“A buenas horas, mangas verdes”. En Castrillo de la Guareña tiran del sabio refranero tradicional para expresar lo que pensaron los apenas 70 vecinos que viven de forma permanente (117 empadronados) cuando, de la noche a la mañana, se vieron “en los telediarios” porque la Junta los incluyó entre los 53 municipios de Castilla y León donde ayer entraban en vigor medidas “excepcionalísimas” para contener la gravedad de la pandemia.

Claro que la situación ha sido extrema. Con 48 casos positivos y familias enteras confinadas, “hemos pasado dos semanas desbaratados y aquí, excepto el médico, nadie ha hecho nada”. Pero afortunadamente ya es historia y, si no surge nada raro, “entre hoy el miércoles el pueblo estará limpio”. Apenas quedan cinco personas a punto de concluir el confinamiento y recibir el “alta” oficial.

Lo confirma el alcalde de este pequeño pueblo de la comarca de La Guareña, Diego Fernando Gallego, quien ayer por la mañana recibía en su Whatsapp un mensaje de la delegada territorial, Clara San Damián, con la disposición de la Junta. Diez páginas que contienen el rosario de medidas aplicables a Castrillo de la Guareña y otros cinco municipios más en la provincia: Rabanales, Faramontanos de Tábara, Fresno de la Ribera, Barcial del Barco y El Cubo del Vino donde los indicadores epidemiológicos eran de tal gravedad que fue necesario reforzar las actuales restricciones con “medidas excepcionalísimas”.

Henar Gutiérrez, madre de dos niñas y junto a su marido todos afectados.

“Cuando hemos pedido ayuda no se ha hecho nada de nada y ahora que ya estamos prácticamente a cero nos vienen con esto”, se queja el alcalde. Hasta el 10 de enero en Castrillo de la Guareña la pandemia había pasado de largo. Tan solo un caso aislado de coronavirus en el mes de septiembre, el resto del año 2020 tranquilo. “Aquí la gente ha sido muy responsable desde el principio, todo el mundo con la mascarilla y guardando las distancias”. Pero ese 10 de enero el responsable del bar llamó al alcalde comunicándole que era positivo y a partir de ese momento el goteo fue incesante.

La intranquilidad iba en aumento. “Cuando ya estábamos en diez o doce casos llamé a la Junta porque el virus no paraba y para que nos ayudaran, a ver qué podíamos hacer que esto era grave. Pero como cuentan los casos por zonas básicas de salud tampoco me dio ninguna solución”, relata Diego Fernando Gallego.

Francisco Tomás Prieto habla desde la ventana con la esperanza de salir hoy del confinamiento.

Y así fueron pasando los días mientras el alcalde iba apuntando uno a uno todos los positivos que iban saliendo en el pueblo. Los propios afectados se lo comunicaban en un acto de transparencia y honestidad que ha llamado la atención. “El comportamiento de la gente ha sido de diez, aquí no se ha ocultado nada y por fortuna la mayoría lo ha pasado sin síntomas o con ciertas molestias, menos dos personas que han estado peor”.

“Aquí no se ha visto ni rata por las calles”, cuenta Félix Fernández con el COVID ya superado a sus 81 años. “He estado algo cansado pero nada más y muy aburrido, diez días metido en casa se hacen muy largos”. Su cuñado, con 95 primaveras, también ha salido indemne del azote del virus.

Victoria Román y José Luis Gutiérrez, vecinos de la calle Serafín Olea

No puede contar lo mismo Fernando Alonso, uno de los que peor lo han pasado. El responsable del bar del pueblo necesitó ir a Urgencias a Salamanca con la fiebre muy alta y problemas de respiración, aunque pudo volver a casa al no quedar ingresado. Ya recuperado, Fernando lamenta “la mala suerte, porque hemos sido muy cuidadosos pero al final por aquí pasa mucha gente y a saber cómo llegó el virus”. El bar es el único punto de reunión vecinal en Castrillo. Con el salón cultural cerrado y las actividades sociales suspendidas, solo quedaba este lugar de encuentro pero, de momento, continuará con la persiana bajada.

Raquel Pérez en el balcón de su casa.

Por eso, cuando los vecinos se han enterado de las restricciones que recoge la nueva orden de la Junta no pueden evitar que llevarse las manos a la cabeza. “A las seis nos van a cerrar el bar que ya estaba cerrado, la tienda que no tenemos, el gimnasio que tampoco, la biblioteca, el teatro... es de risa. Pero qué van a cerrar si no tenemos nada. No nos hicieron ni caso cuando lo necesitábamos y ahora nos vienen con esto”, reacciona Henar Gutiérrez, madre de dos niñas (en el pueblo hay tres) y muy afectada por el COVID. “Lo he pasado realmente mal”. Toda la familia ha caído, al igual que sus padres y su abuela, y está a punto de decir adiós a este mal sueño.

“Tomar aquí medidas equiparables a una ciudad o a un pueblo grande es absurdo. Es como cuando nos confinaron en marzo. Aquí no nos chocamos unos con otros”, apunta el alcalde de uno de los pueblos más pequeños de la comarca de La Guareña que de la noche a la mañana se ha visto sobrepasado por las noticias.

“Es indignante que ayer me llamaran cinco personas para decirme si estábamos todos con COVID cuando ahora estamos ya bien. El señor Igea (vicepresidente de la Junta) no sabe ni dónde está Castrillo, ni lo habitantes que tiene ni su situación”, lamenta Ana María Gutiérrez, que también estuvo infectada. “La Administración siempre llega tarde. Viendo esto, como sea todo así vamos apañados”, contaba Raquel Pérez desde el balcón de su casa.

el alcalde Diego Fernando Gallego pasea por las calles de Castrillo de la Guareña junto a Félix Fernández, que también ha superado el COVID.

“Aquí el único que nos ha ayudado y se ha volcado con nosotros es el médico, don José Manuel, que ha llamado todos los días a la gente y su teléfono ha estado disponible las 24 horas”, afirman los vecinos. “Eso ponlo bien claro, que se sepa quién ha estado con nosotros y quién no”.

“A toro pasado todo es muy bonito, no sé cómo no les da vergüenza”, se desahoga Victoria Román. “Que no nos hayan hecho caso y que ahora nos veamos por todos los sitios y ellos poniéndose medallas de que toman medidas es indignante. Que por lo menos no se rían de nosotros imponiéndonos unas medidas totalmente absurdas que aquí no tienen sentido”.

“La gente está enfadada porque hemos pasado unos días muy malos, hemos estado muy atragantados y nos hemos sentido solos”, certifica el alcalde. Solo la “entrega de nuestro médico”, coinciden en apuntar los vecinos y el suministro de la fruta y el pan a la puerta de casa ha aliviado el mal trago por el que ha pasado el pueblo debido al azote de la pandemia. “Como médico y como persona don José Manuel se merece todo porque ha estado pendiente de nosotros, llamaba varias veces al día”, cuentan algunos vecinos de la calle Serafín Olea, donde casi todas las familias han estado confinadas.

El único negocio que sale de la rutina del pueblo es un hotel restaurante situado al lado de la autovía A-62, habitual parada de camiones. Fátima Ruiz, dueña del establecimiento, ayer por la mañana todavía no tenía muy claro cómo afectaría su negocio. “Estamos intentado informarnos, pero no creo que cerremos porque estamos prestando un servicio a los camioneros”. Ruiz confirma el “daño que nos está haciendo la pandemia; todo está muy parado y se nota en la actividad de la carretera”.

Fernando Alonso, en el coche, junto al alcalde y Félix Fernández, que a sus 81 años ha superado el COVID. |

Para el resto del pueblo los diez folios de medidas restrictivas aplicables desde las 6 de la tarde de ayer no tendrán ninguna incidencia porque ni hay establecimientos que se puedan acoger a las medidas excepcionales ni, a estas alturas, hay virus que contener.

Pero la burocracia manda. Y mientras la Junta de Castilla y León no diga lo contrario, Castrillo de la Guareña formará parte de esa “lista negra” de 53 municipios de la comunidad autónoma donde se aplicarán las “medidas de carácter excepcionalísimo”. Queda el “consuelo” de que el listado de pueblos se actualizará cada siete días naturales “atendiendo a los indicadores establecidos por la autoridad sanitaria competente”. Aunque en Castrillo, con decreto o sin él, todo va a seguir igual.

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