La doctora Luisa Velasco desgrana los comportamientos que revelan la violencia de género y que las mujeres del medio rural sufren con más impacto que nadie.

–En la presentación de la guía reconoció a los hombres concienciados en la lucha contra la violencia de género.

–La mayoría de los hombres no son maltratadores. Muchos hombres se están incorporando al proceso del cambio necesario para lograr una igualdad real y efectiva y acabar con la violencia de género. No se puede percibir los hombres solo como parte del problema, también son parte de la solución. Muchos se cuestionan el rol masculino tradicional que han adquirido durante la socialización y buscan relaciones más justas e igualitarias. Es preciso reconocer como los hombres apuestan por la igualdad y se posicionan contra la violencia hacia las mujeres, porque esta lucha no es solo de mujeres también a ellos les afecta y son agentes esenciales del cambio.

–¿Afirmar que la violencia de género vulnera los derechos humanos define la magnitud del problema?

–Los datos que aporta “ONU Mujeres” señalan que el 35% de las mujeres (a nivel mundial) ha sufrido violencia física por su pareja en algún momento de su vida, incluyendo agresiones sexuales por la pareja o por otra persona, sin olvidarnos de otras violencias como la mutilación genital femenina, la trata, matrimonios forzados. En España desde 2003 han sido asesinadas 1.074 mujeres. Aunque ha habido un gran avance legislativo y una gran concienciación social queda mucho por hacer para poner fin a esta violencia y al sufrimiento de las mujeres que aún están silenciadas.

–¿La mujer que vive en pueblo tiene más problemas para denunciar y siente más la desprotección?

–Para las mujeres que conviven con los violentos no es fácil salir de la relación, son muchos los factores que lo impiden: los hijos e hijas, dependencia emocional y económica, miedo a las amenazas del agresor... Todo ello en el ámbito rural se multiplica. Los datos del estudio realizado recientemente sobre la violencia de género en el ámbito rural corroboran que la mujer rural permanece mucho más tiempo en la relación, con las consecuencias que la exposición al maltrato genera (mayor tiempo de exposición mayor daño) se encuentra obstáculos que percibe como insalvables, la actitud del entorno hace que la mujer se sienta juzgada. Se enfrenta también a una mayor estigmatización porque casi todas las personas se conocen, lo que dificulta su anonimato. La actitud del entorno que “sabe” pero mira para otro lado también lo percibe la mujer.

–Señala el aislamiento y el control del maltratador sobre su víctima en general, y que ese control es correlativo al entorno de un pueblo.

–El agresor se siente impune si no se recrimina su conducta. Quiere es controlar y someter a la víctima, y lo seguirá haciendo si nadie se lo impide. Muchas personas siguen pensando que este asunto es un tema privado de la pareja, de la familia y que no deben entrometerse. Aunque parezca difícil de creer las mujeres están deseando que se les tienda la mano, pero es necesario disponer de recursos que den respuesta a sus necesidades; se deben sentir seguras de la ayuda que se le ofrece. La mujer se encuentra mucho más aislada porque percibe esas situaciones de cierta “comodidad” para el agresor. Comprendo que es una situación compleja para la vecindad. Es necesario acabar con esa impunidad del agresor.

–¿Alcoholismo y la drogadicción, un “mito” como “causa” del maltrato?

–Es más fácil comprender esta violencia si pensamos que el agresor está loco, tiene un trastorno mental, consume alcohol y/o sustancias… pero así solo justificamos al agresor. Este tipo de hombres que maltratan tiene algo en común y es pensar que la mujer es un ser inferior que carece de derechos. Son personas machistas e inseguras que solo son violentos con su pareja o familia. No agreden a sus amigos, a su jefe… Siempre tienen esa doble fachada: en casa agresores y en la calle “educados, serviciales, magníficos padres, buenas personas, grandes amigos”. Hay hombres que consumen y no maltratan, y hay maltratadores que ni beben, ni consumen. El consumo puede aumentar la probabilidad de la violencia, la frecuencia y gravedad, pero nunca es la causa.

–¿Es más difícil en un pueblo tener alternativas laborales y ayuda profesional que permitan alejarse del maltratador?

–En el espacio rural todo es más complicado. Las mujeres tienen mayores dificultades para acceder al mundo laboral lo que supone una falta de independencia económica; tampoco hay acceso a formación cualificada. Hay que dotar a la mujer de los recursos necesarios para que pueda recomponer su vida, facilitarle lo necesario para el proceso de recuperación. Una de las claves para recuperar su vida es disponer, entre otros factores, de recursos económicos.

–Evidenció usted su preocupación por los jóvenes, que se suman al rol del maltratador, de hecho fue el centro de su tesis doctoral.

–Aunque por una parte los chicos y chicas rechazan la violencia, por otra reproducen los mismos patrones de violencia en sus relaciones, estando muy presente variables como el control, los celos, la posesión. El estudio sobre Menores y violencia de género realizado por la Delegación de Gobierno (más de 10.000 menores entre 14 y 18 años) las chicas aseguran haber sufrido mayormente abuso emocional y de control (insultos, control del móvil, sentido miedo o presión para realizar actividades sexuales). Mantienen conductas sexistas, hablan abiertamente sobre la idea del amor romántico, que idealiza tanto al hombre como a la mujer, y que es reforzada por los medios de comunicación, películas, canciones, etc. Entendiendo el amor como algo mágico, irracional e impredecible, y que el amor es sinónimo de sufrimiento y defienden esa creencia sobre que los celos son una manifestación de amor, “cuanto más celoso más me quiere” lo que les impide identificar estos comportamientos. Las chicas toleran la violencia porque no se identifican con ella, no reconocen esas conductas que podrían servirles de señales como el control del móvil, que la llame a cualquier hora, vestirse como quiera, hablar con otras personas… La educación es clave para prevenir este tipo de violencia desde edades muy tempranas apostando por la igualdad.

–¿Un niño en un ambiente de maltrato sufre secuelas que arrastra a su vida adulta, sino hay un apoyo profesional?

–Las investigaciones señalan que la exposición a la violencia durante la infancia y la adolescencia aumenta la probabilidad de justificarla y ejercerla. Se ha comprobado que en la familia que se usa la violencia como forma de castigo para los adolescentes, posiblemente utilicen la violencia con su pareja en el futuro. La violencia se aprende y hay muchas probabilidades de repetir la conductas. Los niños y las niñas expuestos a la violencia ejercida contra su madre son víctimas directas y sufrirán consecuencias graves a nivel social, cognitivo y emocional, con dificultades para interaccionar con sus iguales, falta de habilidades para la resolución de problemas, agresividad, falta de empatía, miedo al fracaso, falta de autocontrol, dificultad para reconocer las emociones, baja tolerancia a la frustración o baja autoestima. A mayor exposición a la violencia mayores consecuencias. La violencia de género es compleja y debe ser abordada desde todas sus aristas, porque los daños son terribles. El estudio mencionado señala que uno de cada cinco menores han vivido situaciones de maltrato contra su madre lo que nos alerta que en este tipo de violencia no hay una sola víctima y que la huella de esta violencia crea secuelas y traumas difíciles de superar. Estos niños y niñas, igual que sus madres, precisan de una atención especializada.