El informe técnico coordinado por la Fundación Artemisan, que respalda el estatus actual del lobo, concluye entre otros puntos que no se han tenido en cuenta ni los factores de expansión de la especie, ni los factores socioeconómicos ni culturales del hábitat del lobo. Incide en el concepto “capacidad cultural de carga del hábitat”, es decir, “el número de lobos que la sociedad estaría dispuesta a tolerar en un momento y un lugar determinados”.

El cánido es una especie que por su importancia y repercusiones ecológicas y sociales “requiere de una consideración especial basada en un análisis objetivo sustentado en una realidad que no se ha considerado en el dictamen del comité científico”, en alusión al hábitat humanizado que reflejan en su informe Carlos Sánchez García-Abad de la Fundación, Vicente González Egurem de la Universidad de León y Tomás Yanes García de la Ilex Consultora Ambiental.

Los datos científicos disponibles, según Artemisan, avalan la tendencia creciente de la población y la ampliación de la superficie de distribución en la última década con más de 250 manadas. En los censos nacionales y regionales elaborados por las distintas Administraciones Públicas “se constata un incremento continuado de los censos nacionales” (Mamapa en 2015 y Sáenz de Buruaga en 2018). En zonas como la Sierra de la Culebra, área de mayor densidad de la especie en España, se cuantifican entre 5 y 7 lobos por cada 100 kilómetros cuadrados.

"La percepción social es decisiva en la regulación poblacional del lobo"

La densidad de población puede fluctuar, según los territorios, por la abundancia de presas. En las regiones más habitadas “la percepción social es decisiva en la regulación poblacional del lobo y es inversamente proporcional a los daños producidos en la ganadería”. Así la especie “tiene una gran resistencia al control y una elevada capacidad de recuperación”.

La actividad cinégetica y el furtivismo, los venenos o incluso atropellos o la fragmentación del hábitat son claves en la evolución de las poblaciones. La percepción social del lobo presenta “situaciones encontradas y muchas veces extremas que generan importantes conflictos, casi siempre perjudicando al propio lobo”. Las principales causas de mortandad de esta especie son antrópicas y en menor medida enfermedades, accidentes y peleas entre ejemplares.

La caza es la principal causa de mortalidad en las Comunidades, como Castilla y León, donde está regulado el aprovechamiento cinegético o actividades de control programadas para prevención de daños en la ganadería. Estas bajas están cuantificadas en cupos establecidos por la Administración, en función de los censos, a los que hay que sumar la caza furtiva casi imposible de cuantificar. Los atropellos en carretera son de importancia fundamental en las áreas de expansión de la especie. El uso de venenos se ha reducido de forma muy notable “hasta ser considerado residual” gracias a que “la gestión sostenible de la especie supone un factor modulador de esta amenaza” que ha experimentado una reducción progresiva. En Portugal, donde no se cazan lobos, el 40% de las bajas es por atropellos y el 21,6% por traumatismos de origen desconocido.

Huellas de lobo en un camino de la provincia. | A. S.

El Atlas y Libro Rojo de Mamíferos terrestres en España de 2007 apuntaba al hábitat muy restringido como su principal amenaza. Trece años después la situación ha mejorado notablemente –según los datos que refleja la Fundación- con 297 manadas seguras y algunas más dudosas, mayoritariamente en el norte –250 en España y entre 50 y 60 en Portugal– que suman unos 2.000 ejemplares. De las 250 manadas españolas, el 85% están al norte del río Duero. Desde 1970, en situación regresiva hasta ese momento, ha cambiado tras la catalogación de especie cinegética. En 2007 su área de distribución ocupaba 120.000 kilómetros cuadrados–según los datos del Libro Rojo- y actualmente se distribuye por 150.000 kilómetros cuadrados de superficie continua en la península –según los últimos censos-.

Estos datos validan el mantener el estatus actual y corroboran “la sostenibilidad de los planes de gestión aplicados en los territorios al norte del Duero de España” que no han sido considerados por el Comité Científico para la inclusión del lobo en el listado de Especies en Régimen de Protección Especial. La gestión cinegética al norte del río Duero es “sostenible” y “conservadora” para los redactores del informe técnico de Artemisan.

Pide un análisis más profundo que tenga en cuenta a la especie con sus verdaderas implicaciones en los sistemas agrosilvopastoriles y los importantísimos impactos, sociales, económicos y ambientales, que también puede generar, principalmente en el medio rural, cuando la especie no presenta precisamente riesgo de conservación.

Por ese profundo arraigo cultural, social y económico del lobo “requiere de un análisis diferenciado y consensuado” sin sesgos de interpretación solo ambientales “sino que debería de contar con la interpretación ecosistémica en la que los habitantes del medio rural también formen parte de ella”. No se ha ofrecido una visión integral. No consta que en ningún país para cambiar la clasificación “haya prevalecido la importancia cultural de una especie sobre criterios de conservación a la hora de tomar decisiones de cambios del estatus de conservación”.

El comité científico del Ministerio no cumple las características marcadas por la propia legislación

En las zonas donde ha habido siempre lobo, los ganaderos han convivido con él adoptando sus medidas de perros, vallados, apriscos. Aunque no son efectivas al 100% la convivencia es más llevadera que en otros zonas donde se aplicaban estas medidas preventivas y en las que se producen cuantiosos daños. Los diferentes equipos técnicos de las Comunidad Autónomas se encargan de evaluar los daños, si son de lobo o perros asilvestrados, siguiendo diferentes rastros, las heridas y el número de animales atacado. Este proceso de evaluación es costoso y caro y no siempre permite determinar el ataque, lo que dificulta la compensación de daños.

El Comité Científico no cumple las características científico-técnicas marcadas por la propia legislación para su elección. De los 19 miembros del comité, 17 son designados por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico a propuestas de otros organismos y entidades, con acreditada especialización en la materia. La Fundación ha pedido la revisión de la composición del Comité Científico, integrado por expertos con escaso conocimiento sobre el lobo y mucho conocimiento en Ciencias del Mar y Flora.

Está integrado por varios científicos cualificados en Biología Marina, flora de las Islas Canarias, invertebrados, peces continentales, angiospermas, expertos en el estudio y conservación de las plantas y hábitats de interés, invertebrados marinos, aves, artrópodos, flora y vegetación de La Rioja, moluscos continentales, investigadores de cambio global de ecosistemas e impacto de las especies introducidas y, por último, anfibios y reptiles. Tan solo uno de sus miembros puede acreditar la formación en vertebrados terrestres, con perfil investigador cercano al lobo, si bien la Fundación “no hemos encontrado una clara especialización en la especie”.