Isabel Marcos muestra orgullosa el móvil con la foto de su bisnieto Fabio. Tiene horas. Nació la noche del viernes en Braganza y no sabe cuándo podrá conocer al bebé más allá de la pantalla. “La mitad de la cuna se quedó aquí, no nos dio tiempo a llevar todas las cosas, ni siquiera nos permiten pasar un día a la semana” lamenta la fermosellana delante de la alambrada y la viga de hormigón que cierran a cal y canto el paso fronterizo de Bemposta. A diferencia de Miranda do Douro, donde hay un cierre parcial menos limitante para los desplazamientos, la comunicación de la zona de Fermoselle con el Concelho de Mogadouro es nula por carretera desde hace un mes y continuará, de momento, hasta el 16 de marzo.

Demasiado tiempo para unos vecinos de ambos lados de la frontera que cultivan una relación económica y social ahora quebrada por las medidas restrictivas que impone la pandemia del COVID 19. “Prácticamente somos un pueblo, nos ayudamos en todo, hay muchas personas de Fermoselle casadas con portugueses y al revés. Bemposta, Sendín, Mogadouro... son como una continuidad de Fermoselle. No nos pueden hacer esto, nos tienen encerrados” expresaba América (Meri) González, regente del Restaurante España de Fermoselle. “Después de la que tenemos encima con la hostelería cerrada nos privan también de nuestra relación diaria de acá para allá y de allá para acá. A Portugal vamos a comprar, al dentista, a los mecánicos, ellos vienen aquí. Es una pena que nos tengan así”.

Isabel Marcos muestra la foto de su biznieto Fabián nacido en Braganza. | Nico Rodríguez

En el paso fronterizo de la presa de Bemposta fermosellanos y portugueses –muchos de estos residentes en la villa sayaguesa– expresaban su decepción con la prórroga del cierre total del paso fronterizo después de un año de constantes sobresaltos debido a la pandemia. Alrededor de treinta vecinos de Fermoselle, con su alcalde a la cabeza, empresarios, trabajadores o portugueses que viven en la villa sayaguesa protagonizaron un acto simbólico de protesta junto a las autoridades del otro lado de la Raya, a las que solo pudieron saludar a través de la alambrada.

“Ahora que la situación está más normalizada no tiene sentido que sigamos como si esto fuera la época de la Guerra Fría” se quejaba el alcalde de Fermoselle, José Manuel Pilo. “Pedimos que se abra este paso ya porque continuar aislados supone un lastre económico de primer orden y un quebranto para los negocios de un lado y otro. Con la responsabilidad de todos y siendo conscientes de las medidas de precaución, la frontera debe estar abierta por el desarrollo de este territorio. Si tenemos una densidad de población mínima, no es normal que continúen estas restricciones”.

El alcalde de Fermoselle atiende a los peridistas portugueses tras la alambrada. | Nico Rodríguez

Desde el otro lado de la alambrada su colega de Mogadouro, Francisco Guimaraes, incidía en el bajo impacto del COVID- “Con apenas cuatro casos activos no tienen sentido que este paso siga cerrado, esto es muy perjudicial para trabajadores, empresas, comercio y en general toda la economía de la zona fronteriza”. El presidente de la Cámara Municipal de Mogadouro ha solicitado formalmente a su gobierno la apertura de la frontera y que se recupere la movilidad como ocurre en otros pasos fronterizos.

VÍDEO | Así se saludan las autoridades de Fermoselle y Bemposta para exigir la reapertura del paso fronterizo

VÍDEO | Así se saludan las autoridades de Fermoselle y Bemposta para exigir la reapertura del paso fronterizo I. G.

Entre los asistentes a esta protesta histórica, la abogada Eva Barrueco a la que su embarazo de ocho meses no le impidió manifestarse para exigir la apertura de la frontera. Esta fermosellana lleva un año sufriendo en carne propia los sucesivos cierres fronterizos a lo largo de la pandemia. El ejercicio de su profesión en Mogadouro le obliga a frecuentes desplazamientos y lo que en condiciones normales es un trayecto de 80 kilómetros ida y vuelta se ha convertido en casi 200. Muchos más durante el periodo que estuvo cerrado el paso de Miranda y tenía que ir por el de Alcañices. “Esta situación te condiciona muchísimo, no nos están ayudando nada. Podrían abrir este paso y que estuviera controlado por las patrullas de las fuerzas de seguridad como en otras fronteras” reivindicaba la letrada.

Vecinas de Fermoselle, algunas portuguesas, con una pancarta en el paso cerrado. | Nico Rodríguez

“Tenemos clientes en los pueblos de al lado y los hemos perdido. Con un control como tienen otros pasos fronterizos podríamos seguir trabajando; esto nos hace daño” lamentaba José Miranda.

Más allá del colapso económico o laboral, el corte de la comunicación terrestre impone también una barrera emocional que sufren las familias mixtas a ambos lados de la Raya. Son muchos los portugueses y portuguesas casados con españoles y españolas y viceversa que tienen a su seres queridos a pocos kilómetros, pero ahora la distancia es abismal. Justina Gomes, trabajadora en la residencia de ancianos de Fermoselle, no puede visitar a su madre de 88 años que vive sola en Bemposta. Ayer, sosteniendo un cartel “Frontera abiertas ya”, Justina era un mar de lágrimas. “Antes iba a ducharla todas las semanas, a la visitaba mucho porque es muy mayor, me duele mucho esta situación. Por favor que abran ya”.

Los ciudadanos fronterizos hablan ante el cierre de fronteras

Los ciudadanos fronterizos hablan ante el cierre de fronteras

Nunca los 15 kilómetros que separan a esta portuguesa de su madre habían sido tan tortuosos. Contaba también Justina cómo algunas compañeras de la residencia de ancianos “se han tenido que pedir una excedencia porque no pueden pasar y el horario de la frontera de Miranda no es compatible con el trabajo. Este cierre nos esta haciendo mucho daño”.

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GALERÍA | Las mejores imágenes de la movilización de Fermoselle y Mogaduro por la apertura del paso fronterizo Nico Rodríguez

Con la emoción a flor de piel María Alves, portuguesa casada hace 35 años con un fermosellano, dice no haber conocido una situación igual. Llora porque tiene a su madre en la residencia de Bemposta y “ya ni tras el cristal. Estamos encerrados, parece mentira que esté a diez minutos de mi madre y no me dejen verla”.

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