La iglesia de Santo Tomás de Villanueva del Campo ha sobrevivido a los siglos “a la sombra” del templo parroquial de esta villa, que por su mayor tamaño acapara las miradas de los visitantes. Sin embargo, la de Santo Tomás es más antigua y esconde en sus muros multitud de secretos que merecen la pena contemplar.

La historia y la estructura de este templo se conoce mejor ahora gracias a la reciente publicación de un libro editado por el Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo” y escrito por Sergio Pérez Martín y Josemi Lorenzo Arribas. Estos dos investigadores han certificado que la magnífica cúpula de la cabecera de este templo no es en realidad de ladrillo, sino de piedra lucida con un revoco de cal y arena, sobre el que se pintaron los falsos ladrillos, como si estuvieran cortados a bisel a 45 grados, un trabajo tan “minucioso y bien ejecutado” que engaña al ojo humano, pues a simple vista parece un enladrillado real.

Solo esa cúpula hace de la iglesia de Santo Tomás un monumento merecedor de la atención de cualquier turista que llegue a Villanueva, y de los amantes del arte y la arquitectura, pero la investigación de Pérez Martín y Lorenzo Arribas ha podido ir más allá y apuntan a que bajo el actual color blanco de las paredes del templo muy probablemente se esconde el mismo falso enladrillado. “Subimos al coro, a un espacio que está cerrado por la sillería, y pudimos observar que en el muro occidental hay un desconchón que ha dejado al descubierto los mismos ladrillos, con lo cual es muy probable que si se hicieran más catas en los muros aún se conserve toda esa decoración original de ladrillos, aunque ahora ves una iglesia blanca”, explican los autores en una conversación con este diario.

Libros de fábrica de la iglesia de Santo Tomás, transcritos en el libro de Pérez y Lorenzo. | Cedida

Este tipo de decoración ha sido muy utilizada tanto en iglesias como en la arquitectura popular de la antigua Corona de Aragón, pero no es nada habitual en la zona de Tierra de Campos, donde se pueden ver falsos despieces de sillares, pero no de ladrillo.

Informe previo a las obras en la iglesia

Sergio Pérez Martín y Josemi Lorenzo Arribas llegaron a Villanueva del Campo para elaborar un informe, a petición de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León, previo a las obras que se acaban de acometer para asegurar la torre de la iglesia de Santo Tomás. La arquitecta de dicho trabajo, María Ángeles Díaz Roldán, ha detallado todos los pormenores de esa restauración en el último capítulo de este libro, que lleva por título “La iglesia de Santo Tomás. Villanueva del Campo (Zamora). La compleja biografía de un edificio histórico”.

La investigación detalla también todos los elementos que componen la torre de cinco cuerpos: dos de sillería, construidos entre 1606 y 1616 y tres de ladrillo, que siguen el mismo modelo diseñado para la piedra, y levantados entre 1620 y 1628.

Las fechas están documentadas con precisión gracias a que los autores han podido acceder a los libros de fábrica de la iglesia, que recogen todos los asientos contables de la parroquia desde 1562 hasta 1898. Todo el dinero que entraba o salía de la iglesia quedó escrito en esas páginas que han decidido transcribir en el libro para hacer los datos de contabilidad más accesible a cualquier otro investigador que quiera profundizar en la historia del templo y extraer sus propias conclusiones.

Exterior de la iglesia, con el pórtico meridional y la torre. | Cedida

El periodo documentado por los libros contables es anterior incluso a la construcción de la torre, pues la propia iglesia debió ser construida entre finales del siglo XV y principios del XVI. De hecho, la torre se asienta sobre otra anterior que fue demolida entre los años 1602 y 1603. El templo esconde más “engaños” para el observador que no es experto en historia del arte, aunque ninguno tan bien ejecutado como la decoración de ladrillos. Por ejemplo, a pesar de que aparenta ser una iglesia de planta de cruz latina, se trata un templo de una sola nave a la que posteriormente se le añadieron dos capillas, una en el norte y una en el sur, que no están enfrentadas de forma perfecta, sino algo desviadas.

El retablo mayor, del siglo XVI

A lo largo de su historia la iglesia de Santo Tomás pasó relativamente desapercibida, a excepción de su retablo mayor, del siglo XVI, que llamó la atención de Manuel Gómez Moreno en su visita a la villa en 1904. Esta obra fue esculpida por el entallador francés Jacques Bernal -que elaboró otro retablo en Castroverde de Campos- y fue policromada por una familia de pintores leoneses, los Carrancejas. No en vano, esta zona de la actual provincia de Zamora estaba adscrita a la Diócesis de León hasta bien entrado el siglo XX.

El propio retablo esconde otra curiosidad única, el santo “okupa” que lo preside: la Iglesia quería dedicar este templo a santo Tomás Apósotol, pero Bernal, a pesar de las indicaciones y reiteradas advertencias del cura, esculpió a santo Tomás de Canterbury, que sigue ocupando el lugar preferente donde debería hallarse una imagen de santo Tomás Apóstol.