“Entre San Miguel y el Pilar las uvas has de quitar” sentencia el refrán allá por la Raya con Portugal. Un dicho que los alistanos, tabareses, albarinos y trasmontanos cumplen sabedores que “Las aguas de octubre las frutas (uvas) pudre”. Cada vez hay menos viñedos, pero se mantiene la tradición de la vendimia tradicional comunitaria ayudándose unas familias a otras.

La vendimia de las uvas era antiguamente una jornada de trabajo y fiesta similar a la matanza del cerdo pues “las uvas son muy delicadas y hay que hacer todas las labores en un día”. Por ello se elegía una fecha donde pudieran ayudar todos los miembros de la familia: padres, suegros, hermanos y tíos además de los más allegados.

Tras las labores de últimos de agosto y primeros de septiembre centradas en recoger la paja en el pajar, sacar el “estiércol” del corral y apañar las patatas, lo primero era pegarle un buen lavado al carro para liberarlo de tierra y muña. Limpio como una patena se colocaba en el “artesón”, similar a la artesa de amasar el pan, pero más grande y hecho para que se ajustara al carro.

Aliste cierra una buena añada

Aliste cierra una buena añada Chany Sebastián

Ya en la viña las uvas se recogían con la ancestral cesta de mimbre camino del artesón donde luego ya en casa se pisaban. De esta manera primero se depositaba el mosto en las cubas y luego el resto.

Varias cestas de las mejores uvas se quitaban con esmero y cuidado y luego se colgaban en los varales del sobrado para que aireadas se conservaran todo el otoño y parte del invierno. Parte de esas uvas se reservaban para la cena familiar de Nochebuena antes de la Misa de Gallo y de la pastorada de “La Cordera”.

Durante varios días la cuba permanecía abierta para “cocer” (fermentar) del vino y la madre, revolviendo hasta que quedaba en reposo con el “pisador”.

Aliste cierra una buena añada

Aliste cierra una buena añada Chany Sebastián

Cada maestrillo tenía su librillo: unos le añadían un hueso de jamón (pispierno) y otros una botella de aguardiente para darle más grados. Los más humildes, varias herradas de agua traídas de la fuente que “aunque bajaban la graduación alcohólica bastante luego daba para más”.

La tradición era abrir la espita de la cuba por San Martín para estrenar el vino coincidiendo con la matanza. No se concebía una matanza sin el vino nuevo. El viejo en el mejor de los casos habría llegado al verán.

Mas grande o más pequeña cada familia tenía su viña. Las primeras “parras” llegaron de tierras gallegas traídas por los albañiles, segadores y galocheros que bajaba y subían hacia Castilla por la “Vereda Real de Galicia” que cruza por pueblos como Puercas, Valer (calle principal) y Bercianos por “La Era” a la derecha de la laguna camino de San Vicente y Mahide.

Aliste cierra una buena añada

Aliste cierra una buena añada Chany Sebastián

La despoblación rural galopante a causa del éxodo rural iniciado en los años cincuenta del siglo XX trajeron consigo la decadencia de las viñas alistanas muchas de las cuales fueron abandonadas a su suerte y ya han desaparecido.

En Aliste la elaboración de vino siempre tuvo como objetivo el autoconsumo familiar. En los últimos años ha surgido la iniciativa “Vinos de la Sierra de la Culebra” que aglutina varios viticultores con viñas y bodegas De Riofrío de Aliste, Figueruela de Abajo, Ferreruela de Tábara, Sejas, San Blas y Fradellos)

El refranero popular contiene numerosas referencias a las uvas y las viñas: “El anciano pone la viña y el mozo la vendimia” o “Aguas por San Mateo (21 de septiembre) puercas vendimias y gordos borregos”.

San Blas de Aliste ha vivido un año más la vendimia tradicional de Castromendi en la que han participado la mayoría de los vecinos e hijos del pueblo que fueron obsequiados con una merienda y una botella de vino. Niños, jóvenes y mayores fueron le alma de la vendimia.

Aliste cierra una buena añada

Se vendimiaron uvas de la variedad “Tempranillo” con una acidez del 6,3% y una maduración alta con un grado probable en refractómetro de 14,2 grados, lo cual se una maduración muy elevada para los entornos y zona de influencia de la Sierra de la Culebra. Un buen año que dará lugar a buenos vinos.

Rubén Gago, viticultor de Riofrío de Aliste, señala que “Este ha sido un año bueno, año de nieves año de bienes. Lluvias primaverales, pero no en exceso; tiempo seco en verano, caluroso en el día y fresco por la noche y además no han existido problemas de enfermedades y plagas en los viñedos. Sin embargo, parecía a principios de septiembre que iba a ser una cosecha escasa en mosto: la falta de lluvias no había permitido que las uvas desarrollaran volumen u por entonces eran chiquitas. Con las tormentas que hubo luego las uvas se desarrollaron rápidamente, creciendo entorno a un tercio. Lo mejor fue que tras las tormentas vino el tiempo caluroso y eso ayudo afijar los azucares en la uva. En nuestro caso vendimiamos primero las blancas y luego las tintas y ambas estaban ya en su estado óptimo de maduración y aunque para las tintas podríamos haber esperado una semana más, no merecía la pena arriesgarse a que diluviara y las estropeara. Este año hemos tenido un estado sanitario correcto, buena maduración, buen desarrollo de la uva en los estadios finales, una acidez y azucares adecuados. Los mostos apuntan a muy buena acidez, aromáticos y afrutados. Veremos a ver próximamente, pero todo indica que esta añada será una de las que se recuerden para bien”.

Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, el mosto ira fermentando en las cubas y con la llegada de noviembre ya estarán listos los sabrosos vinos alistanos listos para la tradicional matanza y para acompañar durante meses la degustación de otros manjares alistanos con las setas silvestres y la Ternera de Aliste.