“Llevo una hora en Otero y no he vendido nada. He puesto 50 euros de gasoil y volveré a casa con menos 50 euros”. Las ventas para José Miguel Caballero, vendedor ambulante de Riofrío de Aliste han caído más del 70%. En los pueblos la mayor parte de la población “es gente muy mayor y tienen miedo a salir”. Además de Otero de Bodas suele recorrer los pueblos de Aliste y de Villardeciervos, Olleros de Tera, Las Figueruelas. Habla a distancia con un vecino de Otero de Bodas que aguarda dentro de su coche en la plaza del Ayuntamiento la llegada del “catering”.

Vecinos de Otero de Bodas tras acudir al puesto. | Araceli Saavedra

Conoce bien los pueblos tras 30 años como vendedor ambulante con camión por las dos comarcas vecinas. Recuerda “cuando en los pueblos todavía había cuartel de la Guardia Civil y había gente”, Otero de Bodas era uno de ellos. Pero actualmente la población va en retroceso, y consecuentemente el consumo.

A la falta de ingresos suma “los gastos del camión, de la mercancía que llevo un poco de todo y no sacas”. Estima que el valor de la mercancía no baja de 2.000 euros y los 50.000 euros que le costó el camión.

Toda la gente que “dicen” que se vino a los pueblos a pasar la pandemia a Folgoso, Codesal, Boya “se quedaron hasta el octubre y en octubre muchos se marcharon. En Carbajales hay 100 personas más pero ¿dónde están? Si no se ven. Hay poca gente y corren malos tiempos”, reflexiona José Miguel un lunes por la mañana en la plaza de Otero.

A falta de vender sábanas, prendas de abrigo, ropa de cama, toallas, etc. “Nada, no se vende nada, solo calcetines y calzoncillos” y algo de ropa de trabajo. No pierde el tiempo y mientras espera a algún comprador va preparando en bolsas algunos pedidos.

Ni siquiera misas

La supresión de las misas también ha restado ingresos al negocio “antes venía alguna mujer a comprar algo que ponerse para ir a misa. Y ahora como tampoco hay tampoco misas, que la mayoría de las iglesias también están cerradas no vienen”.

En Otero de Bodas en este mes habrá unas 70 personas, calcula Ángel Toledo, vecino y exconcejal. “Cada vez vamos a menos”. Varios vecinos esperan a recoger la comida preparada por el comedor social de Sarracín de Aliste “ahora somos menos, unos seis o siete”.

Ángel Toledo, jubilado y residente en Otero de Bodas, está al tanto de las noticias “las UCIS se están llenando y la vacuna va a tardar en llegar a los pueblos y esperaremos a que no nos contagien”. A su lado –guardando la distancia- Josefa Martínez asiente. Es de las vecinas que todavía va a misa en el pueblo, un sábado sí y otro no. Varios vecinos esperan la llegada del menú diario, pasadas la una de la tarde, con sus bolsas listas.

La próxima vez

Ángel Toledo se despide de José Miguel con un “ya te compraré algo la próxima vez”. Los vendedores ambulantes han resuelto, como en el caso de José Miguel, la demanda de ropa en los pueblos que carecían de mercado o con pocas posibilidades de desplazarse a núcleos más grandes.

Recoge los expositores de su camión, con un orden encomiable de la ropa de cama edredones, juegos de sábanas térmicas, jerséis y polares… y arranca hacia otro pueblo, acortando el camino de vuelta a Aliste.

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