Rabanales no celebró este año 2021 por primera vez en su historia, con todo su ritual y como manda la tradición, la festividad de San Blas que lleva concediendo gracias e indulgencias 307 años. Adelantada ayer al domingo, la fiesta se redujo a la misa limitada a 25 feligreses, sin canto ni ofrenda del ramo, ni adoración de la reliquia.

El COVID, paradojas de la vida, ha asestado un golpe mortal a la tradición popular y al santo ante el que durante más de cuatro siglos llevan postrándose los alistanos buscando protección divina contra los males de garganta. Ya en 1607 la Memorias del Arzobispado de Compostela, al que pertenecían las Vicarías de Aliste, señalan la existencia de la fiesta en Rabanales así como “Una reliquia pequeña de san Blas en el altar colateral del lado de la epístola que es de su advocación y esta puesta en una pequeña cajita de plata”.

Por aquellas fechas, hace ya 414 años años, aparte de la iglesia de San Salvador, existían en el pueblo hasta cuatro ermitas más: una dedicada a Santiago Apóstol y las otras tres a la Vera Cruz, San Juan Bautista y San Andrés. Ninguna de ellas llego a nuestros días. La histórica bula de san Blas fue concedida el día 4 de diciembre de 1714 por el sumo pontífice Clemente XI.

El manuscrito de las ordenanzas de san Blas de Rabanales atestigua la existencia y ubicación de la entonces venerada imagen: “En nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un sólo Dios verdadero, de la venerable Virgen María, su bendita Madre, y en reverencia del bienaventurado San Blas, cuya advocación está en este lugar de Rabanales, en su iglesia, en el altar, del lado de la epístola”.

En primer término, los hermanos sentenciaban: “Es nuestra voluntad que ningún logrero (prestamista), blasfemos, persona que esté en algún pecado público o haya sospecha que está en cisma de mal cristiano, no sea recibido en nuestra hermandad o cofradía y si acaso lo fuere y fuese avisado por los oficiales de ella y no se quiere enmendar, luego sea echado y despedido y sin esto pague dos libras de cera para dicha cofradía”.

La primera obligación como comunidad fraternaria era que “todos los cofrades de dicha cofradía nos amemos los unos a los otros, vivamos en caridad ayudándonos en nuestras necesidades, consolándonos en nuestras aflicciones, visitándonos en nuestras enfermedades y asistiéndonos en nuestros entierros los unos a los otros; para que de esta suerte se conozca que somos hermanos verdaderos y logremos ganar las indulgencias concedidas en la bula de su santidad Clemente XI”.

Acto religioso en Rabanales por san Blas. | Ch. S.

La hermandad estaba abierta a devotos de san Blas no sólo de Rabanales, sino incluso de otros pueblos de Aliste y de aldeas de los Tras os Montes en Portugal. La entrada a abonar era la misma tanto para los vecinos como para los forasteros: un cordero, un alquer de trigo y una vela de cera. Coincidiendo con el día de entrada obligatoriamente habría de entregar la vela de cera. El pan en el mes de agosto cuando solía hacerse la cosecha y el cordero en Navidad “que vienen los ganados al lugar”.

El primer cabido anual de san Blas se celebraba cada 12 de enero, veinte días antes de la fiesta y era allí donde se aceptaban o denegaban las entradas de cofrades. La no asistencia se penaba con medio real a los del lugar, no los de otros lugares alejados y dada la época de riguroso invierno en que lluvias, vientos y nevadas les impedían acudir andando o con la burra.

El 3 de febrero era la fecha señalada de San Blas con misa cantada solemne y sermón de las virtudes del santo para aumentar la devoción, siempre que la cofradía tuviese medios suficientes. Tanto los cofrades del pueblo como los forasteros habrían de acudir con hachas encendidas. La multa de lo contrario era de un cuarterón de cera.

El momento álgido de la misa era la adoración de la reliquia por los cofrades y luego ya “Por la tarde y en el día siguiente por la mañana a todo género de personas, para su consuelo y para que aumente la devoción de Nuestro Santo Patrón San Blas”.

En “La Víspera”, día 2 de febrero, en la capilla se decían completas solemnes y a ellas habían de asistir los cofrades con velas encendidas, bajo pena de medio real. La misa del día 4 de febrero estaba dedicada por el alma de los cofrades ya difuntos dándose adorar tras el oficio la reliquia.

En esa fecha era cuando tenía lugar el cabildo general para nombrar Mayordomo y Oficiales. El Mayordomo saliente “dejaba un año hueco” y el 4 de febrero del año siguiente pasaba a ser automáticamente Juez. Era el Mayordomo el que proponía cofrades del lugar (Rabanales) para los cargos.

Los hermanos tenían derecho a una “comida decente” después de la misa de San Blas “Y sólo se componga de una olla de vaca y carnero y con postre de fruta y no de otra cosa. A los sacerdotes que asistieren a confesar y a la Misa y a adorar la reliquia, se les de un extraordinario. Si más diere el Mayordomo no se pasa a las cuentas. Y este gasto salga de la hacienda de la cofradía, pues lo que tiene hoy los hemos dado los cofrades de limosna”.

Dentro del apartado de la caridad y hermandad: “Si algún cofrade del lugar estuviere enfermo o impedido de acudir, suerte que no pudiese acudir a la casa, el mayordomo le envíe a la suya la ración de pan y el vino y comida como si hubiese estado sentado a la mesa”. Era habitual que acudiesen a la fiesta los más pobres de la contorna y estaba establecido que se diera comida a los pobres tras hacerlo los cofrades. Durante las comidas se reunían cofrades ricos y pobres de diferentes pueblos con lo cual a veces coincidían en ellas prestamistas y deudores y dado que la convidada debía de ser en paz, convivencia y hermandad, para evitar enfrentamientos una de las cosas prohibidas era que los comensales se levantasen e hiciesen ruido.