La Consejería de Agricultura de la Junta ha concedido con carácter oficial el acotado micológico ZA-50.017 al municipio de Tábara, tras recibir la solicitud por parte del Ayuntamiento que preside el alcalde socialista Antonio Juárez.

La concesión ha dejado descolocados a muchos aficionados a la micología pues en teoría y, se supone que también en la práctica, ahora Tábara deberá pertenecer simultáneamente durante varios meses a dos acotados micológicos. El suyo propio y el de “Montes de Zamora”, pues en este caso la campaña micológica se extiende hasta el día 31 de julio de 2021 y aquellas personas que hayan sacado ya sus permiso de temporada (es de carácter anual) lo hicieron con un área geográfica ofertada donde estaban incluidos los Montes de Utilidad Pública de Tábara.

Con la nueva decisión de la Junta de Castilla y León la provincia cuenta ya con 17 acotados micológicos y de ellos 5 son públicos (5 municipios con 18 pueblos) se ubican dentro de la comarca natural de Aliste, Tábara y Alba entre las más productoras de setas y hongos de toda Europa: Figueruela de Arriba (Figueruela de Abajo, Moldones, Riomanzanas, Gallegos del Campo, Flechas y Villarino Manzanas), Rábano de Aliste (Tola, San Mamed y Sejas), Mahíde (San Pedro de las Herrerías, Pobladura de Aliste, Boya y Las Torres), Samir de los Caños y Tábara.

A ellos se suman otros dos cotos micológicos de carácter privado el ZA–50.002 en la conocida “Dehesa de Mangas” en Faramontanos y el ZA-50.006 en la “Dehesa de Pozos” de Tábara, las cuales antaño estuvieron ligadas a la nobleza y muy en concreto a la familia de los “Martínez de Irujo”.

La Unidad de Gestión Micológica “Montes de Zamora” (acotado ZA–50.004) sufre una nueva disgregación tras las últimas de Alcañices y Tábara. En este caso quien abandona es un municipio de la zona de Sanabria y La Carballeda, Manzanal de los Infantes (Donadillo, Dornillas, Lanseros, Otero de Centenos y Sejas de Sanabria) con una superficie geográfica de 64 kilómetros cuadrados y alrededor de 128 habitantes).

Tábara, con su recién estrenado coto ZA-50017, cuenta para él con los dos Monte de Utilidad Pública que tenía en Montes de Zamora: el “Sierra de la Culebra” (45) con una superficie de 1.019 hectáreas, de las cuales 1.004 son de superficie forestal: Pinos (pinaster, sylvestris y nigra), que linda al norte con Litos, al sur con el “Monte Carmona” de Sesnández y al oeste con “El Casal” de la Junta de Castilla y León y Valadecorderos de Ferreras de Abajo; y “La Ribera” (44), con 172,27 hectáreas (107, 40 de superficie forestal), que linda a oeste con el de la “Sierra de la Culebra”, norte y sur con fincas particulares y al este con terrenos montuosos de los herederos de la “Casa Pastrana” y con la “Cañada de Ganados”.

Zona recreativa de “La Folguera”, en Tábara. | Ch. S.

No puede entrar en el acotado tabarés, de carácter municipal, aun estando dentro del término, el Monte de Utilidad Pública de “El Casal”, propiedad de la Junta, con 1.534 hectáreas, todas de superficie pública forestal (pinos), deslindado el día 3 de noviembre de 1975 y amojonado el 30 de junio de 1978. Linda con el MUP tabarés de la Sierra de la Culebra y además con otros en los términos de Sesnández (Carmona), Riofrío (comunales), Sarracín (Peñas Estriadas) y Ferreras de Fernández Arriba (Pedrizas de la Raya).

La actividad económica, actual y potencial, de los aprovechamientos micológicos en nuestra región, los ha llevado a ser uno de los ámbitos seleccionados por la Junta dentro del Programa de Movilización de Recursos Forestales de Castilla y León 2014-2020, el cual estima un “valor de la producción primaria micológica silvestre de 14 millones de euros, a los que se suma, 26 millones de euros de producción industrial (empresas agroalimentarias de transformación de seta) y otros 25 millones de euros que se corresponden con el valor añadido que esta actividad aporta al sector terciario”. Lo cual nos da en su conjunto la cantidad de 65 millones de euros vía micológica en todas las variantes.

Si en algo hay consenso es que “muchos de los hongos productores de setas, como el Boletus edulis o la amantia Caesaeea, favorecen la estabilidad y desarrollo de nuestros bosques”.

Al menos cien hectáreas para un acotado, anque sea de varios núcleos

Según la legislación vigente en aquellos objetos la comunidad autónoma de Castilla y León: “El aprovechamiento de setas silvestres en los montes, así como los servicios con valor de mercado asociados, tienen la consideración de aprovechamiento forestal y como tal, los propietarios y demás titulares de derechos sobre los montes que incluyan el aprovechamiento micológico, tendrán derecho a hacerlo suyo” y poder ejecutarlo “por sí mismos o a través de terceras personas que cuenten con su autorización”.

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La superficie mínima para poder crear un acotado micológico está establecido en solamente 100 hectáreas, salvo para plantaciones trufas u otras micorrizadas para producción micológica. Los propietarios de acotados, –a efectos estadísticos y de la sostenibilidad–, deberán remitir anualmente a la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta un informe anual con estimación de la cosecha micológica, por grupos y especies y número y tipo de permisos expedidos, siempre antes del 31 de enero del año siguiente. Los sistemas de permisos que puedan establecerse en Montes de Utilidad Pública deberán contemplar siempre permisos de acceso público y la Consejería de Medio Ambiente “podrá fijar las condiciones necesarias para garantizar que la posibilidad de acceso público sea real”. Los sistemas de licencias podrán ir hacia varias orientaciones como la recreativa, la educativa y la comercial. En el caso de los permisos recreativos los acotados tendrán que “habilitar como máximo 5 kilos de setas silvestres por persona y día”.

El control de la recolección están en la base de la cadena productiva y presenta numerosas dificultades: “En primer lugar es necesario buscar un equilibrio entre los derechos de las personas propietarias de los terrenos productores de setas silvestres, que puedan ejercer un aprovechamiento ordenado y responsable que debe de ser salvaguardado, y las costumbres de recolección libre a menudo generalizadas y ligadas a la demanda de una parte importante de la población de desarrollar una actividad recolectora que en bastantes casos, pero no en todos, carece de finalidad comercial y se sitúa más cerca del uso común o del recreativo que de otros aprovechamientos extractivos”.