Tierra de Campos daba ayer el último adiós a Tomás Osorio Burón, quien fuera párroco de Villalpando durante 40 años.

El sepelio del presbítero se ofició en la iglesia de San Pedro de Fuentes de Ropel, el pueblo zamorano que le vio nacer el 21 de diciembre de 1933. Tenía casi 88 años de edad.

Tras su paso por el seminario, Osorio fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1960, cuando contaba 26 años. Su primer destino estuvo en un barrio popular de Zamora, como coadjutor de la iglesia de Santa María de La Horta. Tres años más tarde recibiría el nombramiento de ecónomo de Aspariegos, y ya en 1969 fue ascendido a rector del Seminario de Toro.

Su llegada a Villalpando se produjo en 1977, y la vida de Tomás Osorio quedaría unida a la villa de los condestables de Castilla para siempre. No solo porque fue su párroco durante cuatro décadas, dedicando los mejores años de su vida a cuidar de los vecinos de este municipio terracampino, sino porque además se embebió en el estudio de la historia de Villalpando, fue uno de los mayores divulgadores de las grandezas de la villa terracampina, y se desvivió por cuidar su patrimonio artístico-religioso.

En septiembre de 2017, Tomás Osorio pasó a ser párroco emérito de Villalpando, descansando los últimos años de su vida en la ciudad de Zamora, donde nunca dejó de estudiar y de aprender, sobre todo historia, una de las materias que más le apasionaban. Hombre culto, era frecuente que se dejara ver por las mañanas en las calles pedregosas del casco antiguo, de camino a la biblioteca de Claudio Moyano. Desde su retiro “en silencio, siguiendo el ejemplo del papa Benedicto XVI” –palabras del propio Tomás Osorio– siguió escribiendo de forma esporádica artículos sobre la historia de Villalpando, especialmente acerca del Voto Inmaculista, piezas que en ocasiones fueron recogidas en las páginas de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. También otros que versaban órdenes monacales y otras congregaciones religiosas católicas.

Tras 40 años al frente de la parroquia de San Nicolás, don Tomás bautizó, comulgó y casó a sucesivas generaciones de villalpandinos, dejando un grato recuerdo en cientos de familias de la localidad con las que pudo establecer fuertes lazos de amistad. También acompañó a miles de villalpandinos en momentos más difíciles de sus vidas, como en la enfermedad o la pérdida de un ser querido.

Su labor ministerial –como la de sus sucesores– no solamente se circunscribía a la iglesia de San Nicolás, pues se preocupaba de que durante todo el año el convento de las Clarisas y la residencia de mayores también pudieran escuchar misa, ya fuera de su boca o de la de otro sacerdote.

A mayores de eso, entre 1975 y 2005 compaginó estas tareas con las de delegado diocesano de las religiosas de clausura. En sus últimos años en activo se encargó también de la parroquia de La Asunción de Nuestra Señora de Quintanilla del Monte, desde 2003, y de la parroquia de San Pedro, de Cotanes del Monte, a partir de 2005. En diciembre, cada año, se desvivía para preparar la celebración de la Inmaculada Concepción, al igual que en Semana Santa con ayuda de las cofradías.

Al mismo tiempo, se preocupó por conocer la historia de la decena de iglesias que hubo en Villalpando a lo largo de la historia, y veló por cuidar las que se conservan. Durante su etapa como párroco se llevó a cabo la restauración integral la parroquia de San Nicolás, se abrió un museo de arte religioso en el interior de la iglesia de San Pedro, y en sus últimos años trató de conseguir fondos –con la ayuda de un grupo de feligresas– para la reparación de este último templo, del siglo XIII, que a día de hoy sigue en la “lista roja” del patrimonio en peligro que elabora la fundación Hispania Nostra.

Su interés por la historia de Villalpando no se circunscribía a los templos. Investigó a fondo el Voto Inmaculista profesado por los vecinos de la villa y de los pueblos de alrededor el 1 de noviembre de 1466, el primero de este tipo en la historia universal, siglos antes de que esa creencia fuera dogma de fe. Recogió todo este conocimiento en su libro “El voto inmaculista de Villalpando”.

Pero ese no fue el único libro escrito por Osorio Burón, que también recuperó la biografía del misionero jesuíta de origen villalpandino Diego Torres Bollo, o una compilación de la historia de su pueblo natal, Fuentes de Ropel, entre otras obras publicadas.