María Jesús Sánchez Sanz, madre de tres hijos, psicóloga y Delegada Episcopal para la Protección del Menor del Obispado de Zamora, es la responsable de la Oficina de prevención e intervención en posibles casos de abusos a menores y personas vulnerables en el seno de la diócesis. Un equipo de cinco personas, tres laicos y dos religiosos, atiende este servicio puesto en marcha por mandato del papa Francisco en todas las diócesis como respuesta a los casos de agresiones sexuales a menores por parte de sacerdotes, religiosos y religiosas en distintas partes del mundo, incluida España.

–La creación de estas oficinas responde a una instrucción directa del Papa frente a una inexplicable falta de respuesta ante conductas tan graves como la agresión sexual a menores, ¿cómo nace en Zamora?

–A mi se me pidió en mayo del año pasado (2020) que formase parte de esta oficina. En principio éramos dos personas, una encargada de asuntos más judiciales, a nivel canónico, y yo como psicóloga y persona de acogida y recepción de casos. La indicación era clarísima, que este servicio empezase a funcionar de una manera clara, transparente, cercana a la gente y siendo accesible. Escuchar y acoger. El papel de la oficina no es juzgar sino recepcionar los casos y documentación que pudiera aportarse, y dar paso a los departamentos jurídicos canónicos para que ellos inicien la investigación. La motivación de esta oficina sobre todo es estar disponibles de cara a poder recibir todos estos casos.

–En la sociedad existe la sensación de que la Iglesia llega tarde, que ha actuado empujada por los escándalos que están saliendo a la luz, tanto en España como en otras partes del mundo.

–Mi experiencia en Zamora, y más con la llegada de don Fernando (actual obispo), es que la Iglesia está muy beligerante y no se quiere poner de perfil respecto a estos casos. El papa Francisco ha instado a que en todos los obispados haya una oficina y ha dicho muy claramente que estas actitudes son un pecado y un delito. Desde el minuto cero la indicación era que las víctimas acudieran a los juzgados civiles; es decir, en ningún caso se iba a plantear ningún tipo de acuerdo ni silenciar ni pagar para que las víctimas acallasen su situación. El principio tiene que ser la transparencia y llegar hasta el final.

La Iglesia está muy beligerante y no se quiere poner de perfil respecto a hechos tan graves

–¿Saben cómo actuar ante una posible denuncia?

–El equipo está poniendo todo el interés y el esfuerzo en formarse e implicar a todos los agentes a nivel pastoral, educativo y de tiempo libre de nuestra diócesis para que todo el mundo se ponga las pilas. Formándoles, explicándoles qué es esto de los abusos sexuales, que haya unos códigos de conducta, saber trabajar en espacios seguros con menores y con personas vulnerables. Y que estos mismos agentes sean ángeles custodios capaces de observar si hay algún caso poco correcto en el trato o algún niño presenta algún tipo de conducta que nos llame la atención y pueda estar viviendo estas situaciones en primera persona.

–¿Aunque no ha llegado directamente ningún caso a la oficina, han tenido que intervenir ante la observación de esas posibles conductas sospechosas a las que se refiere o han detectado alguna señal de alarma?

–No hemos recibido ningún caso. A veces hay cosas que te llegan por comentarios, rumores. Aquí no se ha recibido nada, ni por comentarios ni por rumores ni apreciaciones de terceros y tampoco documentación, ni a través de nuestro correo electrónico o vía telefónica, que son dos accesos donde esperamos que las personas se sientan libres y desde la confidencialidad absoluta. Y si se diera el caso, nuestro compromiso es comunicarlo a las autoridades competente y transmitir todo al área jurídica canónica.

Desde el minuto cero la indicación es que las víctimas acudan a los juzgado; en ningún caso plantear acuerdo, silenciar o pagar

–Como psicóloga será conocedora de lo mucho que cuesta mucho denunciar un abuso, y más si es un menor y si quien te agrede es alguien en quien confías como puede ser un sacerdote. ¿Cómo es posible que se recrimine a las víctimas por denunciar después de muchos años con la carga emocional tremenda que supone y lo complicado que es dar el paso?

–Claro que cuesta. No es fácil denunciar estas cosas. Si este tipo de conductas tan horrorosas se producen en un menor, hasta que la víctima identifica qué es lo que le está sucediendo va a ser complicado. Luego puede haber muchos miedos porque a lo mejor denunciar a la persona supone mucha responsabilidad, a veces comentan la situación a los iguales y estos tampoco dan pasos de comunicarlo a persona adultas. No es fácil, saben que se puede venir encima una situación muy dura y a lo mejor ellos no se sienten con fuerzas de defender, frente a sus padres, sus tutores u otras personas.

–Además hay situaciones en las que se produce una revictimización que es otra tortura para la persona qué ha sufrido esos abusos, revivir una situación tan traumática.

–En todas las formaciones que hemos realizado se ha hecho hincapié, y yo como psicóloga estoy totalmente de acuerdo, en no revictimizar a la persona. En ningún caso tenemos que cuestionarle y hacer interrogatorios consecutivos. La información y el momento de encuentro tiene que ser de mucha receptividad por nuestra parte, facilitar esa comunicación, intentar no multiplicar los interrogatorios, escuchar, atender. Es otro de los problemas, claro. La Ley Integral de la Protección a la Infancia y la Adolescencia hace muchísimo hincapié en ese aspecto y, cómo no, en este tema de los abusos sexuales. No tenemos que volver a revictimizar a la víctima.

María Jesús Sánchez Sanz Emilio Fraile

–La Iglesia se dice universal, en cambio en el asunto de la pederastia cada país está actuando a su manera. Acabamos de conocer el alarmante caso de Francia donde se ha creado una comisión independiente para investigar o los pasos dados por Alemania, Irlanda, Estados Unidos. ¿Por qué ante las investigaciones y reparaciones no hay una respuesta universal, común?

–Bueno sí que hay una indicación desde la Iglesia universal.

Tenemos muy claro que no vamos a ser cómplices ni a quitar hierro a las historias

–Pero a la hora de actuar cada país y cada Conferencia Episcopal lo hace a su manera.

–Hay libertad efectivamente en cada Conferencia Episcopal, incluso en cada diócesis, que tiene su propia capacidad de tomar sus decisiones. Pero creo que el mensaje es muy claro. Tenemos que dar voz a la víctima, proteger al menor y vulnerable, y asegurar que en ningún caso se va a mirar hacia otro lado. Yo soy psicóloga y llevo 30 años trabajando en Cáritas con personas vulnerables. Creo que la Iglesia tiene mucha sensibilidad en lo que yo conozco, que es mi diócesis y mi obispo, lo tenemos clarísimo. Actuación en los tres ámbitos desde los que estamos trabajando con menores y con personas vulnerables, que es educación, pastoral y tiempo libre. Tenemos un trabajo muy duro que ya estamos afinando para dar formación y adaptar los protocolos a nuestras realidades. Por lo menos desde nuestra diócesis tenemos bastante claro que no vamos a ser cómplices en ningún caso ni vamos a quitar hierro a las historias. Siempre dar voz, dar voz y dar voz.

Estamos hablando de menores y el daño, las consecuencias y las secuelas son terribles

–Está claro que se están dotando de herramientas para que nunca más ocurran abusos en el seno de la Iglesia. Es verdad que a partir de ahora quien intente o tenga una tentación se lo debe pensar dos veces y eso es un gran paso, pero hay un pasado con sospechas. ¿Estas oficinas miran a ese pasado?

–Uno de los objetivos es hacer una justicia restaurativa. Esto significa restaurar ese daño de víctimas del pasado, de tal forma que en caso de que haya dudas o sospechas o documentación, incluso de personas fallecidas, hay un compromiso de abrir esa investigación. Hay que hacer una justicia restaurativa para reconocer a la víctima, aunque la persona abusadora haya fallecido o ya no tenga el cargo o haya prescrito ese delito. La justicia restaurativa es otro de los principios de las oficina; reconocer a la víctima e intentar de alguna forma acompañarle, aunque hayan pasado 30 años.

Hay compromiso de investigar con una antiguedad de hasta 70 años, aunque el abusador haya fallecido

–¿Esa justicia restaurativa pasa por una reparación ya sea económica, psicológica o ambas cosas?

–Hay dos caminos, por un lado la jurisprudencia canónica y por otro lado la civil, en este caso penal. Ahí entra todo, el responsable de alguna forma tendrá que recompensar. Pero quiero dejar muy claro, porque esto se ha cuestionado muchas veces, que en ningún caso a la víctima se le va a ofrecer ni dinero, ni un trato o contrato de silencio. No. Lo tenemos clarísimo. La restauración muchas veces es desde el reconocimiento y el ser escuchado, ser creído. Eso es importantísimo. Nosotros tenemos un equipo multidisciplinar. Estoy yo como psicóloga, los sacerdotes Florentino Pérez, que hace el acompañamiento espiritual, y Pedro Faúndez, encargado del asesoramiento canónico y jurídico. Ignacio Enríquez es terapeuta y hace un acompañamiento personal, y Juan Carlos López como responsable de comunicación. Nuestra función es restaurar y acompañar de una manera integrada. Tengo clarísimo que si se diese un caso en nuestra diócesis la persona va a encontrar, y así lo espero, un sitio donde se va a sentir libre, acompañada y escuchada. Darle esa voz que probablemente muchos años no ha tenido.

–Si algo es particularmente doloroso para las víctimas es la impunidad de los cómplices y consentidores, tan culpables como el abusador por mirar hacia otro lado cuando sabían lo que estaba pasando.

–Bueno en los procesos de instrucción y de investigación, efectivamente, al final en algunos casos se ha descubierto lo que apuntas. Esto es así.

–¿Es concebible eso a partir de ahora?

–Por supuesto. No, no, no.

Es vital dar voz a la víctima, proteger al menor y al vulnerable; de ninguna manera se va a mirar para otro lado

–Es que no es solo el que comete el delito es quien consiente.

–Lo primero que me dijeron cuando me puse al frente de la oficina es, tenemos esta responsabilidad, es muy seria, tenemos que escuchar a la persona que llegue, tiene que ser un servicio accesible y además explicarle qué podemos hacer nosotros desde el punto de vista jurídico canónico. Y si esto se le queda corto, aunque no busque nada más, aconsejarle la denuncia civil. Es decir, que en ningún caso se va a hacer ningún tipo de indicación para tapar al posible abusador. No vamos a ser cómplices, es que eso es terrible. Yo no entiendo muy bien estas motivaciones del que oculta o consiente delitos tan graves. Estamos hablando de menores y el daño, las consecuencias y las secuelas son terribles.

–Viendo la falta de respuesta y la tibieza de la Iglesia durante años no es extraño que las víctimas tengan sus recelos.

–La víctima muchas veces llega con mucho dolor, con mucho resentimiento, no quiere saber nada de la Iglesia. Al frente de esta oficina se ha elegido a una mujer, laica, madre de familia numerosa, tengo tres hijos y uno de ellos menor, con lo cual esto te vincula mucho con la víctima. Nuestra posición va a ser acompañar e incluso nos hemos formado también para poder trabajar el trauma y todo el dolor que provocan los abusos, para hacer un acompañamiento psicológico. No solo es ayudar a dar voz sino acompañar. Dentro de nuestras funciones, y para aquel que por suerte continúe en el mundo de la Iglesia o su fe no haya desaparecido, ofrecer apoyo espiritual. Pero focalizando mucho en todo ese daño que la persona ha podido sufrir por el abuso sexual. Estamos para dar voz y pasar la documentación al órgano que corresponda.

–Eso si no ha prescrito el delito, claro.

–Es que aunque haya prescrito nosotros vamos a escuchar y acompañar. Si ha prescrito por la vía penal lo tramitaríamos por la vía canónica. Nuestro obispo ha establecido un periodo para investigar de 70 años desde que se haya dado el posible abuso sexual por parte de sacerdotes, religiosos y religiosas en la diócesis de Zamora, es decir, desde 1950.

María Jesús Sánchez Sanz Emilio Fraile

–Cuando salen a la luz informes tan tremendos y alarmantes como el que ha revelado la investigación llevada a cabo en Francia –“es el momento de la vergüenza”– ha dicho el Papa, ¿usted qué siente?

–Mucho dolor. Pero creo que ahí también se ve el compromiso de la Iglesia. Se habrán cometido errores pero ahora de una manera muy humilde y muy sencilla la Iglesia ha pedido perdón por este tipo de delitos y se está poniendo muy proactiva para reconocer lo del pasado. Aunque los delitos hayan prescrito, aunque la persona haya fallecido, sobre todo que esto no vuelva a suceder. El papa Francisco ha pedido perdón. Nos formamos para saber cómo trabajar y estar expectantes ante cualquier tipo de conducta que no veamos adecuada y que nos haga sospechar. Esta formación se va a impartir a todos los agentes de nuestra diócesis que deberán acudir a esta oficina ante cualquier caso o sospecha que detecten.

Tenemos muy claro que no vamos a ser cómplices ni a quitar hierro a las historias

–Cómo va a ser esa formación.

–En principio se va a ofertar a todos los agentes pastorales, de educación y de tiempo libre.

–¿No va a ser obligatoria?

–Casi se va a plantear como obligación porque creemos que es necesario. No podemos pasar por alto este tema cuando estamos trabajando con menores y personas vulnerables. Estamos viendo cómo llegar a todas las capas para que sea de obligado cumplimiento tener una formación en este asunto de los abusos sexuales. Saber qué es esto, saber identificarlo, cómo trabajar en espacios seguros, llevar adelante los protocolos en cada ámbito, educativo, pastoral o de tiempo libre. En campamentos, que tenemos una escuela de formación, vamos a plantear de obligado cumplimiento haber hecho este curso. Nos vamos a poner muy serios porque el tema lo es”.