El tradicional ofertorio de Villaralbo se celebró ayer, primer domingo de octubre, en la plaza de la localidad. Una fiesta que congrega a los vecinos y que el último año pasó “sin mucha actividad debido al COVID”, según ha explicado Santiago Lorenzo, alcalde de Villaralbo, y que este año ha recuperado gran parte de su agenda.

Una subasta solidaria

Organizado por la iglesia, el ofertorio es una tradición emblemática en Villaralbo “un día esperado por la gente”, reconoce Lorenzo, una subasta de productos de la tierra y alimentación, para conmemorar el fin de las cosechas.

En la subasta se ofrece lo que llevan los propios vecinos “algún jamón, tartas, alguna de las rosquillas tradicionales, fruta y pollos de corral”, relata Lorenzo sobre los productos más comunes de esta festividad, cuyas ganancias, son donadas a la iglesia.

“Cada producto se paga a un precio muy alto, no corresponde al mercado, esto es así porque el que lo compra lo que realmente quiere es donar”, explica Lorenzo sobre los altísimos precios que se alcanzan durante la subasta de Villaralbo.

Este año, los jamones han sido los productos más caros de la velada, y de los tres subastados, uno ha sido adjudicado por 250 euros, mientras que los otros dos han quedado en 200 euros, dinero que se dona a la iglesia a modo de colecta anual y que se utiliza para cubrir los gastos del mantenimiento.

Para José Luis Miranda, sacerdote de Villaralbo, el ofertorio de este año ha sido todo un éxito “estoy satisfecho, dada la situación, la pandemia aún está ahí y hay cierto miedo, dentro de la dificultad yo creo que la subasta ha sido bastante interesante”, reconoce el párroco sobre este acontecimiento en el que las tartas se han vendido en torno a 70 euros la unidad.

Tras el ofertorio, el Grupo de Coros y Danzas Doña Urraca recogió el testigo de la festividad, con una actuación de música tradicional y bailes.