Un incendio en Robledo se saldó con la quema de una superficie de monte bajo que no llegó a las dos hectáreas. El incendio se quedó en conato tras la rápida intervención de los medios humanos y aéreos disponibles en la comarca.

El fuego comenzó sobre las 12:50 en una zona próxima al repetidor de telefonía y a escasa distancia del casco urbano. En las labores de extinción participaron dos agentes medioambientales, un celador, dos cuadrillas de bomberos forestales helitransportadas y los dos helicópteros de las bases de Rosinos de la Requejada y Villardeciervos, agentes del Seprona de la Guardia Civil, dos patrullas de Seguridad Ciudadana y un agente municipal de Puebla.

Con 18 grados de temperatura, un ligero viento y la extrema sequedad del suelo en una zona de monte bajo, mayoritariamente brezal, el fuego se propagaba con rapidez. Las pavesas volaban furtivamente para depositarse en la capa de mantillo seco al pie de las cepas de las urces, mucho más peligros que las propias llamas porque se prenden pasados los minutos y hasta las horas.

Un incendio en Robledo moviliza un gran contingente de extinción

Los bomberos forestales dedicaron buena parte del trabajo a ir sofocando con el batefuego en la mano estas chispas incendiarias que solo se dejaban ver cuando ya había humo al pie de la vegetación y más alejada del lugar de las llamas. Mientras casi la totalidad de los medios se afanaban en Robledo, un segundo conato surgía en el término de San Justo de Sanabria.

Se avecina una mala temporada “entre las quemas autorizadas que se descontrolan, el fastidiar al vecino, las venganzas y ahora el problema del lobo que va a traer sus consecuencias” exponía uno de los miembros del operativo atento al matorral. 

Los helicópteros trabajaban al centímetro para echar el agua en el punto que le indicaban los bomberos forestales, brazos al aire y agitando el batifuego. Refrescar todo el perímetro era el cometido de los efectivos aéreos una vez que el grueso de las llamas quedaban sofocadas entre golpes de batifuego y descargas de la cesta voladora. Una carroceta remataba la faena, casi a las dos y media de la tarde.

El trabajador de una cuadrilla marca desde el suelo el lugar donde debe descargar el helicóptero. Araceli Saavedra