Menos de un minuto y el paciente ya sale vacunado. Pequeños consultorios médicos rurales como el de Moraleja del Vino demuestran día a día que con pocos medios pero con muy buena organización es posible colaborar en la batalla contra el coronavirus con la mejor de las armas, las vacunas que hasta ahora están autorizadas para su administración.

Esta misma semana en la localidad se ha administrado la segunda dosis de Pfizer a 300 vecinos tanto de Moraleja como de Sanzoles, Venialbo, Arcenillas, Casaseca de las Chanas y Gema. En menos de cuatro horas (240 minutos), todos con su “pinchazo” y las sanitarias recogiendo el operativo desplegado. Tiempo récord.

El primer reto se planteó el pasado 12 de abril con la inmunización para personas de entre 70 y 80 años. Como en esta ocasión, a las nueve de la mañana ya estaba cortada al tráfico la carretera que llega a las puertas del centro sanitario para evitar que los vehículos aparquen en tan pocos metros y se colapse la zona. Los vecinos de las localidades afectadas son citados en tramos horarios distintos también por este motivo. Y a partir de ese momento todo funciona como la maquinaria de un reloj suizo, con precisión quirúrgica.

Desde las nueve y media de la mañana esperan en las consultas seis personas, entre ellos miembros del equipo COVID encargado de trasladar las vacunas a temperatura correcta hasta el centro de salud. En total seis sanitarios. Dos se encargan exclusivamente de ir cargando las jeringuillas con la dosis exacta. Otras dos enfermeras las inyectan a cada persona en apenas segundos (aunque se les recomienda que esperen sentados unos minutos cerca del centro por si hubiese alguna reacción). Y dos más que no se separan del ordenador procesando los datos para que todo quede perfectamente registrado.

Antes de la una y media de la tarde ya se han vacunado 300 personas, “no ha sobrado ni una sola vacuna”, explica la enfermera adscrita a Moraleja del Vino, Susana Nieto. En ello también influye esa perfecta coordinación. “Si vemos que alguno de los citados no ha aparecido nos ponemos en contacto con él, porque hay casos en los que se pueden despistar”, detalla. “También puede ocurrir que si sobra se llame a los que la puedan tener pendiente o, si fuera necesario, se llevarían las sobrantes a algún centro o residencia indicado. Pero hoy no ha sido el caso y no ha quedado ni tan siquiera una de las 300”.

Con los deberes hechos y pese al estrés de las cuatro horas de vacunación y otras de preparativos, las enfermeras realizan los recuentos de los frascos antes de introducirlos en un depósito especial para residuos sanitarios. Trabajo cumplido. Y 300 zamoranos más con su segunda dosis. Inmunizados.