Muy poco sabemos de algunos de los cabecillas de la Guerra de las Comunidades. Afortunadamente, el proceso abierto contra un comunero y conservado en la “Sección Nobleza” del Archivo Histórico Nacional de Toledo nos ofrece valiosos datos sobre la personalidad de quien sostuvo la villa zamorana de Villalpando por la Comunidad oponiéndose a la autoridad del Condestable de Castilla: Bernardino de Valbuena.

Origen y nacimiento

Pudo nacer Bernardino de Valbuena hacia 1500 -uno de los testigos del proceso se refiere a él como “muy mozo” en 1520, en tiempos de Comunidad-, en el seno de una familia hidalga que había disfrutado de una importante posición en la villa: era hijo de Lope de Valbuena, antiguo alcaide de Villalpando, y de doña Catalina de Torquemada. Tuvo además tres hermanos: doña María, doña Antonia y Francisco de Valbuena, que asistió a su hermano mayor como soldado.

Su participación en las Comunidades

Los primeros contactos de Valbuena con la Comunidad fueron tempranos: formó parte de las tropas del obispo Acuña, que levantó la ciudad de Zamora a comienzos de septiembre de 1520. Como reconocimiento a su valor la Junta comunera le nombró capitán. Como tal debía garantizar el éxito del levantamiento en la jurisdicción del Condestable de Castilla y en su lugar principal, Villalpando. Y así sucedió, hace justo ahora 500 años: el 3 de diciembre de 1520 las tropas de don Pedro Girón y el obispo de Zamora hacían su entrada en la villa “al toque de muchas trompetas e atabales e otros instrumentos”. Inmediatamente, Valbuena fue nombrado gobernador y alcaide de la fortaleza de Villalpando. Sus atribuciones eran fundamentales para asegurar el control jurídico, político y económico de la villa, pues debía: entender en pleitos civiles y criminales; presidir un nuevo concejo que gobernara la villa por la Comunidad; cobrar cualquier tipo de renta propia o alcabala y administrar recursos propios del lugar.

Y así lo hizo hasta la derrota comunera de Villalar. Ese mismo día la capitanía de Valbuena abandonaba Villalpando, que fue recuperada rápidamente por el Condestable de Castilla, y marchaba hacia Toledo, ciudad que por meses seguiría abanderando la causa comunera. Allí, la viuda de Juan de Padilla, María Pacheco, resistía desde el Alcázar el empuje de las tropas realistas del prior de San Juan. La ciudad asediada recibió a Bernardino de Valbuena como su coronel de armas. El carácter más radical de la revolución marcaba entonces el tiempo de los acontecimientos en los campos toledanos, y tuvo en aquel hombre de Tierra de Campos a uno de sus principales líderes: hizo retroceder a las tropas del Prior de San Juan, ayudó a mantener importantes pertrechos militares de lugares cercanos a la ciudad para la causa comunera, y no dudaba en utilizar la fuerza para obligar a la gente del común toledano a combatir a las tropas realistas “a caballo, con una espada sacada” -en cierta ocasión un zapatero ofreció resistencia y Valbuena le propinó varias cuchilladas y le mandó ahorcar de los brazos en la céntrica plaza de Zocodover como escarmiento-. Pero el suceso que mejor define la significación que alcanzó este personaje dentro del movimiento comunero sucedió el 26 de junio de 1521: las posturas favorables a poner rápido fin al conflicto eran entonces numerosas en Toledo: se eligieron diputados de paz y los más radicales líderes del común, el maestro Quiles y Bernardino de Valbuena, fueron detenidos. Pero una multitud armada, salida de una de las parroquias más humildes de la ciudad, consiguió liberar a sus líderes al grito de “¡mueran los judíos traydores que piden paz!”. Valbuena era ya entonces un símbolo de la resistencia comunera, identificada con los sentimientos más populares de la rebelión.

Pero Toledo no resistiría mucho más tiempo, y después de un angustioso verano, el 25 de octubre la levantisca ciudad capitulaba su rendición. Y de nuevo el exilio para Valbuena que, según las fuentes conservadas, fue “el primero [en salir de la ciudad]”.

Tras la derrota comunera: exiliado y procesado

Tras abandonar Toledo, Valbuena se dirigió, como otros comuneros, a la frontera de la vecina Portugal. Pero años antes ya se había procedido legalmente contra él: tras la batalla de Villalar los principales cabecillas del movimiento habían sido procesados y condenados: por el crimen de lesa majestad se ordenaba la pena de muerte del reo y la completa confiscación de sus bienes, que eran vendidos en pública almoneda. El beneficiario de estas subastas era la Cámara Real o la parte acusadora particular. La causa procesal abierta contra Bernardino de Valbuena es ejemplo de estas reparaciones, cuya sentencia definitiva llegó el 25 de octubre de 1521: el comunero era condenado a morir en la horca y sus bienes, aplicados a la cámara del Condestable, eran secuestrados. Con esta sentencia la actividad represora señorial había dado sus frutos, convirtiendo en proscrito a uno de los cabecillas de la rebelión comunera que, como tantos otros, sufriría las consecuencias de desarraigo social y económicas de un indefinido exilio del que nunca regresaría para evitar la muerte.

Valoración de Valbuena como líder comunero

No cabe duda de que Valbuena fue un líder con mayúsculas incluso para el común toledano, que evitó decidido que muriera ahorcado. Pero también lo es Pedro Laso o el obispo de Zamora, aunque con intereses muy distintos a los del comunero zamorano. Los intereses de Valbuena debían ser similares a los de líderes urbanos asociados a la Media y Baja Nobleza -este era el caso de Padilla, Bravo o Maldonado-: el comunero pertenecía a la ricohombría hidalga de Villalpando y, como tal, ocupó los principales puestos de gobierno en el concejo comunero de su villa -de forma similar había sucedido en las ciudades-, actuando de forma radical contra la autoridad del Condestable en Villalpando y, posteriormente, defendiendo la causa comunera frente a las tropas del Emperador en los campos de Toledo. De este modo Valbuena se convirtió en líder incuestionable del movimiento desde el inicio hasta el final de la contienda.