La floración de miles de almendros en los parajes del arribanzo fermosellano constituye un atractivo más de las bondades naturales de los Arribes del Duero. Un espectáculo perecedero –suele durar unos quince días que se suma al resurgir de cascadas y saltos de agua favorecidos por las nieves y abundantes precipitaciones de enero y febrero.

Entre ese tiempo borrascoso, las suaves temperaturas han propiciado la floración de los almendros, algo más adelantada que otros años debido a la ausencia de heladas. Sin embargo, las fuertes precipitaciones y el viento, cuando los árboles frutales estaban repletos de pétalos, han provocado la caída progresiva de la flor y el esplendoroso paisaje empieza a tener los días contados.

La explosión del almendro

Es el momento de aprovechar estos días primaverales de febrero para asomarse a los miradores de la Ronda de Fermoselle y contemplar la floración de un frutal muy arraigado en este pequeño paraíso mediterráneo.

El colorista brote de los almendros en la segunda mitad del invierno rompe el tono grisáceo de los campos y la floración se presenta como un preludio de la primavera, este año muy prometedora gracias a las reservas de agua.

La explosión del almendro

Aunque no hay datos precisos, se calcula que existen unos 50.000 almendros diseminados por bancales, fincas y huertos de la villa sayaguesa situada en el corazón del Parque Natural de los Arribes del Duero. En algunas fincas esta planta ha sustituido a los viñedos; “es más rápido el crecimiento para obtener el fruto y, en el caso de que caigan los precios, la almendra no es perecedera, puede aguantar más tiempo” apunta un vecino. Tras la floración del almendro llegará la de otros árboles frutales enraizados en a lo largo y ancho de la geografía arribeña.

La explosión del almendro

Además de Fermoselle, en la provincia de Zamora existen otras “manchas” de almendros. Además de las márgenes del Duero a su paso por la capital, destacan los campos en la zona de las Contiendas de Villalazán.