José González Torices acaba de publicar “Del Kalahari a Atapuerca” una travesía por el corazón del ser humano, en forma de poesías, que invita al lector a sumergirse en una reflexión introspectiva sobre su papel en el mundo y sobre su destino final. El libro fue finalista del VIII Premio Internacional de Poesía “José Zorrilla, 2020” y está dedicado al pueblo natal del autor, Quintanilla del Olmo.

—¿Visitó el Kalahari antes de escribir estos versos?

—No lo he visitado, pero estoy muy vinculado al mundo africano por mi colaboración con la revista Mundo Negro. Me parecía que el Kalahari es la residencia del ser humano, camino hacia Atapuerca. Y partir de esa idea me permití llevar a cabo una reflexión, aunque s un libro muy vinculado con la música, con el cine, con el teatro, es fundamentalmente un libro de poesía para la reflexión. Eso es lo más importante en el mundo de la Si no hacemos pensar no podemos hacer sentir, y si no hacemos sentir no podemos hacer pensar. Y se es el compromiso que tiene el escritor con esta sociedad que nos ha tocado vivir, llena de superficialidades.

—¿Qué debe aprender el hombre en esa travesía por el desierto?

—Cruzar el Kalahari es vivir en la tragedia, en la guerra, en la violencia, en la mentira. Pero lo más importante es vivirla sabiendo que caminamos hacia el destino común de toda la humanidad, que es Atapuerca. Ahí terminaremos todos pero tenemos que pasar por un Kalahari que es un desierto, donde tenemos que hacer nuestras reflexiones para saber qué nos ha pasado por aquí. De lo contrario nos convertimos en rebaño amorfo y apático, que no puede reaccionar. A mi me da pena que viviendo solo una vez no reivindiquemos nuestra libertad para ser nosotros mismos, da la sensación de que somos unos árboles tan cargados de hojas que no podemos ver el tronco. Hay que luchar para que nadie nos venga a redimir, que nos dejen vivir. “Del Kalahari a Atapuerca” es fundamentalmente un grito a la libertad, al respeto a que cada persona decida su camino y sea capaz de caminar a su ritmo. Que nos dejen vivir con las dificultades de Kalahari, pero con el destino presente. Ahí en Atapuerca estamos todos, no hay alternativa.

—¿Por qué eligió Atapuerca para representa ese destino inevitable al final de nuestras vidas?

—Atapuerca es el más allá, allí terminamos todos. Es el testimonio pasado del futuro del hombre. Si empezamos a analizar la aparición del hombre en la tierra, ese hombre tiene que pasar por el desierto que es la vida, donde hay todo tipo de animales, donde hay arena, donde hay olvido, donde hay soledad, y luego donde hay sol y donde hay esperanza para seguir caminado. Porque si no hay esperanza y fe no podemos caminar. La esperanza y la fe nos permite caminar con cierta seguridad, pero siempre luchando por esa cuchara de agua para no perecer de sed en un desierto de leones, dragones y lobos, como estamos viendo a nivel internacional. La pandemia es el resultado de la actuación del hombre en un mundo que ha destrozado el medio ambiente. Así han sido todas las pandemias, la pandemia es algo que nos ha acompañado siempre y que ha ido cambiando el mundo.

La pandemia nos recuerda que no somos eternos y tenemos que cuidar la naturaleza

—¿Qué va a cambiar esta pandemia en la humanidad?

—Nos ha recordado que no somos eternos, que la tecnología si no se cuida va a destruir la naturaleza. O nos juntamos todos o morimos todos a la vez, las pandemias son enemigos comunes, en este caso un enemigo para toda la humanidad. ¿Cuándo se han formado las naciones? Cuando nos hemos encontrado a enemigos comunes. Las pandemias son enemigos universales que hacen que nos sintamos más unidos, que nos protejamos y vigilemos como nos vamos comportando con la tierra madre. No deja de ser una pandemia eterna la que vamos preparando para la destrucción, es decir llegaremos a Atapuerca pasando por Kalahari.

—¿Cree que en este siglo vivimos de espaldas a la muerte?

—No, porque cada momento es una muerte, cada día es una muerte continua. El pasado no deja de ser una muerte. De esa muerte del pasado cada día tenemos que aprender a caminar en la vida para ir muriendo cada segundo. Lo que nos enseña el rato que vivimos es que al final terminaremos donde terminamos todos. Que nos dejen caminar con libertad para hacer nuestras reflexiones y si nos equivocamos que nos equivoquemos cada uno, pero por lo menos que nos dejen libres.

El creador literario tiene que provocar para que la sociedad reaccione culturalmente

—Sin embargo, el mundo no parece mas libre ahora, tras una pandemia.

—Es que las pandemias en definitiva nos dejan solos, tenemos más seguridad cuando hay unos patronos que nos aseguran la eternidad, el patrono político y el patrono religioso. La fe nos asegura el camino hacia una redención, y el político nos asegura el camino hacia un Estado de bienestar. Al final somos ovejitas en un rebaño donde estamos protegidos por lobos. No nos dejan a las ovejitas pensar, permiten que los lobos nos zampen.

—¿Concibe la poesía como una herramienta para la transformación social?

—El creador literario tiene que provocar para que la sociedad reaccione culturalmente y sea capaz de enfrentarse a situaciones injustas y los que tienen la obligación de hacerlo somos todos, pero los creadores tenemos más compromiso, porque en definitiva estamos lanzando unas ideas para no dejar indiferente. Este libro no te deja indiferente, con cada poema que lees estás haciendo una reflexión introspectiva. En ese sentido es un libro de poesía, pero no es el tema literativo de siempre, sino que es un libro de reflexión pura y dura, parece un libro de aforismos. Hace unos meses publiqué un libro de aforismos que tuvo mucho éxito y a través del libro de aforismos se me ocurrió escribir del Kalahari a Atapuerca de otra forma.

“Tenemos que luchar para que a nuestros pueblos no les falte de nada, aunque sean pocos”

—¿Sigue muy vinculado a Quintanilla del Olmo?

—A Quintanilla la llevo siempre conmigo, presumo mucho de Quintanilla, estoy muy orgulloso de haber nacido allí y además el Ayuntamiento me considera personaje ilustre y para mi es un honor. El hecho de que el libro vaya dedicado a mi Quintanilla ya es un agradecimiento a todo el pueblo. Me crié allí hasta los 12 años, mis primeros pasos los di allí y eso queda muy marcado, nuestra patria está en los primeros años de vida, donde vimos los primeros pájaros, donde vivimos las primeras sensaciones. También me siento muy vinculado a Valdescorriel. Una de las satisfacciones que agradezco a la vida es haber nacido en un pueblo. Nuestros pueblos tienen una gran calidad de vida, pero se nos están vaciando y tenemos que luchar por ellos, por las comunicaciones, por los servicios. Parece que somos una provincia de las olvidadas y eso no debemos consentirlo, tenemos que luchar por la economía, por la cultura y no quedarnos rechazados porque tenemos el mismo derecho que cualquier otro lugar. Somos castillos y somos leones, los castillos para defenderse y los leones para atacar. Vaya región que ni se defiende ni ataca. Tenemos que luchar empezando por los pueblos pequeños, para que no les falta nada en absoluto. Estoy muy orgulloso de que en Quintanilla del Olmo hay gente con iniciativa, que se mueve, que va al pueblo y hace cosas por darle vida, aunque seamos pocos.