La Nochebuena fue durante siglos el único día del año en la comarca de Aliste donde obligatoriamente y por ancestral tradición se reunían a la misma mesa las tres generaciones de la familia: abuelos, hijos y nietos. Ni la Guerra Civil pudo con las celebraciones religiosas, folclóricas, culturales y sociales que se iniciaban cuando el sol se ponía allá por la vecina Portugal. Hoy, por desgracia, la pandemia del coronavirus traerá consigo que se trunque la ilusión y la tradición: no habrá cena de “Gallo Pedrés”, ni “Misa de Gallo” ni pastorada de la “Cordera”.

Llegado el invierno, al atardecer del 24 de diciembre, los ganados de ovejas dejaban las sierras y riberas para resguardarse en las “pariciones”, corrales donde se guardaban las ovejas paridas, de ahí su denominación, y todo el “atajo” en la inverniza para dormir sobre la acolcha cama de ramas de jara lejos de la tentaciones de lobo y escarcha. Justo a la “anochecida” los pastores y zagales cogían a hombros la más reluciente “cordera blanca” e iniciaban el camino del hogar rompiendo los sonidos del silencio con sus alabanzas al recién nacido al que hacia la media noche iban a adorar. Sobre la lumbre de incandescentes cepas de urce alistana (brezo) y troncos de roble, fresno y encina, el pote portugués hervía a fuego lento, que como las cosas de palacio, las del buen comer se atemperan muy despacio. De su interior salía el olor y el sabor del guiso del alistano “gallo pedrés” (pollo de corral), con cebolla, ajos y noras. Tras la suculenta y sabrosa cena no faltaban las delicias guardadas de la última cosecha del verano y del otoño: nueces, uvas, castañas, avellanas y manzanas reinetas. Camino de la media noche el mayordomo repicaba las campañas y todos, niños, jóvenes y mayores salían camino del templo donde con verdadero fervor y pasión se adoraba al Niño Jesús con un beso en sus rodilla.

El pastor fallecido Jesús Vara, de San Vicente. | Ch. S.

En una tierra agroganadera de agricultores de pura sangre y ganaderos sedentarios y trashumantes el momento álgido llegaba con la pastorada de “La Cordera”. Silencio, hasta que se abría la puerta y desde el sagrao un “zagal” pedía licencia a las autoridades religiosas (cura) y civiles (alcalde pedáneo).

En eses instante se vive unos de los momentos más emotivos para quienes, a mucha honra, somos de pueblo: los pastores llegados de la serranía hielan la sangre en las venas con sus cánticos hacia el recién nacido bajo las Capas Pardas Alistanas de Honras y Respeto, esa nacida de la lana de pura sangre de “castellana negra” tras convertirse en paños pardos en los telares y pasar por los batanes de los ríos Aliste y Frío. Con su “zurrón”, sus cholas, polainas y su “cayata” artesana de joven negrillo cumplen con la tradicional celebración cada año, menos éste.

EL PASTOR JESÚS VARA Y “PASCUALÍN”, PéRDIDAS QUE DEJA ESTE AñO

Este fatídico año Aliste ha despedido a uno de su pastores más emblemáticos, Jesús Vara Garrido, nacido en San Vicente de la cabeza el 1 de marzo de 1930, que a los 12 años ya era pastor y allá por 1942 ya cuidaba el solo de un hatajo (rebaño) de 63 ovejas. En 1927 se caso con Leonor Garrido Caballo, de 24 años, de la vecina Bercianos, que en plena posguerra tras quedarse huérfana tuvo que meterse pastora con su s 40 ovejas, además de cuidar sus cinco hermanos, el más pequeño de solo dos meses. El 27 de mayo de 2020 fallecía señor Jesús Vara Garrido.

Otra de las pérdidas que deja este año a punto de finalizar es la de José Manuel Ballesteros Cornejo. El 16 de septiembre de 2020 con solo 63 años de edad nos dejaba uno de los últimos grandes pastores de la Sierra de la Culebra, José Manuel Ballesteros Cornejo, el popular y querido “Pascualín”, el hombre de la eterna sonrisa y gran defensor de la pura sangre de ovino “castellana negra” en su gran rebaño de alrededor de dos mil ovejas.

Pastores y pastoras fueron todos los alistanos y alistanas de antaño, cuidadores de ovejas a las que conocían por su propio nombre y maneras; castellanas “blanca”, “negra” y “rebitajada”, que con su lana, leche y corderos ayudaron a sobrevivir a los alistanos desde el Honrado Concejo de la Mesta de Alfonso X “El Sabio”, creado en 1273 reuniendo a todos los pastores de León y de Castilla, con sus prerrogativas y privilegios tales como eximirlos del servicio militar o de testificar en juicios.

Agricultores (labradores) y ganaderos (zagales y pastores) son el eslabón de oro de la cadena de la supervivencia en tierras alistanas, la piedra a angular d nuestra historia, y cuando ellos se extingan, camino de ello vamos, los pueblos estarán al borde de su propio final.

La comarca de Aliste fue, es y siempre será cuna y tierra de pastores y pastoras y digno de reseñar son aquellos hombres y mujeres que nacidos durante la época de la Guerra Civil hubieron de dejar la escuela para iniciarse de zagales y cuidar las ovejas de la familia a veces con no más de seis. Ellos, hoy la mayor parte octogenarios y nonagenarios, nos van diciendo adiós dejando una estela del tesón y honradez del oficio del pastor, tan sacrificado como noble.