El 12 de septiembre de 1297 se pactaron en Alcañices dos bodas de hijos de reyes. Por un lado, la reina María de Molina aceptó casar a su hijo Fernando IV con la infanta Constanza de Portugal, hija del rey don Dinis y la reina Santa Isabel. Por otro lado, se acordó la boda del heredero del trono de Portugal, el infante Alonso con la infanta Beatriz de Castilla. Las dos bodas reales sellaron el tratado que dio lugar a la frontera más antigua de Europa, la raya hispanolusa.

La villa alistana no volvería a ver otra “boda real” hasta 1971, cuando se casó Paulino Fernández Lorenzo, hijo del “rey” de Alcorcillo, con Pilar Anta Barros, que ahora cumplen sus bodas de oro. El “rey” de Alcorcillo carecía de corona, de castillo y de vasallos, pero sus andanzas aún se recuerdan hoy en día en Aliste, años después de su muerte.

El señor Paulino Fernández Rafael, padre de Paulino Fernández Lorenzo, era un vecino emblemático de Alcorcillo con vocación de actor que era apodado como “rey”, y fue un personaje muy conocido y querido en Aliste. ¿Por qué era el “rey”? En su pueblo era muy grande la afición por las “comedias de corral” que representaban los propios vecinos, y el personaje de monarca siempre se reservaba para el mozo más apuesto y corpulento, que en su generación era Paulino. También era el joven más extrovertido y “echado para adelante” de Alcorcillo. De rey hacía y “rey” se quedó.

El rey” era una institución en Alcorcillo, alto y fuerte, le recuerdan sus paisanos, bonachón, “era una persona que daba lo que tenía, aunque a veces algo bruto”.

Participó en la Guerra Civil y el único permiso que le dieron fue en pleno verano cuando el trigo, cebada y centeno estaban dorados y granados, volviendo a su añorada tierra natal de Alcorcillo para ayudar a su madre a hacer la siega.

Los vecinos se alegraron de la vuelta del rey, pues tras la nefasta Guerra de Cuba, eran conscientes que muchos no volverían nunca de la nueva contienda. Y allí se plantó él, en la facera, con su hoz portuguesa de Palaçoulo, la camisa arremangada y el pañuelo atado a la cabeza para quitar el sol a falta de sombrero. Mientras sus paisanos temían por su salud, y por su vida, tras regresar de la batalla, él, ni corto ni perezoso se puso a segar. ¿Normal? Pues no. Mientras todos en Aliste llevaban en la segada tres surcos (aproximadamente un metro de ancho) el rey Paulino segaba con seis surcos. Rafael, el que más segaba y más rápido, ataba con ataderas los manojos de trigo y cebada de toda la contorna alistana.

Cuentan que un día mientras tomaban “las cinco” (merienda en la siega) y bajo un calor de solemnidad un rapaz le dijo “Rey, esto es un infierno” a lo que el monarca Paulino le espetó: “Hijo, esto es el cielo, de donde yo vengo, aquello sí es infernal. Ni comes, ni duermes y nos estamos matando unos a otros y muchos sin saber por qué”.

Tras terminar la Guerra Civil “el rey” se casó en Alcañices con Antonia Lorenzo González, “la Quintera”, así apodada por vivir en el barrio de La Quinta, hacia Tres Marras.

De aquel matrimonio nacían dos hijos, uno de ellos Paulino Fernández Lorenzo, que además del nombre y del apellido heredó de su padre, heredó también el mote, algo muy común en los pueblos de Aliste.

Sin embargo, cuando el segundo “rey” de esta dinastía llegó a su madurez y fue forjando su propio destino acabó siendo conocido en la comarca como “el enterrador”.

De “rapaz” el hijo del rey era un poco revoltoso y ocurrente. Una tarde que regresaba camino de su casa vio estacionada la furgoneta de Santiago “Toco”, un conocido comerciante de Alcañices que guardaba el vehículo cerca de su casa y no se lo pensó dos veces, iba a viajar gratis a casa. Ni corto ni perezoso se colgó atrás del vehículo, el problema llegó cuando vio que la furgoneta no paraba y llegados a la aduana no vio otra solución que tirarse en marcha. El cuerpo impactó contra el suelo, magulladuras, cara rascada, piernas y manos hechas un trapo, pero para Paulino lo peor no fue eso: “porque las heridas se curaban, lo malo es que rompí la ropa y eso no se arreglaba tan fácilmente”.

Llegó la adolescencia y la juventud, el amor, pero Paulino, a pesar de ser hijo de “rey” no se libró de hacer el servicio militar. La instrucción y tres meses en El Ferral (León), luego otros tres meses en Monte la Reina y otros tres en Zamora capital.

A su regreso pidió la mano de Pilar. Nacida en Alcañices en 1951, dicen sus contemporáneas que era una moza “muy buenica”. En una ocasión fue a buscar agua a la fuente con su barrila y su cántaro de Moveros y un mozo del pueblo, es de suponer que medio en broma, se lo quiso quitar y Pilar no dudó en pegarse con él para defender su preciado cántaro alfarero.

Su “boda real” se celebró el 13 de marzo de 1971 en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Alcañices, él tenía 22 años y ella 20. Tras el casamiento el joven matrimonio hizo las maletas, pero no para irse de luna de miel sino para emigrar y ganarse el pan lejos de su tierra, primero en Irún y más tarde en Suiza, donde trabajaron juntos en un hotel. Luego Paulino optó por la jardinería y Pilar por una fábrica de pasta, una relojería y los últimos años en una residencia. Allí se quedó embarazada y cuando le quedaban pocos meses para dar a luz a su hija Verónica decidieron regresar a España.

Paulino y Pilar en la celebración de sus bodas de oro, en 2021. | Ch. S.

Paulino y Pilar en la celebración de sus bodas de oro, en 2021. | Ch. S. Chany Sebastián

De vuelta en Alcañices, con los ahorros de Suiza compraron una casa y montaron una tienda de comestibles que compaginaban con los trabajos de él como fontanero.

Finalmente, juntaron dinero suficiente para abrir una funeraria, el negocio que aún regenta este matrimonio y que le ha valido al hijo del “rey” el título de “el enterrador”. Actualmente gestionan los tanatorios de Alcañices, Fonfría, Rabanales, San Vitero, San Vicente de la Cabeza, Trabazos y Nuez.

“Mis padres han trabajado muchísimo toda su vida; a mi padre aparte del rey también le conocen como “el enterrador” y no es un oficio agradable, pues en su vida se ha encontrado con muchas situaciones delicadas, ya que recoger cadáveres en las carreteras, niños pequeños o jóvenes en accidentes de tráfico es muy duro”.

El municipio de Alcañices (Santa Ana, Alcorcillo y Vivinera) cuenta en hoy con 1.065 habitantes (560 hombres y 505 mujeres) y aun siendo el más grande a nivel poblacional de la comarca natural de Aliste, Tábara y Alba, se sitúa muy lejos de aquel ya lejano 1950 cuando sumaba 1.709 vecinos. Entonces los bautizos y las bodas estaban al orden del día mientras que hoy se sitúan poco menos que al borde del peligro de extinción. En 21 años solamente ha habido 38 matrimonios. Brillaron 2001 y 2004 con cuatro bodas y 2003 con tres. En 2015 no hubo ninguna y solo una en cada caso en 2018, 2016, 2014, 2010 y 2005. Uno de los años con más bodas, pero en el siglo XX, fue 1997, cuando hubo siete matrimonios.