Tres años después de que el fuego iniciado en el arribanzo de Fermoselle calcinara prácticamente todo el territorio de Pinilla de Fermoselle, salvo el pueblo y poco más, aún es visible el impacto del incendio en un importante número de encinas que no han conseguido salir adelante. “Un 30%” es la estimación que realiza Servando Laguno, que pastorea un pequeño atajo de cabras en una vaguada reverdecida por el pasto.

Llama la atención del visitante la contemplación de un escenario salpicado de encinas negras, con pequeños signos de vida o en muchos casos desanimadas del todo y convertidas en puros esqueletos, algunas con una dimensión solo alcanzable con una larga cuenta de centenares de años.

Se quemaron el 80% de los árboles y algunos ardieron durante tres días

Una de las razones que se apunta para que exista este muestrario de arbolado muerto tres años después del incendio es evitar el robo de la madera. “Se ha robado leña a diestro y siniestro. La no cortada no la roban. Mientras están de pie los árboles nadie va con la motosierra a cortar. Se han llevado más leña de la que hay recogida por los vecinos” expresan fuentes locales. Incluso reparan en que son conocidos algunos de los que han aprovechado la corta para cargar furgonetas y todoterrenos con remolques. Mantener los árboles en pie, aunque muertos, es una garantía.

También justifican esta conservación de ejemplares yertos a que los vecinos “no tienen donde guardar más leña. Han cogido para varios años”, y por tanto prefieren que siga en el campo, pero sin trocear.

Raúl Piriz, lamenta el panorama que deja ver Pinilla de Fermoselle en este aspecto, pero incide en que el aprovechamiento de la madera de muchas de las encinas resulta imposible por la falta de accesos con vehículos. Hace referencia, además, a que en un principio se procedió a la corta de árboles por parte de una empresa, pero luego se dejó de operar.

Se quemaron el 80%. Se quemaron por dentro y algunas, aunque revivieron, acaban secándose. El fuego las cogió de lleno. Algunas estuvieron ardiendo hasta tres días. Hacía viento, además, y los árboles que tenían agujeros éstos hacían como de tiro” expresa Benjamín Álvarez.

“Se han llevado leña a diestro y siniestro. Más que la recogida en el pueblo”

Destacan el valor de la leña de encina, que es mejor que la de otras muchas especies, aunque la afectada por el fuego “no es tan buena”. Y también señalan que cuando se trabaja la corta de los árboles quemados “te pones como un carbonero, perdido del todo, tanto de ropa como de manos”.

Es un patrimonio calcinado, pero apreciable por una población del Parque Natural Arribes del Duero que sufre los rigores del invierno y los supera al amor de las estufas. Parte de las encinas, de un material duro como la piedra, lucen su estampa junto a grandes bloques de granito.