Esta es una historia de emprendimiento, en un pueblo y en tiempo de pandemia. Pablo Cañizares y Manuel Urrea son los protagonistas de una aventura empresarial que, aunque en apariencia nace rodeada de escollos, donde se supone dificultad ellos han querido ver oportunidades. Por eso, cuando Pablo decidió dar el paso y hacerse con el negocio del mesón que cerraban en Tardobispo sus propietarios por jubilación, escuchó de todo menos ¡adelante!. “Estás loco, dónde te vas a meter”. “Hemos partido tan de cero que solo queda la posibilidad de mejorar” argumenta este médico intensivista y desde hace casi tres meses también empresario de hostelería.

Los inicios no pudieron ser más accidentados. Tras un mes de rodaje con la agradecida ayuda y consejos de Maxi, anterior cocinera y propietaria del mesón, Pablo y su sobrino Manuel abrieron el 31 de octubre, en el puente de los Santos. Solo pudieron trabajar tres días.

El recrudecimiento de la pandemia en Castilla y León provocó el cerrojazo de la hostelería y, aún sin tiempo para despegar, hubo que volver a reinventarse. Descartada la posibilidad de abrir el restaurante, la alternativa ha sido la comida para llevar. Y así es como avanza este sueño cumplido, en espera de que el COVID permita restablecer la normalidad y ejercer el oficio de mesoneros “como Dios manda”.

Pablo Cañizares, murciano, se afincó en Zamora en enero del año 2006 junto a su mujer, cántabra y médico como él. El paso por Segovia, donde hizo la residencia de Cuidados Intensivos, le dejó tan buen sabor de boca que cuando surgió la posibilidad de volver a una ciudad de Castilla y León no se lo pensaron.

Empezaron en el puente de los Santos solo 3 días debido el cierre de la hostelería

“Nos encanta Zamora y cuando empecé a recorrer Sayago en rutas y en bicicleta me enamoré de la zona, esa combinación de encina y granito, los cortinos... Nos gusta tanto que tenemos casa en Mogátar. Además, yo de toda la vida he tenido ilusión con la restauración” confiesa Pablo. El “cocinitas” que siempre se ha puesto al mando de los fogones en las fiestas familiares de pronto se ve frente a la cocina de su propio restaurante. Un establecimiento con solera, muy familiar, pues en Tardobispo, a la puertas de Sayago, han parado muchas veces a comer camino de Mogátar.

Fue en una de esas comidas, el pasado verano, cuando Pablo se enteró de que los antiguos propietarios, Serafín y Maxi, se jubilaban y traspasaban el negocio. “Entonces se me encendió una bombilla en la cabeza y me dije, es la mía”.

Empezó a darle vueltas, a comentarlo entre amigos y conocidos del mundo de la restauración; “me decían, dónde vas, no tienes ni idea de donde te metes…”. Pero no hubo vuelta atrás y además contaba con la complicidad de su sobrino, Manuel, que se volvía de Suecia después de probar suerte durante años y “bastante quemado” en su último trabajo en una fundición. “Con la COVID la empresa paró y como yo no estaba fijo, me fui a la calle” cuenta el joven, ahora instalado en Mogátar. “Le propuse trabajar como cocinero, que fuera mi mano derecha y encargado un poco de todo porque dispone de más tiempo que yo”.

Manuel no tardó en decidirse. Le gustaba Zamora, una ciudad y una provincia que conocía de sus visitas a la familia, está encantado de vivir en un pueblo y el trabajo en el mesón le llena. “La pandemia nos ha fastidiado porque tuvimos que cerrar en seguida, pero queremos pensar que esto nos puede servir de rodaje. Si hubiéramos abierto en condiciones normales y no hubiéramos dado el servicio deseable pues tampoco nos sentiríamos bien” reflexionan.

La pregunta es recurrente, ¿cómo alguien con la vida aparentemente resuelta se mete en este lío?. “Siempre he considerado que esto no era partir de cero, sino probablemente no hubiera dado el paso. Es un sitio que estaba funcionando y con una clientela bastante consolidada; los propietarios lo dejaban porque se jubilaban, no porque fuera mal, y nosotros lo que hacemos es darle continuidad. Estoy convencido de que va a tirar para adelante” expresa convencido el médico que no ha dudado en solicitar una reducción de jornada en el hospital para poder compatibilizar ambas ocupaciones.

En su doble condición, Pablo Cañizares cuestiona que se ponga el punto de mira en los bares y restaurantes como presuntos focos de contagio. “Cargar a la hostelería el sambenito como culpable de la propagación de la pandemia me parece surrealista. Creo que es más importante reforzar servicios sanitarios y sociales, pero no cerrar y cortar brazos de la economía que son fundamentales en este país y en esta provincia en particular, porque es de las pocas cosas que hay”.

Pablo, médico intensivista, ha reducido jornada en el hospital para cumplir su sueño

En medio de la dura travesía por la que pasa el sector hostelero Pablo y Manuel están convencidos de que lo mejor está por llegar, con la vista inmediata en unas navidades que “esperemos que sean tranquilas y podamos trabajar”.

“No me quito ni me pongo mérito, no soy un héroe ni un loco. Esto es un negocio que estaba funcionando, con lo cual debemos intentar seguir en la línea que hemos heredado y mejorar lo que se pueda. No nos hemos lanzado al vacío” defiende este nuevo emprendedor rural.

“Eso de la España vaciada que se utiliza a veces de manera despectiva, pues yo es lo que estoy buscando. En Suecia vivía en el medio de un bosque y ahora la situación es la que es, pero llegará un momento en que mejore. Creo que ha sido el momento correcto para lanzarse”, defiende Manuel.

“Peor ya no podemos estar y hacer algo que te gusta es clave para el éxito. Desde luego ilusión y ganas de trabajar no nos van a faltar”, zanja Pablo.