El ruido de los cencerros y los chasquidos de las tenazas de los dos diablos de la mascarada de Los Carochos sorprendieron esta tarde durante una hora a los vecinos de Riofrío quienes, visiblemente entusiasmados, recibieron a los protagonistas del rito dese sus ventanas y puertas, algo inusual en toda la historia de esta celebración pagana.

En esta excepcional ocasión, motivada por la situación de la pandemia, cuatro de los once personajes de la mascarada saltaron antes de las cuatro de esta tarde, por sorpresa, a las calles de la localidad, pese a haber anunciado que no celebrarían el rito para evitar contagios de la enfermedad del coronavirus.

Con la emoción a flor de piel, El Diablo Grande (David Casas), el Diablo Chiquito (Benjamín Chimeno),  El Gitano (Adrián Chimeno) y La Filandorra (Jorge Blanco) recorrieron todas las calles del pueblo para recordar a los habitantes que esta fiesta sigue siendo una tradición irrenunciable tanto para los jóvenes que la ejecutan como para los vecinos que también participan directamente en su desarrollo y que tantas veces han disfrutado de la tradición el primer día del calendario.

Ante la admiración de pequeños y mayores, los cuatro componentes de la obisparra de los once que forman el grupo total pasearon por todas las arterias de la localidad alistana deseando Feliz Año a todos los vecinos que se asomaban a su paso para saludar, en la distancia, a los intérpretes de este primitivo rito pagano de solsticio de invierno, declarado de Interés Turístico Regional desde 2002.

Este primero de enero de 2021 los personajes de Los Carochos se vistieron por separado, y en lugares distintos, para mantener las medidas de seguridad. En su recorrido que se prolongó por espacio de una hora, los intérpretes no se encontraron con público ni realizaron las atractivas peleas entre filandorros y carochos, tampoco estuvieron acompañados de los tres burros y el carro como era costumbre, ni los espectadores pudieron interactuar con los estrafalarios y ocurrentes personajes que incluye la celebración en un año normal. En cambio, los dos protagonistas, los dos diablos, sí pasaron el río como siempre hacen para dejar atrás el año viejo y subirse al tren del año nuevo.

Ha sido un itinerario testimonial, en cierto modo melancólico, puesto que ni los actores ni los vecinos han podido encontrarse en los lugares habituales de la fiesta ni refugiarse ante la amenaza de la ceniza, ni escuchar las coplas humorístico-satíricas, de matiz sexual, de El Molacillo. Con esa insólita salida de los componentes de la obisparra, los jóvenes de Riofrío han querido mostrar, una vez más, que el rito está más vivo que nunca cuando el próximo año celebrarán los 50 años desde su refundación.

Los Carochos no han podido felicitar la entrada del Año Nuevo a los vecinos de Riofrío, casa a casa, ni recibir el tradicional aguinaldo porque han entendido que la elevada edad de los habitantes del pueblo y las advertencias de las autoridades sanitarias para evitar las aglomeraciones estaban por encima de cualquier acontecimiento aunque, como este, sea una tradición centenaria.