Descubrí a Miguel Blanco una tarde-noche de diciembre en Bruselas de esas en las que esta ciudad te parece el lugar más húmedo, frío y gris marengo del mundo. El año 2001 tocaba a su fin. Yo era un becario del gabinete de prensa que aún tenía ciertas dificultades para recordar el significado de las siglas COAG y formaba parte de una delegación de 30 personas de la organización que se había desplazado a la capital belga para conocer las instituciones comunitarias.

Su discurso en el hall de entrada del hotel aportaba cierta calidez. Muchos años antes del 15M, hablaba de los de arriba y los de abajo con tal pasión y elocuencia que captaba por momentos la atención de los camareros que estaban sirviendo un pequeño ágape de bienvenida. La mayoría no entendía el español pero su cuidada retórica y la pulida entonación cultivada con los jesuitas te atrapaba sin ser consciente de ello. Tenía eso que llevaron al extremo los sofistas en la Grecia clásica; el arte de la argumentación y el razonamiento discursivo.

Su aspecto ayudaba. Una pose de caballero de las cruzadas, con una tupida barba negra con incipientes canas, (a medio camino entre el Ché y los primeros hipster del neoyorquino barrio de Williamsburg), te invitaba a pensar que había dejado el caballo, la armadura y la espada a las puertas del hotel. Con el tiempo descubrí que Sir Blanco Suaña, del Reino de Zamora, era de la escuela de Sir Winston Churchill; se preparaba cada improvisación de una forma muy meticulosa.

Para hablar bien en público tienes que pensar bien en privado. Nada es casual. Hay mucho trabajo y esfuerzo detrás de cada intervención de Miguel. Su discurso es como una derecha ganadora de Roger Federer: preciso, depurado, firme y elegante.

Casi una década como su jefe de prensa, me ha servido para constatar que se prepara con el mismo esmero, respeto e intensidad una entrevista con una becaria de Radio Surco que con Carlos Herrera, Pepa Bueno o Alsina.

Sólo él puede conseguir que una entrevista para hablar sobre los problemas del campo, prevista para 12 minutos en el exitoso “En días como hoy” que Juan Ramón Lucas dirigía y presentaba en las mañanas de RNE, se estirara hasta la hora de duración por lo interesante que le estaba resultando a Lucas. Ni qué decir tiene de la previa a una reunión con una consejero/a o ministro/a. Un sindicalista muy incómodo para aquellos políticos que toquen de oído en materia agraria porque aúna experiencia negociadora, conocimientos técnicos e independencia política a partes iguales. No es casual que sea prácticamente el único de los históricos líderes agrarios que no ha recibido por parte de ningún ministro la Gran Cruz de la Orden del Mérito Agrario. Sin pretenderlo, es el mayor reconocimiento que le han hecho a su 38 años de trayectoria en el sindicalismo agrario. En todo caso, no es alguien de colgarse medallas.

Un tipo que prima la reputación sobre la notoriedad, la lealtad sobre el oportunismo, que ha sabido jugar en equipo y repartir protagonismos con sus compañeros y compañeras de Comisiones Ejecutivas y con los diferentes responsables de los sectores agrícolas y ganaderos de COAG.

Tiene eso que en las consultoras de Recursos Humanos llaman “seniority”: capacidad para aguantar la presión, ( daría para un libro las llamadas de políticos de todos los colores para que asumas el argumentario del partido o de CEOs y altos directivos de grandes empresas agrarias y alimentarias para que no seas un “riesgo reputacional”), capacidad de influencia, autogestión emocional, compromiso y capacidad de renunciar al criterio personal para alinearse con los objetivos de la organización y el sector. Seniority es saber escuchar, respetar las opiniones de los demás aunque, en más de una ocasión, no te aporten nada.

Sin embargo, hay veces que las grandes virtudes puede devenir en ciertos defectos y su búsqueda incesante de la excelencia le he pasado factura en la eficacia comunicativa en los últimos tiempos. No querer dejarte nada en el tintero puede emborronar el mensaje central que quieres trasladar. Lo dice Iván Redondo, ex-jefe de Gabinete del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el último libro publicado por Toni Bolaño sobre él: “para Redondo, 7×1 es igual a cero –si lanzas siete mensajes, no calará ni uno–, y 3×3 es igual a 1 –si lanzas tres y los repites tres veces, calará al menos uno“. En la nueva era digital, menos es más en materia de comunicación.

Es uno más de los múltiples aprendizajes que me llevo gracias a Miguel. La visión estratégica, la importancia de que la promesa esté siempre a la altura de la experiencia, los beneficios de las expectativas realistas y el necesario equilibrio entre la reivindicación en la calle y el diálogo en las mesas de negociación, son otras de las enseñanzas que extraigo de su paso por la Secretaría General de COAG.

Blanco Suaña pondrá hoy punto y final a cuatro décadas de compromiso y lucha por los hombres y mujeres del campo. Le puso nombre a una forma de vida, “el modelo social y profesional agrario".

Blanco Suaña pondrá hoy punto y final a cuatro décadas de compromiso y lucha por los hombres y mujeres del campo. Le puso nombre a una forma de vida, “el modelo social y profesional agrario”, lo llegaron a votar casi 7 de cada 10 agricultores en procesos electorales a cámaras agrarias ( con holgadas mayorías absolutas en cuatro elecciones consecutivas 1997, 2002, 2007 y 2012 ), fue determinante en la maratoniana negociación del famoso “acuerdo del gasóleo” que, desde 2005, retorna cada años 70 millones de euros al bolsillo de los agricultores y ganaderos españoles y cierra su etapa con un logro que hace una década era impensable y hoy es una realidad plasmada en el BOE: la obligatoriedad de que los precios pagados a los agricultores cubran como mínimo los costes de producción.

Se va con un sector agrario más unido que nunca, gracias a su decidida voluntad para sumar esfuerzos con las otras dos grandes organizaciones agrarias. Ha llevado a la práctica lo que dijo de una forma muy elocuente y bonita el escritor que más citó en sus discursos sindicales, León Felipe. “Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo porque no es lo que importa llegar sólo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo”.

Hace 40 años, un pequeño y viejo libro titulado “Abejas y Colmenas”, editado en 1933 por el Sindicato Español de Apicultores, fue el detonante para que Miguel Blanco dejara a un lado su diplomatura de Magisterio y se adentrara en el mundo de la apicultura profesional y el sindicalismo agrario. Los niños zamoranos perdieron un gran profesor. El campo español ganó un maestro.