Ramón Avedillo, conocido como “el poeta de Cuelgamures” ha tenido una intensa vida sentimental que ahora, con 68 años cumplidos, recoge en su primer recopilatorio de poemas, titulado “A mis cien novias”.

–¿Cuántos versos ha escrito a lo largo de su vida?

–He escrito cerca de 400 poemas y 40 relaciones de los quintos, que son como 40 obras de teatro. Ya me conocen como el poeta de Cuelgamures por todos los pueblos de Tierra del Vino y de Fuentesaúco. De mi primer libro, “A mis cien novias”, he editado 200 ejemplares y he vendido, sin haber fiestas ni nada, unos 140.

–¿Cuándo empezó a escribir poemas?

–Empecé a escribir estando en la mili, en los años 70 y ahora tengo ya 68 años. Un año llegué a escribir ocho relaciones y estuve dos meses sin dormir, ordeñando vacas y sacando remolachas. Primero empecé con una máquina de escribir hasta que me compré un ordenador. He sido ganadero desde que nací y la poesía me permitía hacer algo diferente.

–¿Cómo aprendió a escribir versos?

–Leyendo los poemas que había antes y venían en las enciclopedias donde había poemas de Lorca, de Machado o de Bécquer. Era poesía rimada y sencilla, no la de los años 60 que ni rima ni hay quién la entienda. La poesía que es prosa y no rima para mí no es poesía. No creo que se aprenda a escribir poesía, sino que ya se nace, es un regalo de Dios, que es el título de un poema que voy a incluir en otro libro que tengo previsto publicar. Estos son algunos de los versos: “Un poema es sentimiento, sufrimiento y pasión/ es contener el aliento y empeñar el corazón/ es decir eso que se siente sin ocultar la verdad/ un poeta es muy sensible y para ello hay que nacer/ un poeta es como el aire, es un regalo de Dios”.

–Marta, Paula, Tere, Cati, Charo, son algunos de los nombres de mujeres a los que se dedica su libro, titulado “A mis cien novias” ¿se considera un seductor?

–Son todos nombres reales, no escribo nada que no sea real. Son nombres de novias o amigas y es un libro de aventuras vividas, desde que tenía 25 años hasta hoy. Me ha gustado mucho bailar y en esos bailes se me acercaban las chicas porque sabían que era poeta y me pedían que les dedicara un poema. Yo, a cambio, les pedía un baile para que me contaran cosas de su vida y poderles escribir algo. Entonces se llevaba lo de escribir cartas y al día siguiente les enviaba su poema en una carta. Eso no quiere decir que haya tenido algo con esas cien mujeres.

–¿Qué significa para usted la poesía?

–Como soltero que soy y sin hijos para mí mis poemas son como mis hijos y lucho por ellos. Para mí la poesía hoy en día lo es todo. Es como quiero que me recuerden, como un poeta, aunque no me avergüenzo de haber sido agricultor ni ganadero. Siempre han sido oficios muy marginados, incluso por las mujeres. Las que salían del pueblo luego ya no quieren casarse con un ganadero o un agricultor. De los 40 vecinos que estamos ahora mismo en el pueblo, somos una docena de hombres solteros por esa razón. Las mujeres prefieren casarse con un barrendero en la ciudad que con un agricultor y quedarse en el pueblo.

–¿Cree que la pandemia puede suponer un regreso a la vida del campo?

–Todo el que se va jubilando tiene los hijos fuera, así que los pocos que se quedan van cogiendo las tierras de los demás. Cogen un buen tractor y pueden trabajar muchas tierras y ganan más que un obrero en la ciudad. Ahora mismo tengo un sobrino aquí que se ha hecho agricultor y ganadero. El problema es que la juventud quiere tener sus fines de semana y sus puentes y trabajar sus ocho horas y no tener problemas.

–En esta primera recopilación, ¿cuántos poemas ha incluido?

–Hay más de cien poemas, pero tengo pensado sacar otros dos libros. No he salido más allá de Zamora, Salamanca o Valladolid, no me he montado nunca en un avión ni en un barco que a lo mejor me hubieran dado pie a escribir otras cosas.