La villa de Carbajales de Alba rinde homenaje a los moradores de todas las poblaciones anegadas bajo las aguas del embalse de Ricobayo. La propia villa albarina de Carbajales perdió bajo las aguas del embalse en 1935 la rica vega del río Aliste.

En el siglo XVIII la vega del Aliste, en Carbajales, era considerado como uno de los dos lugares más bellos de la provincia de Zamora junto al Lago de Sanabria. Un auténtico paraíso donde estaban los mejores y verdes pastos ribereños, huertos, arboledas y viñas, aparte de ser un lugar idílico y único para los paseos, el descanso y la pesca de las trucha, los barbos, las tencas y las anguilas, entonces auténticos manjares culinarios. Perdió pues Carbajales con el Salto de Ricobayo su paraíso terrenal y una fuente para la supervivencia agroalimentaria.

El prestigioso y querido escultor carbajalino Antonio López Gallego, residente en Villajoyosa (Alicante), más conocido en el pueblo como “Germán” (el nombre de su padre), estos días en su tierra de origen ha sido el encargado de realizar e inmortalizar la obra en memoria de todas aquellas gentes que de una u otra manera tuvieron ligada su vida a la fértil vega como residentes, sedentarios y trashumantes (frailes, peregrinos, pescadores, labradores, pastores, vaqueros, molineros, y reveceros), pues muchos fueron los que allí pasaron parte de sus vidas.

De Antonio surgió la idea, la transmitió al Ayuntamiento de Carbajales de Alba y el propio alcalde Roberto Fuentes Gervás le ayudó con su tractor a recuperar varias de las piezas del antiguo molino de la Cuesta de las Salinas, propiedad de la familia de Trini Morán, durante 86 años bajo las aguas, con las que el artista ha diseñado la obra que ha sido colocada en el entorno del cruce de la carretera ZA-P-1405 de Zamora a Mahíde y de la de Fonfría a Losilla de Alba; cerca del histórico Taller de Bordados.

Restos de construcciones en la vega del río Aliste en Carbajales, reaparecidos tras el vaciado del embalse de Ricobayo. | Chany Sebastián

Es hoy Carbajales tierra de buen pan, cuya harina durante siglos salió del río Aliste. En el año 1752 de los nueve molinos harineros de agua que había en el término de Carbajales de Alba cinco se situaban en la ribera del río Aliste: Peña del Diablo, Vado de Flores, Pozo de la Escalada, Vado de San Lorenzo y Cuesta las Salinas.

Al molino de La Escalada, colindante con la dehesa de Santa Engracia, se le conocía como “La Fábrica” pues estaba dotado de una maquinaria más moderna y a él acudían a moler los labradores de los pueblos cercanos para reconvertir el trigo y centeno en harina para elaborar las hogazas de pan casero. Los otros tres molinos estaban ubicados en el arroyo denominado del valle y el pago Grimoso.

Mariano Pérez visitó la zona en 1883 montado en una burra destacando sus deliciosas temperaturas con “aire fresco y embalsamado” y una umbría placentera, “pues aunque el sol lanza rayos de fuego sobre la tierra, a nosotros no nos hieren, no penetran, no pueden penetrar entre el verde follaje” y resaltaba la abundancia de arboles “muchos, corpulentos y seculares nogales, castaños, almendros y otros árboles frutales que abundan como avellanos, perales, naranjos, limoneros, bruños y almacenos”. Delata ello un microclima único pues no se tiene constancia en ningún otro lugar de Aliste, Tábara y Alba que se criaran naranjas.

La historia de la vega del Aliste está unida a la de Santa Engracia, mártir bracarense nacida en el año 1020, que consagró a Dios su “virginal pureza” (voto de castidad perpetua) pero su padre la prometió con un noble de Braga. Ella al saberlo huyópor Tras Os Montes y tierras alistanas, pero fue localizada por su no correspondido prometido que la degolló junto al río Aliste en la vega de Carbajales de Alba en 1050, cuando solo tenía veinte años.

Los frailes “Agustinos” construyeron la ermita de Santa Engracia y erigieron su cofradía en el lugar del martirio, siendo durante siglos lugar de peregrinación para devotos de España y Portugal.

Un inventario del año 1835 describe: “La dehesa de Santa Engracia está cercada de piedra seca y vallado, estando muy poblada de alisos, fresnos, nogalse y cinco castaños. En tiempos antiguos sólo en la dehesa se contabilizaron 130 árboles de nogal centenarios que darán de utilidad año las nueces doscientos reales de vellón”.

Los frailes agustinos fueron los encargados de explotar su riqueza maderera, mientras perteneció a ellos y la mayoría de los muebles antiguos de la zona, de casas e iglesias, fueron elaborados con sus maderas. La cajonería de la iglesia de La Hiniesta fue realizada por Felipe García, con madera comprada al prior de los Agustinos en 1739 según el libro “Cuentas de la Lumbre”. La construcción del Salto de Ricobayo trajo consigo la corta de todos los árboles del paraíso por parte de una empresa de Francia.

La fuente del manantial La Barrosa, de aguas ferruginosas y bicarbonatadas en la dehesa de Santa Engracia “no puede ser más pintoresca, pues sombreada por copudos árboles baja el agua desde lo mas alto de la montaña quebrándose entre riscos unas veces, saltando en vistosas cascadas otras o serpenteando un lecho que de rojo va tiñendo aquel caudal cristalino y puro hasta convertirse en arroyo que antes de desaguara en el Aliste riega algunos terrenos de la dehesa”.

Carbajales guarda en su memoria el paraíso perdido hoy resurgido convertido en desolación con la bajada de las aguas del embalse de Ricobayo.