfo en la cocina de su casa. “Poníamos unos hitos por la noche para controlar el nivel, pero el agua cada vez venía más alto. Preguntaba el teniente, ¿cómo está?. y yo le decía, va subiendo. Llegó casi hasta la puerta principal”.

El testimonio de Adolfo Pascual describe cómo la impresionante crecida del Duero se metió en la capilla de la ermita; “el agua cubrió casi hasta la cerradura y aquello no paraba. Entonces un chaval se ofreció a llevar una barca para salvar a los santos”.

Consiguieron abrir las puertas del pequeño templo y rescatar las figuras de madera. Y así con todo el material que corría peligro de desaparecer aguas abajo. “Cada vez venía más agua, íbamos retirando todo lo que podíamos. Había un almacén con munición y armamento que era un peligro, estábamos preparados para si había que tirar de ello” cuenta sin perder detalle el vecino de Guarrate.

"Unos pastores se quedaron aislados en un tejado y vino un helicóptero de Madrid a rescatarlos"

No solo se trataba de salvar lo que se pudiera del campamento, había que recoger todo lo que “escupía” el irrefrenable empuje del agua. Recuerda Adolfo Pascual cómo el impetuoso Duero arrastraba “mesas, sillas tapizadas, camillas, muebles... Bajaba de todo, fíjate cómo vendría por arriba, había muchas cosas se que quedaban en las orillas. Yo no he visto cosa igual”.

Los soldados que guardaban el campamento tuvieron incluso que socorrer a unos pastores que pedían auxilio desde un tejado. “Les sorprendió la riada y no había manera de llegar a ellos, tuvo que venir un helicóptero de Madrid a rescatarlos. Fíjate cómo estaría aquello” relata este testigo fundamental de un episodio sin precedentes en los últimos 60 años desde que se produjeron las inundaciones. “Mirabas aquella vega cubierta de agua y costaba respeto. Gracias a que las tiendas y el barracón estaban un poco más altos sino no se cómo lo hubiéramos hecho”.

Adolfo Pascual (derecha) con su compañero Esteban Pérez (ya fallecido) en Monte la Reina Cedida

La furia del agua les dejó aislados. “Partió en dos el puente y como se cortó la carretera salíamos a buscar el pan a Toro por el teso”.

Pasó medio año de aquello cuando el soldado Adolfo despedía bandera en el Cuartel de Zamora. Estando en la fila le ordenaron salir para que un mando le otorgara el reconocimiento de la Agrupación de Infantería Toledo. El Profetizado. Junto al premio en metálico –”me dieron un sobre, me parece que con dos mil pesetas”–, un diploma “por su buena conducta y trabajo desarrollado con motivo de las inundaciones en el Campamento de Monte la Reina”. Zamora, 7 de julio de 1962. “Algo haría” comenta el hoy octogenario sin perder su sonrisa mientras sujeta con orgullo el honroso diploma.

"La furia del agua partió en dos el puente y como se cortó la carretera, salíamos a buscar el pan a Toro por el teso”

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Las vivencias en el campamento zamorano iban más allá de aquel memorable episodio. El año largo que Adolfo Pascual García se pasó en Monte la Reina dio también para animadas veladas donde el guarrateño sacaba el saxofón y ponía música a la fiesta. Porque Adolfo, el chico mayor de nueve hermanos, formaba además parte de una saga de músicos de célebre recuerdo. Junto a él en Monte la Reina su amigo y vecino del pueblo Esteban Pérez Lucero (fallecido años después en el pantano de Buendía), con quien comparte la única fotografía que Adolfo guarda de aquel paso por el campamento.

Hoy, el proyecto de recuperación del enclave militar, ha reavivado los recuerdos de tantas generaciones de zamoranos que allí hicieron la mili. ¿Qué le parece que aquello vuelva a tomar vida?. “Bueno, hará falta mucha obra, aquello era inmenso. Pero si sale, bienvenido sea”.